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Columnas

Got Milk?

19-02-2009, 1:51:32 AM Por:
Got Milk?

 Una escena de Milk (Gus Van Sant, Estados Unidos, 2008) se quedará conmigo siempre: recién llegados a San Francisco desde la Costa Este, Harvey Milk y su amante Scott —interpretado por James Franco— se besan a la entrada del local que acaban de abrir juntos, una tienda de fotografía en la Calle Castro, felices de […]

 Una escena de Milk (Gus Van Sant, Estados Unidos, 2008) se quedará conmigo siempre: recién llegados a San Francisco desde la Costa Este, Harvey Milk y su amante Scott —interpretado por James Franco— se besan a la entrada del local que acaban de abrir juntos, una tienda de fotografía en la Calle Castro, felices de iniciar una nueva vida juntos. En la vitrina detrás de ellos, un letrero anuncia al mundo no sólo la apertura del negocio, Castro Camera, sino también el que habrá de convertirse en su grito de guerra, esa consigna que constituye el alma de la cinta: YES… WE’RE OPEN!

Juego de palabras que pierde la mitad de su gracia al traducirse, es justo esa franqueza, ese orgullo con que ambos asumen sus preferencias lo que da sustento al filme, una biopic sobre la vida de Milk que esquiva las múltiples trampas del género para ofrecernos un conmovedor retrato, tan auténtico como inspirador, de la vida y muerte de su protagonista. Activista indomable, Milk habría de convertirse en poco tiempo en una personalidad dentro del barrio, sobreponiéndose a la homofobia y prejuicios de los vecinos y comerciantes de la zona y organizando a la comunidad en la búsqueda de oportunidades iguales para todos, en una lucha que eventualmente lo llevaría a convertirse en Supervisor de la Ciudad… y en una de las figuras políticas más prominentes de la historia reciente.

Encarnado por Sean Penn, Harvey se revela como un personaje entrañable, un idealista cuyo carisma es superado tan sólo por su entusiasmo, por su demoledora coherencia, por su sentido del humor —ése sí, contagioso. Muy lejos de convertirlo en un cliché —o, peor aún, en una vil caricatura—, Penn se pierde en su personaje, construyéndolo en base a sutilezas, a gestos apenas esbozados. Aquí no tienen cabida las estridencias. Es una caracterización extraordinaria, un triunfo para un actor que a ratos desaparece en el retrato. Y la cinta, apenas la función inaugural de un festival que ya promete momentos inolvidables, la merecida celebración de una lucha de esas que terminan por cambiar el mundo.

De esas que importan.

—Antonio Camarillo

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