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Hijos del sol – Crítica de la película de Majid Majidi

15-04-2021, 11:03:10 AM Por:
Hijos del sol – Crítica de la película de Majid Majidi

Hijos del sol, la película de Majid Majidi, es una historia desoladora que atrapa por el magnetismo de sus protagonistas adolescentes.

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La décima película del iraní Majid Majidi, Los hijos del sol, es avasallante. Es una historia desoladora que atrapa por el magnetismo de sus protagonistas adolescentes y por la construcción de una especie de película de aventuras, esperanzadora, emocionante y emotiva, pero atenazada por la realidad oprobiosa.

A lo largo de su filmografía, el director ha trabajado frecuentemente con niños, como es el caso de Baduk (1992), El padre (1996), El color del paraíso (1999) y, de algún modo, Baran (2001), que es al mismo tiempo sobre los refugiados afganos en Irán, otro tema recurrente en la filmografía de Majid Majidi y que está intensamente presente en la película Los hijos del sol.

Con reminiscencias al sencillo candor de Los niños del cielo (1997), película sobrecogedora sobre el amor filial, la inocencia y la pobreza, Los hijos del sol de Majid Majidi se centra en Ali (Rouhollah Zamani), un niño iraní de 12 años que lidera a un grupo conformado por otros tres chicos, todos ellos refugiados afganos en Irán. Primero los vemos en un estacionamiento de un centro comercial robando llantas de autos de lujo. Cuando un guardia del lugar descubre escondido a Abolfazl (Abolfazl Shirzad), quien les “echa aguas”, Ali sale en su ayuda para escapar a través de un laberinto de pasillos.

Luego los vemos en su lugar de trabajo: un taller donde arreglan llantas que es al mismo tiempo el hogar de Ali. Ahí lo busca y persigue un mensajero gandalla que lo lleva con el mafioso local Heshem (Ali Nasirian), quien le encarga un trabajo: inscribirse a la Escuela del Sol, la cual se ubica junto a un cementerio donde, le dice, hay un tesoro al que solo se puede acceder cavando un túnel desde el sótano de la escuela.

Así, cuando el director (Ali Ghabeshi) en primera instancia no acepta a los cuatro chicos, ellos hacen hasta lo imposible por quedarse, lo que logran –todo el tiempo pendiendo de un hilo su expulsión, pues Ali es bastante rudo– gracias a la intervención del subdirector, el señor Rafie (Javad Ezzati), quien representa la figura del mentor.

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Hijos del sol película Majid Majidi

Si bien hay ciertas insinuaciones a una reelaboración en tiempos actuales de la historia del joven ladronzuelo bonachón, Majidi, reconocido como una especie de continuador del neorrealismo (tanto moral como estéticamente), extirpa cualquier asomo de fantasía y hace añicos las ilusiones de los personajes y espectadores en relación con el tesoro. El cineasta recurre a los elementos típicos de películas de aventuras como Los Goonies, por ejemplo, para que la búsqueda del tesoro sea el hilo conductor aunque sin que aparezcan una banda de malosos ni genios ni princesas ni magos: solo la realidad, mucho más poderosa e infranqueable que los deseos e ilusiones. Y lo hace siempre en el filo de volverse un alegato panfletario y moralino en el que afortunadamente nunca cae.

A Ali, quien debe valerse por sus propios medios para sobrevivir, pues su madre está internada en un psiquiátrico y de su padre no sabe nada, le ilusiona encontrar el tesoro para que tanto él como sus amigos logren escapar de sus propias realidades avasallantes: las de los refugiados amontonados en edificios de viviendas minúsculas y casi derruidos, la de los niños sin acceso a la educación obligados a trabajar para ayudar con el sustento familiar en trabajos al límite de la ley, la de la orfandad literal y simbólica.

Majidi lo ilustra con las calles de la parte marginal de Teherán como locaciones, ayudado por un trabajo funcional de Hooman Behmanesh en la fotografía: las azoteas, las construcciones descascaradas y sobre todo la escuela, la locación principal del filme, territorio de cambios y transformaciones esperanzadores que se desea, aunque se sospeche lo contrario, terminen con un clásico happy end.

Y así como ocurre en el relato de Sherezada, Los hijos del sol, escrita por el propio realizador y Nima Javidi, permite acceder a historias paralelas, intensas y sorprendentes, a las que el propio Ali da pie. Está la de Zahra (Shamila Shirzad), hermana del buenazo para las matemáticas Abolfazl, vendedora ambulante en el metro, a quien Ali ayuda en una persecución policial por pasillos y andenes y en una situación mucho más complicada auxiliado por el señor Rafie. Esta situación magnifica la indignación de Rafie, quien dejando de lado el control que había mostrado, termina explotando con violencia para manifestar su inconformidad ante un sistema que responde con la mutilación simbólica a un acto de mera sobrevivencia.

La escuela, centro de esta aventura desconsoladora, sirve también para otro comentario sociopolítico de carácter crítico. Espacios como la Escuela del Sol, por lo menos en Irán, acogen a niños que de otra forma no tienen oportunidades de recibir la educación más elemental. Es dirigida por particulares que buscan apoyos de donantes privados. Hay una escena sumamente emotiva: un día, la escuela está cerrada porque el dueño del edificio quiere cobrar un adeudo de ocho meses de renta. Tras recibir la negativa a una negociación, el director ordena a sus alumnos brincar la barda para exigir su derecho a ser educados. Entonces, todo parece dar el vuelco definitivo hacia ese deseado final. Sin embargo, cuando la película está dedicada a los más de 150 millones de niños obligados a trabajar y luchar por sus derechos, no siempre podemos esperar lo mejor.
Y a pesar del desconsuelo, los cuatro chicos, todos ellos actores no profesionales, tienen el carisma suficiente para hacer de Los hijos del sol una película atrayente, emotiva, emocionante y esperanzadora que nunca deja de pisar la realidad.

Los hijos del sol forma parte de la programación de la 69 Muestra Internacional de Cine que actualmente se exhibe en la Cineteca Nacional.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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