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Cine

El atentado del siglo: Utoya – Crítica

02-03-2019, 7:35:12 PM Por:
El atentado del siglo: Utoya – Crítica

El filme de Erik Poppe recrea de forma cruel lo ocurrido en Noruega y hace al espectador parte de una cacería asfixiante en la isla de Utoya.

Cine PREMIERE: 5
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¿Cómo se huye de un peligro invisible? ¿De qué forma se puede escapar de una amenaza que parece estar en todas partes? ¿Es posible enfrentarse al mal cuando éste está a punto de asfixiarte? El 22 de julio de 2011, alrededor de las 4 de la tarde, un hombre abrió fuego contra más de 500 jóvenes noruegos que habitaban un campamento en la isla de Utoya, instantes después de haber estallado una bomba en un importante edificio gubernamental en Oslo. Durante más de una hora, todos ellos fueron presa del terror de ser perseguidos por un hombre armado dispuesto a asesinarlos.

El suceso le arrebató la vida a 69 personas y dejó gravemente herido a más de un centenar de jóvenes. Utoya fue sede de uno de los momentos más desgarradores en la historia de Noruega que difícilmente serán olvidados. A pesar de ello, del recuerdo de algo tan doloroso y reciente, el hecho fue llevado a la pantalla en dos filmes estrenados el año pasado. Uno de ellos es El atentado del siglo: Utoya, (Dir. Erik Poppe) que, a diferencia de lo hecho por Paul Greengrass en la producción de Netflix 22 July, retrata lo ocurrido de una forma cruel y sumamente realista. 

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Construida enteramente por un plano secuencia, la película transporta a los espectadores de la sala de cine directamente al lugar de los hechos. Su narrativa se apoya únicamente en la cámara del cinefotógrafo Martin Otterbeck –y en un diseño sonoro estremecedor– para convertirnos en un habitante más de la isla y en hacernos reaccionar de la misma forma en que lo hicieron los jóvenes que murieron aquel día. 

Esta narrativa inmersiva sigue muy de cerca a la protagonista del filme, una joven de nombre Kaja –interpretada por la actriz noruega Andrea Berntzen– cuya angustia y desesperación va avanzando a cada paso que da. El guion escrito por Siv Rajendram Eliassen y Anna Bache-Wiig opta por no dar mayor explicación al espectador de lo que está ocurriendo más que el sonido de balazos por doquier y las imágenes de gente corriendo en todas direcciones buscando un escondite para sobrevivir. En su lugar, utiliza las interacciones de Kaja con el resto de los habitantes de la isla para darle pistas a la audiencia sobre el peligro que poco a poco los va acorralando hasta asfixiarlos.

Más allá de construir un arco narrativo con sus personajes, la cinta prefiere recrear de forma fiel un evento trágico. Cintas como ésta dan pie a un debate muy interesante con respecto al propósito de una película basada en una tragedia como la de Utoya. ¿Esto se trata de violencia gratuita o se busca enviar un mensaje a la audiencia sobre lo que provocó una historia como la que estamos presenciando? Para responder, valdría la pena analizar brevemente dos momentos clave en El atentado del siglo: Utoya.

Previo al inicio de la balacera, tenemos a cuadro a Kaja y a un grupo de compañeros que analizan lo que posiblemente ocurrió en el bombazo al edifico gubernamental en Oslo. Después de oír las teorías de todos ellos, la cámara se centra en el rostro preocupado de un joven de origen musulmán, quien no puede evitar sentir miedo por la reacción que tendrá la gente hacia él a partir de lo ocurrido; porque, según él (y de acuerdo con los casos de racismo que oímos a diario en todo el planeta), al mundo no le importa si alguien de esta religión fue el autor de un atentado o no. Para la gente (racista y retrógrada) lo musulmán es sinónimo de peligro. 

¿Y qué pasa cuando personas con esos pensamientos tienen la facilidad de comprar un arma en el supermercado más cercano a su domicilio? ¿Cuántas vidas no se han perdido a causa de balas llenas de odio e ideologías equivocadas? Es ahí donde podemos hablar de otra secuencia, quizás una de las más desgarradoras de toda la película, en la que una Kaja aterrada y desconsolada ve morir a una joven a causa de una bala alojada cerca de su corazón. Sin saber su nombre, sin conocer nada de su vida, Kaja se percata de que el celular de esta persona esta sonando y que la llamada entrante es de su madre. ¿Qué palabras se le dicen a quien llama con desesperación a su hija para saber que se encuentra bien? ¿Qué sentirá esa persona cuando nadie vuelve a contestar ese teléfono?

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Y ahí, en el momento en el que el miedo y la desesperanza está asfixiando tanto a los protagonistas como a los espectadores de esta historia, El atentado del siglo: Utøya nos sorprende con una estocada final directa al corazón: porque no importa que hayamos visto o no al perpetrador de este atentado en la isla. No importa si la policía tardó más de una hora en arribar al lugar. No importa nada de eso porque, aunque el terrorista que se atrevió a cazar a jóvenes inocentes hoy esté tras las rejas, la maldad que lo motivó a actuar sigue viva y se mueve con absoluta libertad.

El filme, con un final brutal y despiadado –como sólo cinta así podía cerrar– nos explica que el responsable del atentado en Utoya no se trata de un ser humano, sino del odio, del racismo, de la xenofobia, del clasicismo, la falta de regulación en la venta de armas y de todas aquellas cosas oscuras que permiten florecer la maldad oculta en la humanidad. Esta película, con todos sus recursos, nos hace entender que no hay forma de escapar de ese peligro invisible ni de esa amenaza latente. Que todos estamos a merced de ser sorprendidos y atacados por ese mal que se encuentra escondido y listo para atacar en cualquier rincón del mundo

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autor Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.
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