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Cine

El día de la unión – Crítica

14-09-2018, 2:20:21 PM Por:
El día de la unión – Crítica

Tras la recreación del terremoto del 85, la segunda película de Kuno Becker como director va en picada: las tramas son predecibles y se incorpora una subtrama de corrupción innecesaria que reduce a los personajes a los genéricos maniqueísmos.

Cine PREMIERE: 2
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El horror sufrido 32 años antes nunca había sido tan tangible como en el 19 de septiembre de 2017, cuando experimentamos el segundo gran temblor que removió la capital y al sur del país desde las entrañas. Ese mismo día, según cuenta Kuno Becker, se encontraba en la sala de edición de su segunda película como director, la cual finalmente se llamó El día de la unión, y podría resonar emocionalmente en el público porque el dolor aún está fresco, especialmente el caso Rébsamen.

Como su nombre lo indica, la intención de la cinta es acentuar la heroica respuesta de la sociedad civil auxiliada por rescatistas, bomberos, policías, quienes ante la falta de asistencia gubernamental, removieron escombros, rescataron vidas y vieron a la muerte a la cara. Ni las fugas de gas o el olor a sangre los amedrentaron y, por el contrario, en comunidad vieron nacer a los Topos.

La cinta arranca en la época actual con un sujeto (Antonio Gaona) rememorando la tragedia, e inmediatamente nos traslada a 1985 a través de dos historias motrices que corren paralelamente: la de Max (Becker) y Javier (Armando Hernández). El primero es un reportero de Notimex, previo al movimiento telúrico deja a su hijo en el segundo nivel subterráneo del estacionamiento de su oficina. El otro es un ingeniero civil orillado a desenvolverse como taxista a causa de la devaluación, y quien lleva a una coqueta pasajera al Hotel Regis. Ambos edificios colapsan y el arco de ambos personajes los lleva a buscar al niño al ingresar a un edificio inestable, peligroso, con fallas eléctricas y sin garantía de salir.

El día de la unión arranca con solidez y mantiene la expectativa sobre el momento en que desencadenará la tragedia. La manera como está filmado el golpe del terremoto, los edificios movedizos, los autos chocones, los derrumbes… es verosímil, presenta suspenso, expectativa y horror. Ciertamente es el punto más alto del filme.

Lamentablemente después de eso todo va en picada. Las tramas son predecibles, se incorpora una subtrama de corrupción innecesaria y que reduce a los personajes a los genéricos maniqueísmos telenoveleros: los malos son personas sin escrúpulos que atentan contra la vida incluso en situaciones infrahumanas; los buenos no conocen límites para su heroísmo, son capaces de interponerse ante una grúa con tal de seguir rescatando sobrevivientes.

El guion, también escrito por Becker, está tan lleno de buenas intenciones como de clichés. Pero éstos no sólo permanecen en el argumento, también en el lenguaje audiovisual. La grandilocuente musicalización se utiliza para enarbolar el sentimiento de patriotismo y heroicidad pero con magros resultados por los excesos implementados. Hay un pobre aprovechamiento del lenguaje cinematográfico: pocas tomas, escenas estáticas o emplazamientos comodinos. Como aquel en donde Armando Hernández sostiene un largo monólogo que quiere emocionar a través de la música y no del manejo de la cámara, la cual permanece en una contrapicada estática y monótona.

Incluso aunque los esfuerzos de producción son loables en términos de las caracterizaciones, los automóviles, la recreación de los años 80 y las imágenes de archivo, hay traspiés. Las maquetas usadas en el decorado son muy evidentes, los personajes que remueven escombros están demasiado limpios y peinados como para el desgaste físico que están sufriendo. El día de la unión era un filme muy ambicioso que, aunque cuenta con momentos emocionantes o verdaderamente emotivos es desvalijada por un corazón desbordado.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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