Ghostbusters: El legado – Crítica de la película

Los fanáticos de la franquicia de los Cazafantasmas siempre han estado divididos entre la nostalgia y la búsqueda de nuevas aventuras. Si a esto se le agregamos la tendencia de Hollywood por sacarle el mayor provecho a sus propiedades intelectuales, entonces la idea de una película nueva podría resultar en un win-win para todos. Sin embargo, el mayor problema al que se enfrentaría la película Ghostbusters, el legado sería la posible falta de originalidad.

Películas como Blade Runner 2049, Jurassic World o Creed abordaron el universo de títulos emblemáticos y ofrecieron un lenguaje novedoso para las nuevas generaciones. En el caso de la más reciente película de Jason Reitman -hijo del director de la Cazafantasmas (1984) original, Ivan Reitman-, hacer lo mismo parecería una decisión por demás acertada… por lo menos en papel.

Ghostbusters, el legado es una película sobre padres e hijos y abuelos y nietos. ¿Qué mejor que aquella conexión entre los Reitman para llevar el mensaje a la pantalla grande? El cine de Jason siempre se ha caracterizado por abordar personajes que se topan con el mundo adulto. Ya sea por un «error» (Juno, 2006); una nueva administración (Amor sin escalas, 2009), o, como en este caso, la muerte de un padre/abuelo que obliga a la familia a dejar la ciudad e ir a una granja remota en Summerville, Oklahoma para observar qué pueden hacer con ella.

Mientras que la película original se enfocó en unos adultos luchando por atrapar fantasmas en la Gran Manzana, Ghostbusters, el legado toma la sabia decisión de trasladar la acción a un poblado pequeño. De esta forma puede justificar tener a unos niños como protagonistas. De otra manera, se habría sentido demasiado forzado que alumnos de secundaria se movieran por Nueva York como si nada. Sin embargo, aún así se siente forzado ver a preadolescentes manejar equipos grandes, un automóvil que no ha sido usado en años y descifrar problemas físicos y matemáticos. Vamos, ni los Goonies hacían tanto.

Paul Rudd y Mckenna Grace son el alma de esta película. Esto resulta en un acierto, ya que sobre el papel sus personajes también lo son. Sin embargo, el resto del elenco no termina por desarrollarse en su totalidad. Especialmente Finn Wolfhard quien, a diferencia de lo que vemos en It (Eso) o Stranger Things, parece estar ‘casteado’ por el simple hecho de pertenecer al grupo de niños del show de Netflix o los Losers del condado de Derry.

A lo largo de sus dos primeros actos, Ghostbusters, el legado bien puede resumirse como una producción entretenida. No obstante, si se le quitan los elementos representativos de los Cazafantasmas, habría pasado sin pena ni gloria, una mera producción para atraer al público joven a las salas en el verano -originalmente estaba planeada para llegar en julio del 2020-. No es sino hasta su tercer acto cuando Jason Reitman saca la verdadera carta de la nostalgia y presenta un enfrentamiento final que hará a los fans derramar una que otra lágrima.

Pero, nuevamente, ése es un problema para la franquicia. A diferencia de Jurassic Park o Rocky, Ghosbusters todavía depende del equipo original. Aún no ha logrado que ‘respire’ por sí sola una historia sobre un grupo de personas -quienes sean- que se unen para cazar fantasmas. Esto es lo que intentó la película de Paul Feig en 2016, pero no logró el éxito deseado por Sony. Hasta ahí llegó dicho reboot.

Queda entonces la pregunta: ¿podrá la franquicia de Ghostbusters vivir más allá de los recuerdos nostálgicos de dos películas ochenteras? ¿O este fantasma del pasado es muy grande para mantenerlo resguardado en la Unidad de Contención del equipo neoyorquino?

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Sergio López Aguirre Stanley Kubrick alguna vez dijo "Para tener una visión más amplia, no sólo vean cine bueno, también el malo" obvio le hice caso en lo segundo y es muy divertido.