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Cine

El jilguero – Crítica

27-09-2019, 2:35:36 PM Por:
El jilguero – Crítica

El jiguero es un melancólico retrato sobre la orfandad, la depresión, el desarraigo y la culpa.

Cine PREMIERE: 3
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Theo Decker vivió una tragedia inconcebible cuando era sólo un niño. De visita en el Museo Metropolitano de Arte, en Nueva York, un ataque con bomba le arrebató una pieza de valor incalculable. No era un Rembrandt ni un Monet o Vermeer. No. Era la vida de su madre. El estallido funesto tuvo lugar poco después de haberse detenido frente a El jilguero (The Goldfinch), una pintura al óleo, de 1654, pintada por el holandés Carel Fabritius. La obra cobra una simbología trágica y melancólica para el joven Theo, quien de la noche a la mañana se queda solo en el universo.

Su periplo a través de una vida nihilista, sin sentido y contadas conexiones emocionales es narrado de forma no lineal. Sin importar en qué momento de su vida se encuentre, una cosa queda clara: se siente solo. Solo porque su familia está fracturada gracias a la orfandad y por la deliberada invisibilidad paterna. Solo porque –aunque la cinta nunca abunda en ello– no hay familiar a la vista que pueda responsabilizarse por él. Solo porque pierde su casa, su escuela y su existencia de golpe.

el jilguero

Ansel Elgort hace un trabajo sobresaliente, en especial en la escena dramática al lado de Ashleigh Cummings.

Con base en la novela ganadora del Pulitzer escrita por Donna Tartt, el director John Crowley (Brooklyn: un nuevo hogar) visibiliza los episodios particulares que echaron una infancia por la borda, la cual fue roída por el infortunio. El jilguero muestra a un chico (Oakes Fegley de niño y en la tragedia inmediata a la muerte; Ansel Elgort de adulto, con restos de dolor), en busca de una conexión emocional con almas sumidas en una desgracia compartida. De ahí su conexión con otros entes apesadumbrados: la señora Barbour (Nicole Kidman), quien lo adopta tras la pérdida de su madre; Hobie (Jeffrey Wright) una figura paterna por elección; Boris (Finn Wolfhard), compañero con quien comparte la orfandad materna, y Pippa (Aimee Laurence y Ashleigh Cummings), quien, como él, sobrevivió al ataque en el Met.

El jilguero relata una cadena de tragedias que mancillan la inocencia, la corrompen, la medican, la hacen a un lado. Es una exploración de un trauma desatendido, envuelto en un contexto artístico. El filme de Crowley retoma el arte desde distintos puntos de vista: el histórico y generacional; así como la manera en que la biografía personal eleva el carácter simbólico de la obra. Se trata de una referencia directa a ese “yo” y a esas “circunstancias” atañidas por José Ortega y Gasset como vehículo para la definición de uno mismo.

el jilguero

El jilguero es una cinta difícil de ver por el desencadenamiento de tragedias que tienen lugar.

Se da el lujo, también, de filosofar en torno a la fidelidad del arte y las complejidades éticas que lo rodean. Vierte un debate en torno al fraude y la reproducción, por ejemplo. A las intenciones mismas con que se trabaja u homenajea una pieza ajena y sublime. Las críticas a El jilguero, sin embargo, nacen del traspaso de una obra compleja y extensa, a una película de dos horas.

En un principio plantea un involucramiento cadencioso, el cual más tarde se estanca hasta el punto en que los conflictos externos aterrizan ya avanzada la historia. El problema no es que se tomen su tiempo en llegar, sino en que estas tribulaciones –interiores y exteriores– se resuelvan con una precipitación arrebatada. O que se retomen percances establecidos desde el material original: encuentros fortuitos que sacrifican la veracidad, en lugar de suplantarlos por medio de la creatividad. Aun así, El jiguero es un melancólico retrato sobre la orfandad, la depresión, el desarraigo y la culpa. Cada uno bajo un paraguas de solitud, y la más cruel de todas, aquella en donde siempre hay gente –y apariencias– alrededor.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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