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Cine

Hedi: Amor y libertad

13-02-2017, 6:26:08 PM Por:
Hedi: Amor y libertad

Hedi es un intenso drama de liberación personal espléndidamente actuado.

Cine PREMIERE: 4
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La ópera prima de Mohamed Ben Attia, Hedi, es un intenso drama de liberación personal, una historia sobre un casamiento que no necesariamente es romántica pero que sí habla sobre el amor, o la falta de, y sobre todo de la maduración y la complejidad de la vida y de las relaciones familiares a veces tan dañinas de tan bienintencionadas. Un relato intimista que funciona en dos niveles: por un lado, es posible identificarse con los personajes, con su desencanto, sus ilusiones y resoluciones, aun cuando estén ubicados en Túnez. Y precisamente por eso mismo, por la ubicación geográfica, se pueden tomar las dudas, preocupaciones y decisiones del personaje principal como un espejo de la situación que atraviesa la sociedad tunecina tras la revolución de los jazmines.

Hedi (un magnífico Majd Mastoura) es un hombre de 25 años al que se le nota el desencanto y la apatía desde lejos. Trabaja para Peugeot ofreciendo flotillas a compañías que no pretenden comprar automóviles debido a la recesión. La falta de interés de Hedi, acentuada por los close-ups y la espléndida inexpresividad de Majd, no sólo es en el tema laboral, sino también en el plano personal. Está a una semana de casarse con la guapa Khedija (Omnia Ben Ghali), pero a él la idea parece no importarle a pesar de que participa en los rituales previos que dicta la tradición. Él vive en Kairuán, una ciudad en el centro de Túnez con una tradición religiosa milenaria, donde se ubica la Gran Mezquita, uno de los santuarios históricos del Magrib.

Pero la boda, y de hecho todo lo que hace Hedi, ha sido arreglado por su madre, Baya (Sabah Bouzouita), una mujer que no se ha detenido a preguntarse si lo que hace es por la felicidad de su hijo o por la de ella, una de esas madres reflejadas en la letra de “Mother” de Pink Floyd (“Mama’s gonna make all of your nightmares come true / Mama’s gonna put all of her fears into you / Mama’s gonna keep you right here under her wing / She won’t let you fly but she might let you sing / Mama’s gonna keep baby cozy and warm”). De hecho, ha mandado construir la casa de su hijo arriba de la suya, para mantenerlo cerca de ella, quien ha quedado viuda y que no puede soportar que su hijo mayor, Ahmed (Hakim Boumessaoudi), viva en Francia.

Hedi, resignado a acatar las órdenes de su jefe que no le ha dado vacaciones, sale hacia la ciudad costera de Mahdia a visitar compañías. Las constantes negativas provocan que un día se quede en el hotel, casi sin turistas, y vea bailar a Rim (Rym Ben Messaoud), integrante del equipo de animadores del lugar. Hay una chispa en la mirada de Hedi que anuncia un cambio inminente. Aunque se acerca torpemente a ella, pronto empiezan una relación intensa. El cambio de Hedi es total, como si se hubiera desprendido de una venda.

Se desata el dilema moral del personaje: irse con Rim, quien está a punto de partir hacia Francia, o quedarse con Khedija, una chica sin ambiciones de la que, a pesar de conocerla desde tres años atrás, no sabe nada más allá de los intercambios de mensajes de texto y de unas cuantas palabras cada noche en el interior de su auto. El tema de si es o no la decisión correcta llevado fuera del reduccionismo del cliché de la comedia romántica o el melodrama telenovelero.

Con un nuevo empleo ya arreglado por su familia y su suegro, Hedi tendría la vida ideal de acuerdo con las convenciones sociales y la imaginación de su madre. No obstante, algo en su interior se ha movido y busca el encuentro consigo mismo y sus intereses. Ben Attia, el director que con esta película ganó el premio de mejor ópera prima en el Festival Internacional de Cine de Berlín, no hace dramas y lleva todo con un ritmo contenido y sencillo. Deja que los paisajes solitarios, los lugares desolados y los suburbios descuidados que va mostrando reflejen el estado emocional de Hedi. Que, además, sirvan para reflejar una realidad cambiante y preocupante sin dar discursos militantes de ningún tipo. Hay una breve alusión directa a la revolución de los jazmines, un breve y abierto comentario sobre su significado. Pero hay muchos comentarios más, visuales sobre todo, que hablan de desesperanza y desencanto. Y otros tantos que muestran la otra cara de la moneda y que ocurren siempre en interiores: un cuarto de hotel, un baile frenético con los ojos cerrados o el interior del mar.

Ben Attia no limita a su personaje a las posibilidades que él mismo plantea. Como buen artista, deja en el aire sus preguntas y deja que las respuestas se extiendan tanto como el espectador quiera. 

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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