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Cine

Espíritu del mal (Pyewacket) – Crítica

02-02-2019, 10:50:51 AM Por:
Espíritu del mal (Pyewacket) – Crítica

Una película de género bien lograda y con sólidas interpretaciones que falla al apoyarse demasiado en simbolismos que resultan obvios.

Cine PREMIERE: 3
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Lo atractivo de un filme como Espíritu del mal es la utilización de las convenciones del género del terror para hacer una historia sobre el duelo mal llevado que deriva en un estado depresivo extremo. La película, ambientada en la época actual en un bosque canadiense, es un esmerado esfuerzo del cineasta Adam MacDonald por entregar un filme entretenido, dirigido al público juvenil, que encierra muchas más cosas que lo que se puede esperar por la sinopsis: Lea (Nicole Munoz) es una adolescente que acaba de sufrir la muerte de su padre y que mantiene una ríspida relación con su madre (Laurie Holden, de las primeras temporadas de The Walking Dead), quien ha decidido mudarse a una cabaña en el bosque a una hora de la ciudad. Una discusión lleva a la madre a herir verbalmente a su hija y ella, entusiasmada con la magia negra, decide poner en práctica un hechizo mortal para invocar un espíritu llamado Pyewacket.

MacDonald utiliza las convenciones del género para contraponer las situaciones y los ambientes. Así, la música incidental que usualmente se utiliza para anunciar que algo malo ocurrirá, es aquí empleada como catalizador de emociones, no sólo del espectador, sino del personaje, que poco a poco va hundiéndose en un delirio de posesiones demoniacas. Pero en el fondo, la historia es sobre la pérdida y las afecciones que conlleva a partir de un caso extremo de trastorno depresivo. Y también sobre la adolescencia, las relaciones filiales, la soledad y la falta de salud emocional.

Los ambientes sombríos propios del bosque son bien utilizados por el cineasta y su fotógrafo, Christian Bielz, con planos abiertos y tomas a contrapicada para aludir a algo tenebroso que empequeñece a la protagonista. Asimismo también aprovechan los espacios confinados al interior de la cabaña para dar pauta a comentarios simbólicos sobre el encierro interior que vive la propia Lea. Estos se exacerban cuando la madre decide alejarse de la ciudad y, aunque no la cambia de colegio y por tanto no pierde contacto con sus amigos, vuelve inminente el distanciamiento.

Con una economía de personajes bien trabajada (sólo hay dos personajes secundarios de importancia además de madre e hija) y con situaciones más bien ambiguas en cuanto a su carácter sobrenatural, la película avanza con soltura de la mano de una casi siempre convincente Nicole Munoz. Sin embargo, MacDonald obvia demasiado sus intenciones en las que los simbolismos son tan subrayados que resultan muy literales y acaban por restarle fuerza al filme y por desenganchar al espectador. Los cortes directos que ligan situaciones en términos sonoros y visuales son efectivos en la primera mitad del filme, pero acaban por ser repetitivos y evidentes.

Lo que resulta angustiante es ese final tenebroso que nos subraya los peligros de una mente trastornada, un comentario sobre nuestro egoísmo afectivo, sobre la soledad en un mundo hiperconectado, sobre el duelo siempre mal llevado y poco atendido y, desde luego, sobre la incomprensión que deja que nuestros monstruos salgan de paseo.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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