El baile de los 41 – Crítica de la película
El baile de los 41 echa una mirada al pasado y presenta un contexto que termina siendo sorprendentemente actual.
La orquesta se prepara para la función. Frente a los músicos, un grupo numeroso de hombres se alista para el gran momento de la noche. Mientras unos se ajustan un elegante frac, otros se acomodan la fina joyería que adorna los vestidos que portan con orgullo. El baile de los 41 está por comenzar. Pero en esta velada hay un invitado más; un hombre que, como el resto de sus amigos, tiene mucho que perder por estar aquí. El peligro se siente en el aire. Sin embargo, por un breve instante, nada de eso importa…
Luego de la desgarradora Las elegidas –ganadora del Ariel 2016 a Mejor película– el cineasta mexicano David Pablos se adentra al corazón de uno de los episodios más polémicos y estigmatizados de la historia de México. En 1901, la policía de la Ciudad de México irrumpió en una fiesta clandestina donde algunos hombres portaban elegantes prendas femeninas; entre ellos Ignacio de la Torre y Mier, yerno de Porfirio Díaz. Su presencia auguraba un gran escándalo. Pero la historia decidió borrar su nombre del registro y dejar únicamente a 41 hombres expuestos a una condena y ridiculización que trascendió el paso del tiempo.
David Pablos sitúa la historia de su tercer largometraje en la silla de dirección en aquel momento. Fiel a su filmografía, el egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica construye un retrato intenso pero sumamente respetuoso de lo que ocurría a puerta cerrada a inicios del Siglo XX en nuestro país. Si bien El baile de los 41 no es una película que profundiza en la historia de cada uno de estos hombres, la forma de verlos únicamente en su único espacio (clandestino) de libertad logra mostrar a la perfección la homofobia que ha permeado a nuestro país desde entonces.
Dejándolos a ellos al fondo de la película, El baile de los 41 voltea la mirada hacia un amor que late y se desangra paralelamente frente a nuestros ojos. Por un lado, este amor vive con fuerza en los encuentros clandestinos entre Ignacio de la Torre y Evaristo Rivas –Alfonso Herrera (The Exorcist) y Emiliano Zurita (Cómo sobrevivir soltero), respectivamente–. Pero por otro se pudre rápidamente en los encuentros breves pero sumamente incómodos –y hasta violentos– entre Ignacio y su esposa, Amada Díaz (Mabel Cadena).
Hablar de este trío en la pantalla es referirse a una de las fortalezas más grandes de esta película. Además de un gran diseño de producción –a cargo de Daniela Schneider (Monos)– y la notable fotografía de Carolina Costa, –cinefotógrafa de cabecera de David Pablos–, no hay duda que la película El baile de los 41 brilla por su elenco principal. Emiliano Zurita explota con éxito su vena dramática; Alfonso Herrera entrega uno de los mejores papeles de su carrera y el talento desbordante de Mabel Cadena termina por robarse la pantalla. Luego de verla debutar este año en el cine con La diosa del asfalto, no hay duda de que lo que viene para ella será una trayectoria imparable.
Apoyado en todos ellos, el guion escrito por Mónika Revilla (Alguien tiene que morir; Juana Inés) sabe contener muy bien la intensidad que hay en esta historia, y le permite estallar en una secuencia por demás espectacular. Cuando los espectadores por fin somos parte del anhelado baile, las emociones a cuadro están desbordadas. La adrenalina presente en toda la trama pasa de convertirse en felicidad a una amenaza inesperada. Y cuando el peligro irrumpe en esta velada, el gran villano de la historia se revela ante los presentes.
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Son pocas las veces que el cine mexicano se da el lujo de explorar los momentos que han construido nuestra biografía como país. La realidad que vive México actualmente es tan intensa –y dolorosa, en el mayor de los casos–, que una gran parte de nuestro cine contemporáneo se ha visto obligada a retratar en la pantalla las historias que nos rodean. El resultado, visto a la distancia, nos ha dejado un cine vibrante, muy apasionante, que ha sorprendido al mundo entero.
Pero la película El baile de los 41 echa una mirada al pasado y presenta un contexto que termina siendo sorprendentemente actual. Aquellos 42 hombres sirven para enmarcar una historia que construye demasiados paralelismos entre el México del Porfiriato con el de nuestro presente. Aquí hay diálogos, gestos e ideologías que, si no fueran acompañadas de carruajes y grandes vestidos de época, bien podrían ocurrir en el México que nos rodea. Vale la pena recalcar que estamos ante la primera película que aborda este tema y, quizá, como espectadores, pueda quedarnos la sensación de no haber sabido lo suficiente de estos hombres. Sin embargo, es curioso como, a partir de la historia colectiva de todos ellos, esta película señala al gran antagonista de su trama: la sociedad misma. Una llena de machismo, de ideologías cuadradas, violenta y peligrosa para aquellos que no siguen sus reglas.
La película El baile de los 41 llega a la cartelera de un país que se escandaliza más por dos hombres tomados de la mano que por la violencia brutal que ocurre día a día. Que esta película llegue 119 años después de lo ocurrido y que, además, lo haga bajo una innecesaria clasificación C, no hace más que reafirmarlo.
Ante ello, la cinta termina siendo un triunfo más del cine LGBT en nuestro país; un cine que se ha nutrido de un creciente número de historias que, desde la pantalla, buscan retratar con respeto y sin estereotipos a esta valiosa comunidad. Y si hay una razón por la que El baile de los 41 trascenderá, ésa será por convertirse en un recordatorio de algo que no debemos olvidar y que nunca, bajo ninguna circunstancia, debe volver a ocurrir.
La película El baile de los 41 ya está disponible en Netflix.
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Arturo Magaña Arce Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.
