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La otra cara de la crisis: ¿y si la pandemia salva al cine?

20-08-2020, 12:46:11 PM Por:
La otra cara de la crisis: ¿y si la pandemia salva al cine?

El cine vive uno de los momentos más críticos de toda su historia, pero el pasado nos dice que hay buenas razones para confiar en su resurgimiento.

El cine, al igual que muchas otras industrias, ha sufrido durante la pandemia. A la fecha es difícil anticipar cuáles serán las consecuencias de la crisis, pero cada día que pasa aumentan los daños: los estudios han modificado sus calendarios y recurrido a prácticas arriesgadas como el retorno a los estrenos escalonados, la reducción en la ventana de distribución e incluso la apertura directa en streaming; los festivales maniobran por definir estrategias seguras que garanticen su tradición o en algunos casos su subsistencia; las grandes cadenas intentan recapturar a las audiencias perdidas con una taquilla carente de grandes títulos, aforos parciales y con la promesa de que las salas son una experiencia segura mientras que los pequeños exhibidores agonizan; las producciones asumen que sus costos de producción se elevarán ante las nuevas medidas de seguridad y batallan por conseguir aseguradoras que les respalden en necesidad de imprevistos sanitarios; la industria en su totalidad ignora cuál será su destino en la nueva normalidad.

Los números, que cambian cada día, son desmotivantes: AMC, la cadena más importante de Estados Unidos, reporta pérdidas de $2,400 mdd por el cierre temporal de sus salas [vía]; las de Disney ascienden a los $4,200 mdd [vía], magnificadas por el cese temporal de actividades en sus parques temáticos.

La crisis parece aumentar con la competencia del streaming, que cada vez cuenta con más sistemas, pero sobre todo con más usuarios alrededor del mundo. Como prueba sólo basta recordar que Netflix ganó 10.1 millones de suscriptores en el segundo tercio del año que marcó el inicio de la pandemia en occidente [vía], mientras que Disney Plus llegó a los 60.5 millones de suscriptores este agosto, una cifra que esperaba alcanzar en su quinto año de operaciones [vía].

Esta combinación de factores ha provocado que el modelo convencional deje de ser sostenible y que presuntamente evolucione en uno donde los principales estudios forjen todo tipo de alianzas con las principales plataformas –que en casos como Disney y Warner serán propias–, para el estreno de películas y series. De concretarse, los estrenos en salas se limitarían a los tentpoles, es decir, auténticos eventos cinematográficos que puedan garantizar una buena recaudación (vía), el mediano presupuesto –de la comedia romántica al drama convencional–  sería relegado al digital, mientras que el indie permanecería en el limbo esperando por conocer el destino de salas independientes.

El coronavirus representa una de las crisis más agudas en toda la historia del celuloide, al grado que muchos auguran lo peor. Sin embargo, un vistazo al pasado nos deja ver que la industria ha atravesado una gran variedad de adversidades a través del tiempo, muchas de las cuales incluyen los momentos más oscuros de la humanidad como la pandemia de 1918, la Gran Depresión, las Guerras Mundiales y el 9/11. El cine nunca murió, sino todo lo contrario: siempre salió avante y cada vez más fortalecido, ¿existen razones para creer que esta tendencia se repetirá tras el 2020?

Cine crisis No Time to Die Mulan Tenet

Las crisis como fuente de inspiración

Una de las premisas más populares del mundo artístico es que las crisis repercuten directamente en la creatividad de las personas al influir en su necesidad de expresarse, una tendencia que puede ir de los problemas personales como sucedió con Mozart, Woolf y Van Gogh, a los colectivos como Picasso [vía]. El cine no ha sido la excepción a esta regla, pues algunos de los momentos más gloriosos del celuloide han sido antecedidos por sucesos catastróficos. No hay razón alguna para creer que la pandemia será la excepción.

El primer gran ejemplo ocurrió con el cine alemán que se apoyó en el expresionismo para reflejar los problemas sociales, políticos y económicos suscitados tras la derrota en la Gran Guerra y las duras penalizaciones impuestas por el Tratado de Versalles. Un contexto clave para la concepción de El gabinete del doctor Caligari (1920) con el que el guionista Hans Janowitz plasmó [vía] “el gran poder autoritario de un gobierno que odiábamos y que nos había sometido a un juramento, reclutado de manera forzosa a aquellos que se oponían a sus fines bélicos, y obligado a asesinar y ser asesinados”. También fue el marco ideal para Nosferatu (1922), con FW Murnau apoyándose en Drácula de Bram Stoker para mostrar una criatura de apariencia humana que oculta a un monstruo sediento de sangre como los vistos en las trincheras.

