Eugenia – Crítica

Cada vez con mayor frecuencia se encuentran películas latinoamericanas filmadas en blanco y negro. El abrazo de la serpiente, Güeros, la premiada en Venecia Roma, son algunos ejemplos cercanos y a ellas se suma Eugenia, el más reciente trabajo del director boliviano Martín Boulocq. El filme es protagonizado por su esposa en la vida real, Andrea Camponovo, quien también apareció en Los viejos, otro proyecto del realizador.

Pero este blanco y negro de Eugenia no sólo tiene sentido en una capa estética –acentúa la belleza de los paisajes bolivianos que componen los cuadros–, sino por encima de todo tiene un sentido temático. La película ilustra posturas, comportamientos y formas de pensar anacrónicas en torno a la figura de la mujer, especialmente la latinoamericana, y en pleno siglo XXI, cuando supuestamente vivimos empapados de modernidad. En teoría, estas diatribas deberían haberse soterrado, pero siguen ahí, palpitantes, carcomiendo silenciosamente a círculos sociales y a la figura femenina.

Para ilustrar esta calamitosa realidad tenemos a Eugenia. Es una joven recién separada de su marido y eventualmente se nos revela la razón. Como parte de su trayecto para curar sus heridas íntimas se muda con su padre, la esposa de éste y su pequeño hermanastro. Para ella este parteaguas emocional no implica un nuevo comienzo, sino una continuación, pero sí establece cambios en su vida: consigue un nuevo trabajo y se convierte en la protagonista de una película amateur.

A través de esta creación cinematográfica entra en contacto con la historia de Tania, la guerrillera, la única mujer parte del séquito del Ché Guevara. Mediante ambas figuras, Eugenia en mayor medida y Tania en segundo plano, la cinta alza cuestionamientos sobre la feminidad, el machismo, el sexismo, la libertad sexual y la callada opresión en que devienen las tareas del hogar para aquellas mujeres encadenadas a su ejecución en solitario. Algunos personajes, por ejemplo, consideran que la realización de la mujer se limita a tener hijos, lo cual desata la rabia y la incomprensión de la protagonista.

Por todas estas formas de pensar arbitrarias y obsoletas el rodaje en blanco y negro es tan apropiado, aunque también ilustra las tribulaciones emocionales de Eugenia y la aceptación de su nueva soledad, la cual abraza en medio de la cotidianidad. Son notorias las influencias visuales que recibe Boulocq de corrientes fílmicas como la nouvelle vague o el free cinema, ambas inconcebibles sin un antecedente como el neorrealismo italiano. También obedecían a la importancia de retratar historias verosímiles en escenarios reales, con luz natural y apego a la realidad del hombre –o en este caso, la mujer– de a pie, el ciudadano promedio.

Eugenia, ganadora como mejor guion en el Festival de Guadalajara, se saborea visualmente, es un deleite y en sus constantes silencios grita verdades sobre lo mucho que aún hace falta cambiar en nuestra forma de pensar y conducirnos como entes sociales. Es una cinta que lleva la revolución en sus adentros tanto a través de Tania como de una Eugenia indispuesta a quedarse callada y que, por lo mismo, alza más cuestionamientos que aquellos que resuelve, y en ese sentido es difícil de digerir.

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Mabel Salinas No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!