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Cine

El infiltrado del KkKlan – Crítica

18-01-2019, 9:38:29 AM Por:
El infiltrado del KkKlan – Crítica

Spike Lee regresa a las grandes ligas con una comedia que, entre las risas, esconde una profundamente oscura .realidad

Cine PREMIERE: 4.5
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Si algún saldo negativo reportó la victoria de Barack Obama en 2009, fue haber lanzado a Spike Lee, con toda su potencia militante, al limbo de la jubilación prematura. Activista firme y agresivo por la visibilización de la cultura negra en América, el tío Lee parecía no tener mucho por hacer si un hermano, de ascendencia keniana y apellido Hussein, despachaba en la Casa Blanca.

Nacido en Atlanta, una de las cunas del racismo sureño, y criado en los barrios raperos de Brooklyn, Lee dedicó la era Obama a prolongar su filmografía de las formas más desconcertantes: una película situada en Italia, la filmación de un musical de Broadway, documentales sobre deportes, sesiones de stand-up, el desabrido remake de Oldboy o la (muy) extraña Da Sweet Blood of Jesus. Ganamos un mundo más equilibrado, pero perdimos a un cineasta estimulante que, después de todo, parecía ya haber dicho lo que era necesario.

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Como en Haz lo correcto, Lee ofrece una agresiva terapia de tragicomedia, para después revelar la oscuridad de lo que, dos minutos antes, nos hacía reír.

Por eso, si alguna ventaja hubiera que encontrarle al reciente auge de los supremacistas blancos y la ultraderecha en EE. UU., es la de haber reencendido la rabia del director de Haz lo correcto y llevarlo de vuelta a las grandes ligas, mismas que Lee dominaba con mano firme a inicios de los noventa. El infiltrado del KkKlan, ganadora del Grand Prix en Cannes y nominada segura a varios Oscares, está basada en las memorias de Ron Stallworth (John David Washington), el primer agente de color en la policía de Colorado. Como nuevo miembro de las fuerzas policiales, Stallworth tomó como primera tarea el infiltrarse en las filas del Ku Klux Klan (sí: dije que es negro) usando como doble a un colega (Adam Driver), a quien, al mismo tiempo, ayuda infiltrándose en lo que parece ser un grupo subversivo encabezado por una belleza de altísima inteligencia y peinado afro (Laura Harrier).

Es 1978, las Panteras Negras enfrentan enemigos más hostiles que en Wakanda y el movimiento por los derechos civiles lucha por reagruparse. Al mismo tiempo, sacando partido del caos, la vieja guardia del Klan está reclutando nuevos miembros. Se necesita a alguien con el nervio de Spike Lee para resucitar estos fantasmas y hacer con ellos… una comedia para partir de risa. Como en la legendaria Haz lo correcto, o en Chi-Raq, Lee ofrece una agresiva terapia de tragicomedia, aplicando una capa de gags, humor corrosivo e ironía, para después revelar en un golpe maestro la oscuridad amarga de lo que, dos minutos antes, nos hacía reír.

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Quizá lo más notable sea que al trabajar con otros cuatro escritores, incluyendo a uno judío y al auténtico Ron Stallworth, Spike Lee ha redefinido el “nosotros” desde donde cuenta sus historias, que en esta ocasión no es un plural que alcance únicamente a la comunidad afroamericana –su público más leal, incluso en sus peores trabajos–, sino a un nosotros que abarca a toda la sociedad norteamericana. El final de la cinta, demoledor como bofetada, echa por tierra el tradicional ustedes-contra-nosotros que el director emplea para dirigirse a su público blanco; lo que vemos es un nosotros (blancos, negros, mayorías, minorías), contra ellos, los militantes del odio, sean quienes sean. Y no hay distinción más urgente que esa en los Estados Unidos de nuestros días, un lugar en donde un policía blanco apuntando a alguien de piel más oscura sigue sin ser asunto para risas.

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autor Periodista, cinéfilo y lector compulsivo, conductor en Mi cine tu cine (Once TV), locutor, jazzero y tragón. Miembro de la Semaine de la Critique de Cannes en 2014 y del Berlinale Talents Press. Estando antes en París, pasaba más tiempo dentro del cine que afuera, así que volví a la Ciudad de México en donde el cine es más barato y, digan lo que digan, se come mejor.
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