No menos importante fue el éxito de Universal Monsters, nacida como recurso desesperado para salvar una industria aquejada por la crisis económica y urgida de ingresos al menor costo posible. La misión se vio enaltecida por genios creativos como Tod Browning y James Whale que no se conformaron con adaptaciones simplistas, sino que aprovecharon a las distintas criaturas para reflejar la desesperanza norteamericana tras la Gran Depresión. Estos problemas favorecieron que Drácula (1931) fuera equiparado con los empresarios que succionaron la vida de sus víctimas y que la criatura de Frankensten (1931) como un ser que lucha por decidirse entre el estado natural y el tecnológico del nuevo mundo. La tendencia se mantuvo durante toda la primera ola de la franquicia, con El hombre lobo (1942) como símbolo de la violencia germana en la II Guerra Mundial.

El mayor conflicto bélico en toda la historia de la humanidad también repercutió en las industrias de los diferentes países, con perspectivas muy distintas entre perdedores y vencedores. Italia, liberada de Mussolini y su cine propagandístico, incursionó en el neorrealismo para capturar el sentir de la sociedad, una tendencia que resultó en clásicos como El ladrón de bicicletas (1948) y en un estilo narrativo que fue adoptado por otras industrias como México, España y Japón, pero que no fue bien vista por las autoridades locales que no deseaban enviar una imagen de miseria al resto del mundo, lo que desembocó en el posneorrealismo y el desarrollo de grandes cineastas como Michelangelo Antonioni y Federico Fellini. El caso de Estados Unidos fue radicalmente opuesto pues, aunque su ascenso como primera potencia mundial disparó la producción y la asistencia a salas, la victoria resultó en reflexiones sociopolíticas menos profundas que contribuyeron a la crisis de 1952 ante la popularización de la televisión.

No pasó mucho tiempo para que el COVID-19 fuera abordado por algunas películas, pero lo verdaderamente interesante será ver el rumbo que tome esta inminente tendencia, que parece destinada a integrar todo un subgénero cinematográfico de escala global como sucedió con la II Guerra Mundial y que irá del pandemic horror a las distintas reflexiones sociopolíticas de una normalidad que se ha ido para siempre. A diferencia del conflicto armado, se trata de una crisis en la que no hay ganador, por lo que se auguran títulos que aborden la tragedia personal de tantas personas, pero también el heroísmo de muchas otras; durísimas críticas a los distintos gobiernos que pudieron hacer más por contener el desastre, así como al sistema económico que colapsó frente a la crisis; thrillers médicos que aborden la saturación hospitalaria y la búsqueda desesperada de la vacuna; profundas deliberaciones desde el encierro que vayan de la esperanza a la culpa y viceversa y que cuestionen la posición de la especie humana en un mundo que se la ha ido de las manos. El cine como reflejo de la realidad y de nosotros mismos, que podría dar grandes exploraciones bajo la visión de los grandes realizadores contemporáneos, así como de los talentos emergentes que recibirán una industria muy distinta a la generación que les antecedió.

Cine crisis Nosferatu Ladrón de bicicletas

Enfrentar la competencia con calidad

No todos los problemas del celuloide han venido de factores externos, sino que muchos se han originado al interior de la propia industria del entretenimiento. Algunos de los más importantes surgieron con la llegada de los distintos competidores, siendo la televisión el más importante por ser el primero de todos, pero también por la drástica reducción en el número de asistentes en salas norteamericanas, que pasaron de los 4,680 millones en 1947 a los 2,470 millones en 1956 [vía]. Es decir, una baja del 47.2% en menos de diez años.

Las majors temerosas por la potencial desaparición del cine ante la comodidad del hogar y convencidas de que su mayor fortaleza recaía en la espectacularidad de la pantalla grande, experimentaron con cambios en el formato, como el Cinerama y el 3D, para proporcionar experiencias más inmersivas. Estas cualidades se potenciaron con las superproducciones, como Ben-Hur (1958), El Álamo (1960), El día más largo (1962), Lawrence de Arabia (1962) y Cleopatra (1963). Grandes películas, pero cuyos altísimos costos de producción resultaron incosteables, al grado que esta última casi deja en la bancarrota a 20th Century Fox, pues si bien fue la cinta más taquillera de su año con una recaudación de $57.7 mdd, también fue la más cara con un presupuesto de $44 mdd. El cine no desapareció, sino que intentó nivelar sus cuentas con una reducción en los costos, lo que desembocó en una auténtica era dorada con cineastas como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg, entre muchos otros que demostraron que el éxito cinematográfico no se obtiene a base de presupuestos elevados, sino de creatividad y talento. Una era dorada que no tardó en reflejarse en la taquilla, siendo El padrino (1972) y Tiburón (1977) dos de los mejores ejemplos. La primera costó $6 mdd y recaudó $243.8 mdd; la segundo tuvo una inversión de $7 mdd que regresó $470 mdd. Ambas en sus pases originales.

