Hillbilly, una elegía rural – Crítica de la película

El pequeño J.D. –de la película Hillbilly, una elegía rural– está harto. La vida que le tocó nunca le ha dado tregua. No hay un solo momento en que haya podido respirar en paz sin haber tenido que lidiar con una tragedia. Ya sea un colapso de su madre, la muerte de un familiar, la severidad de su abuela o la falta de oportunidades. Él simplemente ya no puede más. Y pareciera que lo mejor es abandonarlo todo de una buena vez. Pero su Mamaw, su abuela, lo reprende. Entre fumada y fumada, ella intenta hacerle ver el grave error que está cometiendo. “¿De qué sirve esforzarse?”, le pregunta él, con una mirada llena de odio. “Mi mamá era la mejor de su clase y no sirvió de nada”. “Ella se dio por vencida”, le responde la anciana, con una gran tristeza en su voz. “Ella dejó de intentarlo. Yo sé que lo pude haber hecho mejor. Pero tú tienes una oportunidad. Y tienes que decidir si quieres ser alguien en esta vida, o no”.

Hay muchas cosas que podemos comentar sobre el cine de Ron Howard. Cosas buenas y otras no tanto. Pero es difícil negar la capacidad de este cineasta para encontrar y enaltecer el corazón de sus historias. Hillbilly, una elegía rural, su nueva película, es un buen ejemplo de ello. De la mano de Netflix, el ganador del Óscar en 2002 por Una mente brillante nos presenta una historia sobre aquellos que han tenido que ser rescatados; sobre aquellos que han perdido todo, incluso las ganas de seguir luchando. 

La nueva cinta del responsable de Apolo 13 (1995) o Rush: Pasión y gloria (2013) nos hace parte del doloroso presente de su protagonista, un hombre llamado J.D. Vance. Mientras sortea su vida entre trámites burocráticos y una sobredosis de heroína de su madre, la película Hillbilly, una elegía rural echa una mirada a su pasado para tratar de comprender su presente.  

A través de Gabriel Basso y Owen Asztalos –los rostros de J.D. en su etapa adulta e infantil, respectivamente, y una de las grandes sorpresas de la cinta–, así como de una siempre contenida pero sorprendente Haley Bennett (El diablo a todas horas; La chica del tren), terminamos por entender cómo es que esta familia ha quedado atrapada en un callejón que hoy no les permite respirar. 

Sin llegar a ser una crítica profunda, la película Hillbilly, una elegía rural señala ese lado despiadado del llamado sueño americano. En esta película, Ron Howard nos lleva por una “tierra de oportunidades y libertad” que ha abandonado a su gente en sus momentos de mayor necesidad. Aquí estamos, por ejemplo, frente a un exmilitar de la guerra en Afganistán que vuelve a su país y debe tener tres trabajos para poder pagar sus estudios universitarios. También ante una enfermera drogadicta que, después de trabajar por años en un hospital, no puede seguir recibiendo atención por falta de un seguro médico. Con ellos, nos situamos  en un abismo donde la gente sobrevive gracias a cupones de comida y a la buena voluntad de los demás. La desesperanza que nos rodea es tan grande que parece que aquí, ya no hay nada por lo que valga la pena luchar.

Con esta adversidad como telón de fondo, esta película se convierte en el mejor escenario para que sus dos actrices estelares brillen como lo han hecho a lo largo de los años. Quizás estamos ya en un momento en el que calificar el desempeño de Glenn Close o de Amy Adams con palabras como “sorprendente” o “desgarrador” sea un poco innecesario. Si bien su trayectoria no ha sido del todo impecable, su filmografía ha demostrado una y otra vez ese talento poderoso con el que nos han conquistado. 

En Hillbilly, una elegía rural, Glenn Close da vida a una anciana que, aunque ha lidiado con un gran dolor a lo largo de su vida, no tiene permitido dejarse caer. Amy Adams, por su parte, encarna a una madre soltera cuya inestabilidad emocional la lleva a involucrarse en el mundo de las drogas. Aquí estamos en una espiral de drama y de dolor que arrastra hasta el fondo a sus protagonistas. 

Escribo estas letras habiendo escuchado y leído un sinfín de comentarios negativos hacia esta película. Un gran número de críticos –la mayoría de Estados Unidos– han señalado a Hillbilly, una elegía rural como una cinta sobre pornomiseria. Para muchos, este drama digno de una película de Hallmark –desconozco si ese canal de TV siga operando– muestra una forma grotesca de diseñar una película solo para que sea aplaudida en la temporada de premios. Hay algo de razón en ese tipo de afirmaciones, desde luego. Sin embargo, como ya lo he mencionado, hay un poco más allá de las aspiraciones evidentes de la cinta.

A lo largo de los años, hemos visto una infinidad de cintas que repiten esa “fórmula secreta” que garantiza premios y aplausos en el Óscar y otras ceremonias. No hay duda que Hillbilly, una elegía rural sigue minuciosamente esa lista de pasos que buscan colocarla en la mira de los galardones y son esas ambiciones las que terminan dañando un poco su ejecución final. 

El drama de esta historia es tal que nunca hay tregua para sus personajes ni tampoco para los espectadores. En una cinta de cerca de dos horas –musicalizada por el gran Hans Zimmer junto a David Fleming (Blue Planet II)– hay algunos momentos de tensión que incluso podrían llegar a cansar a las personas frente a la pantalla. Sin embargo, es ese dolor el hilo conductor de la trama y su ausencia, convertiría a Hillbilly, una elegía rural en una película más del montón que trata con condescendencia y demasiada sutileza a una sociedad que difícilmente gusta verse retada y señalada por la pantalla.    

Es claro que la vida nunca ha sido fácil para nadie. Algunos quizá han tenido la suerte de tener un camino mucho más tranquilo que otros. Sin embargo, todos hemos estado en un momento en el que la desesperanza intenta asfixiarnos. Es ahí cuando uno debe agarrarse de las pocas fuerzas que le queden o de mirar hacia arriba y sujetarse de una mano que intenta rescatarnos. Mientras la crítica discute sobre una cinta con claras ambiciones para alzarse con uno o varios premios Óscar, el público encontrará una historia dedicada a aquellos que han logrado sobreponerse a la adversidad. 

Hillbilly, una elegía rural no es la mejor película de Ron Howard ni tampoco una que lo traiga de vuelta a sus años de gloria. Sin embargo, es una cinta más de una filmografía de manufactura impecable que ha logrado trascender el tiempo con sus historias y sus miradas. Y eso es algo que ni todos los premios del mundo logran garantizar.

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Arturo Magaña Arce Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.