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Cine

El viñedo que nos une – Crítica (21º Tour de Cine Francés)

08-09-2017, 2:10:21 PM Por:
El viñedo que nos une – Crítica (21º Tour de Cine Francés)

El viñedo que nos une es una sencilla reflexión sobre el deber ser en el núcleo familiar y la complicidad entre hermanos.

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Siempre nos han dicho que la familia es lo primero, que la unión entre padres y hermanos es lo que realmente importa, pero ¿qué pasa si un día decidimos poner a prueba todo esto? Jean es un hombre curioso y aventurero que decide alejarse de su familia nuclear hasta que un buen día la llamada de sus hermanos lo harán volver a un viñedo de Borgoña, la tierra que negó toda su vida. El viñedo que nos une, de Cédric Klapish, pone a Jean y a sus hermanos, Juliette y Jérémie, en una prueba de fraternidad que va más allá de lo que se supone el tiempo compartido pues, con una narrativa más o menos común, Klapish vuelve a los temas familiares en el cine en donde la unión adquiere una fuerza de atracción que inicia por la sangre.

A su llegada, Jean, como protagonista y narrador omnipresente, experimenta un choque avasallador sus dos hermanos, unos completos desconocidos que ahora, lejos del recuerdo y la nostalgia de la infancia, deben trabajar en la herencia familiar, un pantanoso compromiso que Jean trata de evitar a toda costa.

Sin muchas complicaciones formales, el director opta por una historia que es narrada de manera lineal y que sólo toma algunos riesgos cuando utiliza pequeños flashbacks que reviven y reavivan la relación de Jean con sus hermanos, su madre y su padre. A través de estos recursos es posible comprender las decisiones que ha tomado el protagonista durante toda su vida que hace de una cristalina y frágil comunicación con su padre que siempre exigió la perfección del primogénito.

Aunque pareciera que los verdaderos problemas son cargados por Jean, su llegada destapa viejas heridas y deseos frustrados en Juliette y Jérémie que, a pesar de haber permanecido en casa junto a la familia, no parecen disfrutar por completo del papel que ahora juegan como cabezas del viñedo y de su propia vida.

Juliette, la menor y más aplicada de los tres, debe afrontar su timidez para tener más confianza en ella y en las decisiones que tomará a futuro, por su lado, Jérémie, ya convertido en padre, comienza a darse cuenta de que la felicidad junto a su esposa no se trata de vivir bajo el yugo de sus suegros. Es así como la presencia de Jean estimula un sentimiento de libertad que ninguno de sus hermanos menores había podido percibir.

El viñedo que nos une es una sencilla y disfrutable reflexión sobre la batalla contra el deber ser y lo que significa salirse de los patrones establecidos por la sociedad, una declaración de guerra que no sólo implica ir a contracorriente pues, tal y como sucede con los tres hermanos, las consecuencias de sus decisiones, lejos de ser un castigo, también significan un aprendizaje que heredarán de manera individual y en el legado de las próximas generaciones.

Klapish, al construir una película sobre dimensiones familiares no abusa del efecto dramático y lo diluye en las escenas que lo ameritan sin olvidar pequeñas dosis de comedia. La tensión entre los tres personajes es latente, justificada y bien ejecutada por los actores que tienen a su alrededor los hermosos paisajes de la campiña francesa, el sabor del vino y el calor del verano durante la vendimia. El viñedo que nos une transforma al vino en un ritual consanguíneo, una especie de representación de la pasión que, de manera inevitable, une el destino de los tres protagonistas, tres vidas que sabrán lo que es poner a prueba el concepto de familia.

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autor Escribo sobre cine y televisión. Me gusta pensar las imágenes. Colaboradora en Revista Nexos, Butaca Ancha y F.I.L.M.E Magazine. Cuando sea grande quiero ser como Luisa, en Días de otoño de Roberto Gavaldón.
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