Aunque la televisión de paga y el formato casero desataron miedos similares, ninguno tan intenso como el suscitado por el streaming que trajo nuevas especulaciones sobre la posible muerte de la experiencia cinematográfica como industria, pero también como expresión artística. El primero por la amenaza del reemplazo y el segundo por los espacios brindados a cineastas como Alfonso Cuarón, Martin Scorsese y Guillermo del Toro cuyas credenciales empezaron a resultar insuficientes para los estudios que deseaban reducir los riesgos al mínimo. Esto provocó que el celuloide entrara en una posición engañosa: buena salud financiera con una asistencia que, si bien tenía altibajos, no bajaba de los 1,200 millones de espectadores en Estados Unidos desde 1995, y una recaudación global de $1,000 mdd que parecía asequible para cada vez más proyectos, al grado que 40 de los 45 títulos que han superado esta cifra fueron estrenados en el periodo comprendido entre 2010 y 2019 [vía]. Todo esto apoyado en un sistema de franquicias construido a partir de secuelas, remakes, reboots y spinoffs que incrementan el compromiso del público. Una práctica que ha resultado en inversiones cada vez más elevadas en busca de ganancias más abultadas, pero también en una crisis de creatividad ante los ojos del público y la crítica. En otras palabras, el cine estaba en una zona de confort que difícilmente abandonaría a menos que las circunstancias le obligaran a ello. Y así fue.

El modelo infalible se tornó insostenible cuando la pandemia resultó en el cierre de salas, postergó algunos de los estrenos más esperados y obligó a muchos estudios a voltear a la ruta digital, aceptando en algunos casos acuerdos que antes parecían impensables, con el fin de reducir las pérdidas. Esto hizo que la coexistencia con el streaming dejara la transición orgánica al dar un salto tan abrupto que ha hecho pensar que el futuro está en las distintas plataformas, una premisa demasiado sencilla que parece olvidar los más de $14,170 de deuda acumulada de Netflix [vía], la crisis de identidad de Disney Plus en sus esfuerzos por mantenerse netamente familiar [vía] y la sobresaturación de un mercado digital del que no todos saldrán adelante: las Streaming Wars.

Esto no significa que la industria podrá retomar sus viejas prácticas con facilidad, recordando el incremento en los costos de producción para garantizar la seguridad de cast y crew en esta nueva normalidad. Universal destinó $9 mdd a estas medidas al momento de retomar el rodaje de Jurassic World: Dominion, una cifra que tal vez no todos estarán dispuestos a pagar tras un año de grandes pérdidas [vía]. Suena desastroso desde un punto de vista netamente económico, pero no así desde el creativo ante la necesidad de hacer más con menos recursos.

Cine crisis The Godfather El padrino Jaws Tiburon

¿Luz al final del túnel?

La incertidumbre actual ha resultado en conclusiones precipitadas que auguran lo peor para el cine, cuando lo cierto es que nadie puede definir cuál será el porvenir. El nerviosismo es lógico al tratarse de un momento sin precedentes que combina una amenaza externa de carácter global como es la pandemia, con una interna como es el streaming.

Aun así, la historia dice que hay esperanzas y muy buenas posibilidades de que la industria evolucione y emerja más fuerte que nunca. Después de todo, las debacles sociales, políticas y económicas enfrentadas a lo largo de los años siempre han generado cineastas brillantes y obras de gran calidad, lo que aunado a las necesidades económicas surgidas por la crisis podría augurar un futuro prometedor para un celuloide que necesitaba un impulso para regresar a su máximo potencial. Y, al fondo, el streaming, un refuerzo importante que aporte sus propias cualidades como antes hicieran la televisión, los sistemas de paga y el formato casero. El pasado nos dice que hay espacio para todos.

El coronavirus representa una de las crisis más agudas en toda la historia del celuloide, pero no lo matará. Porque si ha soportado todo tipo de embestidas en sus más de cien años de existencia, no hay una razón para pensar que la pandemia y el streaming serán la excepción. Después de todo, el cine es más que una sala oscura con una proyección, es un lugar de sueños, de encuentros y de esperanzas.

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autor Algún día me uniré a los X-Men, la Alianza Rebelde o la Guardia de la Noche. Orgulloso integrante de Cine PREMIERE desde el 2008.
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