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Cine

Fátima – Crítica

13-10-2017, 10:53:59 AM Por:
Fátima – Crítica

Una pequeña joyita sensibilizadora sobre la migración, la discriminación y el clasismo de una sociedad globalizada.

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En esta época globalizada de fenómenos migratorios al alza, el cine no se ha mostrado indiferente ante el suceso y la marginación que le sigue como una sigilosa e indeseada acompañante. Por ende, Fátima, cinta francesa de 2015, año que se presentó en la Quincena de los Realizadores en Cannes, mira directamente a los ojos a este tema y lo desmenuza desde su primera escena.

Tres chicas y una madre, dos de ellas de origen árabe, aguardan en el interior de un edificio para que les enseñen un departamento en renta. Sin embargo, la encargada arriba inventa una excusa para evitar mostrarlo. “Fue mi culpa, me miró feo”, dice una acongojada Fátima (la no actriz Soria Zeroual, quien se dedicaba a hacer limpieza cuando fue elegida para el rol). Sin tapujos, el director, productor y guionista Philippe Faucon monta un desfile sobre los agravios de los que esta mujer es víctima.

Proveniente de Argelia, vive en una Francia que no le da la bienvenida. Apenas si habla el idioma y se desvive trabajando (“cuando se va es de noche, cuando regresa es de noche”) para darles un mejor futuro a sus hijas: Nesrine (Zita Hanrot), quien a sus 18 años busca un departamento y se prepara para estudiar medicina, y Souad (Kenza Noah Aïche, brillantemente exasperante), una malcriada y malagradecida adolescente de 15 años ahogada en un egocentrismo que le hace desdeñar la escuela, a su madre y todo lo que ésta representa.

La película es una libre adaptación de Prayer to the Moon, colección de poemas y escritos de la norteafricana Fatima Elayoubi, quien tras mudarse a Francia con su esposo aprendió paulatinamente el idioma de la misma manera que ocurre con nuestra protagonista. Ella es el vehículo por medio del cual se denuncian pequeños actos discriminatorios y vejaciones clasistas, como poner a prueba a la mujer que hace la limpieza para ver si roba dinero, explotarla monetariamente, o hablarle incómodamente cuando se le encuentra en el supermercado porque está marcada por el estigma de ser argelina.

Previamente a Fátima, la francesa Señor Lazhar, de Philippe Falardeau, e Hipócrates, el valor de una promesa, de Thomas Lilti, radiografiaron diferentes vicisitudes experimentadas por la comunidad argelina en el exterior, específicamente en Francia y Canadá, pero Fátima le agrega una multiplicidad de elementos. El más obvio de todos es el de lo femenino, el personaje central no sólo es inmigrante, sino también mujer e iletrada. Es el fondo de la cadena de una sociedad prejuiciosa (y de una microsociedad voraz de habladurías, ya que es igualmente juzgada y victimada por otras mujeres de su comunidad, fanática de las buenas costumbres árabes).

Asimismo, la cinta ganadora del César (el Oscar francés) a mejor película en 2015 se sirve de su protagonista y sus hijas para hablar sin sutilezas sobre la pobreza y la falta de pertenencia. Muestra a migrantes que no son parte de ningún sitio y continuamente se les recalca su otredad, pero al mismo tiempo están desconectados de sus hijos (la famosa segunda generación instalada en un nuevo país), que en algunos casos consideran retrógradas sus raíces culturales, aunque tampoco forman parte del lugar donde radican. Algunos, como Souad, camuflan su inadecuación y frustración como una falsa superioridad intelectual y moral.

Fátima es una pequeña joyita sensibilizadora con imperfecciones menores provocadas por una protagonista amateur que, paradójicamente, le inyecta realismo a la denuncia aunque le resta fluidez. No obstante, como lo indica el mismo personaje, gracias a las “Fátimas” del mundo muchos hogares primermundistas son espacios de libertad y realización personal y laboral. No se nos olvide que estamos en deuda con todas y cada una de ellas.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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