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Cine

Destrucción (Destroyer) – Crítica

01-01-2019, 12:19:46 PM Por:
Destrucción (Destroyer) – Crítica

Una cinta de narrativa confusa que sale a flote gracias a la extraordinaria interpretación de Nicole Kidman.

Cine PREMIERE: 3
Usuarios: 3.5
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Los detectives policiacos decadentes no son únicamente varones, sino también mujeres como Erin Bell, personaje principal de Destrucción (Destroyer) que interpreta una Nicole Kidman en plan irreconocible. Y esto no sólo se debe a la transformación física que, a base de maquillaje y prostéticos, experimenta la actriz, sino al sobresaliente cambio de registro que al menos le tendría que valer una nominación al Oscar (ya está en la terna de Mejor actriz en los Golden Globes).

A partir de que una operación de infiltración en la banda del robabancos Silas (Toby Kebbel) sale estrepitosamente mal y tiene consecuencias funestas para su pareja y compañero Chris (Sebastian Stan), Erin queda a la deriva y parece muerta en vida, arrastrándose al caminar, raquítica, con la mirada extraviada en algún punto interior, como si deambulara por una pesadilla interminable. A esa sensación contribuyen la ambientación en un Los Ángeles que parece sacado de una novela de James Ellroy –incluyendo la violencia y la brutalidad que le son propias, como la de esa escena del robo con pelea en cafetería o la de apertura– y la fotografía de Julie Kirkwood (La enviada del mal), que conserva un halo luminoso visualmente asociado a las pesadillas.

Destrucción

Sebastian Stan y Nicole Kidman.

El personaje externa en su decaimiento físico la degradación interior que ha atravesado la detective a lo largo de 17 años de inmersión en el infierno de la autodestrucción, adonde en apariencia ha caído con plena conciencia y con la única intención de inmolarse larga y dolorosamente. Desde entonces, Erin parece un fantasma, incapaz incluso de proteger a su hija adolescente Shelby (Jade Pettyjohn), envuelta en una relación tortuosa con un ladilla a quien la detective no puede confrontar. Lejos de eso, se ha convertido en víctima de un duelo irresuelto, sumida en una realidad alterada por el insomnio y el alcoholismo. Su única salida parece la posibilidad de cierre con la reaparición de Silas.

Sociópata funcional, el personaje de Erin tiene dos facetas opuestas en la intrincada y pretenciosa narrativa no lineal de la cineasta neoyorquina Karyn Kusama, cortesía de un guion de Phil Hay y Matt Manfredi. Por un lado, arrastra un opresivo peso emocional que la hace parecer más una sombra, debilitada cual junkie, de pasos inciertos y decisiones equivocadas, de la cual no hace falta cuidarse mucho; sin embargo, ésa se vuelve su principal fortaleza cuando comienza a mover los hilos para dar con el paradero de Silas, la única motivación que ha tenido para mantenerse con vida visiblemente carcomida por el tormento en esta historia sobre la venganza, el odio y el rencor. Por el otro lado, en las escenas del pasado que la cineasta intercala –matizando y diluyendo el efecto dramático en vez de potenciarlo–, Nicole es otra: es una Nicole más cercana a la de Moulin Rouge o Los otros, con un cinismo y una fortaleza escondidos en la dulzura de su mirada, y cuyo personaje, como en aquellas cintas donde muere, es enfrentada a una situación que la rompe y la devasta.

destrucción

Además de su nominación al Golden Globe, el sobresaliente cambio de registro de Nicole Kidman le tendría que valer una postulación al Oscar.

No obstante, Karyn Kusama, cuyos filmes incluyen Diabólica tentación (2009) y La invitación (2015), se obstruye a sí misma al emplear una narración pretenciosa y confusa, con un inexplicable remate que lleva cuesta abajo el efecto de su historia. Acostumbrada a retratar personajes femeninos fuertes y confrontativos en entornos habitualmente machistas (su debut del 2000, Girlfight, es sobre una boxeadora), aquí ha apostado por seguir una estructura que no funcionaría de ningún modo sin la sobresaliente actuación de Kidman, quien incluso logra cambiar su mirada (lo que la vuelve irreconocible) para, desde ahí, adentrarnos en las complejidades de su personaje, que han rebasado a la propia Kusama.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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