Ghost in the Shell

Desde el momento de su preproducción, Ghost in the Shell se vio envuelta en uno de los escándalos más frecuentes en Hollywood de unos años para acá: el whitewashing. Ya saben, la práctica de darle a actores o actrices caucásicos papeles que, en el material original, pertenecían a otras etnias.

Mamoru Oshii, director del icónico ánime de 1995 se pronunció al respecto y señaló que con Motoko no debería existir dicha controversia: “El nombre de Motoko Kusanagi y su cuerpo actual no corresponden a la persona que fue antes, así que no hay bases para decir que una actriz asiática debería interpretarla”, según le dijo a IGN.

En el futuro, La Mayor (quien en esta adaptación es interpretada por Scarlett Johansson) es la única en su tipo: una humana de la que únicamente se salvaron su cerebro y espina dorsal, los cuales se colocaron dentro de un cuerpo totalmente cibernético y se creó el perfecto soldado dispuesto a detener a los criminales que se interpongan en la Sección 9 de la policía. Pero pronto comenzará a cuestionarse sobre su pasado y sobre qué es la realidad.

La película dirigida por Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador, 2012) sorprende desde sus primeros minutos con un diseño de producción arriesgado y que aprovecha de forma estupenda las imágenes futuristas de la ciudad donde se desarrolla la historia. El traje térmico de La Mayor también adapta perfectamente el look del ánime y aprovecha así la característica de la invisibilidad; mientras que el aspecto del personaje de Batou está correctamente ejecutado.

Tenemos las secuencias más significativas del ánime adaptadas para su versión live-action: el primer salto de La Mayor, la pelea en la calle con el traje térmico y la batalla final, pero fuera de eso el equipo de Sanders y compañía tomaron un camino ligeramente distinto al de la cinta de Oshii: no existen las secuencias musicales, por ejemplo, en las que sólo veíamos el pasar de la ciudad mientras Motoko cuestionaba su realidad. En el live-action tenemos un mayor desarrollo de la investigación policiaca de La Mayor.

Uno de los problemas a los que se enfrenta la cinta es, paradójicamente, una de las que podrían ser sus virtudes, es decir: mientras el ánime de 1995 era sumamente filosófico y cuestionaba aspectos de la realidad, el ADN, la memoria y la esencia del ser, la cinta de Scarlett Johansson aligera esos aspectos en pos de hacerla más accesible al público occidental, pero es en su segundo acto donde la película busca abarcar esos elementos y disminuye el ritmo al que nos tenía acostumbrados.

Y aunque los personajes por sí solos gozan de un desarrollo y sólidas actuaciones, la “dinámica” entre La Mayor y Batou se percibe sumamente rígida, como si de plano estuviéramos entre dos robots donde no hay ningún rastro humano en ellos. Mención aparte para Takeshi Kitano quien ofrece ese interesante vínculo japonés proveniente del realizador de clásicos como Zatoichi o Dolls.

Scarlett Johansson se apropia del papel de Motoko Kusanagi a la perfección, aunque es inevitable recordar su participación en la cinta de Luc Besson, Lucy. Y es que en aquélla, su personaje poco a poco deja su personalidad y humanidad, casi como si se tratase de una precuela de Ghost in the Shell. Aún así, aceptarla en este papel no cuesta trabajo (y menos desde un punto de vista de negocios, pues difícilmente alguna actriz asiática generaría tanta taquilla como ella). El reto, más bien, es ver si la gente acepta la realidad de Ghost in the Shell.

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Sergio López Aguirre Stanley Kubrick alguna vez dijo "Para tener una visión más amplia, no sólo vean cine bueno, también el malo" obvio le hice caso en lo segundo y es muy divertido.