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Cine

El asesinato de Sharon Tate – Crítica

06-12-2019, 2:01:21 PM Por:
El asesinato de Sharon Tate – Crítica

El asesinato de Sharon Tate es una película sin solidez narrativa y el trabajo parece el de un amateur incapaz de dotarlo con imaginación.

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El póster de El asesinato de Sharon Tate dice mucho. Aparece una foto de perfil del rostro de Hilary Duff interpretando a la actriz que sufrió una muerte cruenta a manos de la banda de Charles Manson, que la asesinó en la residencia del productor musical Terry Melcher, adonde acababa de llegar embarazada de ocho meses y esperando a Roman Polanski, su esposo, que se había quedado en Londres. El gesto de Hilary dice mucho del nivel de actuaciones y producción de esta cinta que retoma el crimen ocurrido hace 50 años en Los Ángeles: Daniel Farrand, director y guionista, no ha tenido empacho en tratar de simplificar la historia convirtiéndola en una cinta de explotación desarticulada que recrea el crimen de Tate y sus amigos.

Y lo hace a partir de una ejecución de recursos pobres con actuaciones pobres, diálogos dizque profundos sobre el significado de la vida que dichos como son dichos más bien provocan risa loca. La película empieza con una entrevista de Tate de 1968 en la que habla de un sueño en la que era asesinada. Luego, corta a Tate llegando a la casa en compañía de Jay Sebring (Jonathan Bennett). Ahí la esperan Abigail Folger (Lydia Hearst) y Wojciech (Paweł Szajda), el mejor amigo de Roman. Ella no se siente cómoda en compañía de la pareja, además de que tiene pesadillas recurrentes sobre un hombre misterioso que entra a su casa y mata a todos de una forma brutal y al que pronto identifica como Charlie (Ben Mellish), un tipo misterioso que deja copias de discos de su autoría para Melcher.

De hecho, hay tres versiones de estos sueños y uno de ellos recrea, con coreografías burdas, el brutal y conocido asesinato ocurrido en 1969. Si hay algo que pudiera destacarse de esta película es el cuidado que se tuvo para lavarla y que pareciera una cinta de finales de los sesenta y la inclusión de pietaje de noticieros de la época. Más allá de eso, todo son infortunios. La música, firmada por un tal Fantom, es estorbosa y llena de clichés tendenciosos que poco aportan. La deliberada apuesta de Farrand por hacer de esta una película enmarcada en el género del terror simplifica vilmente una historia de horror verdadero. Sus suposiciones sobre el estado mental de Tate vuelven totalmente inverosímil el relato por más que esté basado en un hecho real y muy conocido, por lo que lejos de convertirse en una dramatización realista se convierte en un retrato absurdo y bizarro por decir lo menos.

Un burdo relato carente de imaginación, que echa mano de trucos como la bañera llena de sangre o las llamadas amedrentadoras o las cintas misteriosas que se encienden de la nada a medianoche o la muerte del perro con evidente violencia. Farrand probablemente haya querido establecer conexiones entre su puesta en escena y los filmes de terror de Polanski con resultados desastrosos. No tiene solidez narrativa y el trabajo parece el de un amateur incapaz de dotarlo con imaginación y, sobre todo, ética. En ese sentido, el filme es poco menos que aberrante.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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