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Cine

El regreso del héroe – Crítica

16-11-2018, 10:40:10 AM Por:
El regreso del héroe – Crítica

El regreso del héroe es una comedia francesa que resulta soportable únicamente por el carisma de sus dos protagonistas: Jean Dujardin y Mélanie Laurent.

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Historia sobre las mentiras piadosas que arremeten contra su divulgador en un efecto de bola de nieve de proporciones fatalistas. También historia romántica aderezada con tintes de comedia de enredos familiares y cinta de época con una plástica evocativa y una recreación cuidada. Al mismo tiempo, es una película para el lucimiento de su pareja protagónica, el oscareado Jean Dujardin (El artista) y Mélanie Laurent (Bastardos sin gloria), quienes levantan el bajísimo nivel de El regreso del héroe, un filme hecho con sencillez y complacencia.

Y es que Dujardin, a quien le basta dejarse llevar para hacer a un caricaturesco embaucador que rezuma carisma, y Laurent, quien muestra sorpresivos dotes para la comedia, hacen pasables los 90 minutos de El regreso del héroe, filme que se adivina desde sus primeras escenas y que pasado su primer tercio se entumece, restándole tridimensionalidad a sus personajes, aunque pendiendo de la capacidad actoral de sus protagonistas.

El filme, que increíblemente formó parte del reciente Tour de Cine Francés, no tiene nada novedoso ni espectacular. Tampoco un humor desternillante ni una historia de amor conmovedora. Y su cuidadosa ambientación a principios del siglo XIX, incluso, parece un mero accesorio para poder desarrollar un romance que, de situarse en la época actual, estaría lejos de ser ya no digamos posible, sino verosímil. El regreso del héroe, más bien, apuesta por lo seguro: una comedia clásica que aprovecha la buena química entre Mélanie y Jean, quienes revisten con su profesionalismo esta historia escrita y dirigida por el irregular realizador Laurent Tirard (de Las aventuras del joven Moliére y Astérix y Obélix al servicio de su majestad a Un hombre de altura, remake de una película argentina que, por cierto, tendrá su réplica mexicana).

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En la Francia de 1809, en una mansión de la campiña, se espera la llegada del capitán Neuville (Dujardin), a quien acabamos de ver en una ceremoniosa rutina de vestimenta para enfundarse su uniforme de gala y salir en su corcel a galope hacia la mansión Beaugard. Pauline (desaprovechada Noémie Merlant de El cielo esperará) está nerviosa y pronto sabemos la razón: el coronel ha ido a pedir la mano de la chica a sus padres (Christian Bujeau y Evelyne Buyle).

Sin embargo, de inmediato aparece un emisario del ejército para solicitar la presencia del militar en el frente austriaco. Así que él se despide prometiendo su regreso y correspondencia continua. Pero nada de eso ocurre.

La época en que está situado el filme ayuda a que el personaje de Pauline sucumba a la tristeza, lo que hace que su hermana mayor, Elisabeth (Laurent), literalmente tome cartas en el asunto y escriba las supuestas misivas del capitán, envistiéndolo de un aire heroico.

Como cualquiera podría adivinar, unos años después, ya con Pauline casada con Nicolas (Christophe Montenez) y con hijos, el coronel regresa. Pero está lejos de ser ese héroe militar dibujado en la correspondencia inexistente. Más bien es un desertor del ejército que guarda un bajo perfil convertido en vagabundo. Pero un encuentro fortuito con Elisabeth, por el que se entera de su heroicidad ficticia, lo hace volver a representar el papel que ella le creó extorsionando a la joven y engañando de paso a cuantos puede para sacar jugosas ganancias.

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El giro que toman los acontecimientos, con todo el pueblo a los pies del capitán y Elisabeth tratando de ponerlo en retirada, es evidente desde la secuencia inicial. Mélanie le pone encanto e inyecta vitalidad a su personaje, superando con creces las limitaciones arquetípicas del mismo, que podría desbarrancarse en el ridículo por su exposición reiterada a situaciones físicas de un humor que se antoja arcaico. Dujardin también aprovecha el arquetipo de la gallardía que implica el personaje del coronel para mantenerse justo en el límite fársico.

Pero esos esfuerzos, y aquellos que muestran una destreza técnica efectiva y una recreación histórica puntillosa, resultan insuficientes. Tirard no consigue que todo ello se conjunte y menos aún con ese final que parece un intento desesperado por tratar de cambiar el rumbo con un truco sacado de la manga.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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