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Cine

Jirón de niebla

23-11-2016, 6:52:28 PM Por:
Jirón de niebla

Desde la tumba, Carlos Enrique Taboada sigue buscando un heredero en el cine de horror mexicano. Pero este nuevo intento vuelve a ser insuficiente.

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Las tétricas maldiciones que protagonizan y sobrevuelan el cine de Carlos Enrique Taboada parecen extenderse más allá de la obra del cineasta desaparecido hace dos décadas. Como presas de un conjuro, todos los intentos por actualizar sus guiones en versiones contemporáneas –Hasta el viento tiene miedo (2007), El libro de piedra (2009), Más negro que la noche (2014)– terminan por quebrarse en fracasos artísticos, merecedores del repudio de los incondicionales del director de Veneno para las hadas.

Aunque su saldo final no sea más meritorio que el de aquellas, un proyecto como Jirón de niebla (2015) tiene a su favor la carta de la especulación: basado en un guion maldito de Taboada que nunca llegó a ver la luz, la cinta dirigida por Julio César Estrada mide su distancia frente al libreto original e intenta una versión libre, con atisbos de una estética propia y, de vez en cuando, afortunada. Y es que un hijo problemático es menos notorio cuando carece de un hermano mayor (ejemplar) con el que pueda compararse.

No obstante, Daniel (José Ángel Bichir), protagonista de Jirón de niebla, cumpliría con cualquier estándar para medir una infancia traumática. Testigo del suicidio de su madre a una edad temprana, es adoptado por una tía (María Rojo) dispuesta a descargar sobre el huérfano todo el rencor que acumuló contra su difunta hermana. En un arranque, el joven termina por asesinar a su tétrica tutora, solo para empezar a recibir mensajes desconcertantes, firmados… por ella misma.

Confeccionada por un equipo técnico casi debutantes –en donde destaca, eso si, el veterano editor Óscar Figueroa, responsable del montaje de La mujer de Benjamín (1991) o El crimen del Padre Amaro (2002)–, Jirón de niebla muestra dificultades para alejarse de los usos y costumbres del cine de horror basado en el susto efectista y el brinco desprevenido. Para ser justos, su confección de atmósferas inquietantes es más meritoria: durante su primera parte, la iluminación, dirección de arte y diseño sonoro denotan una sensibilidad que rebasa la media en producciones del género. Si la segunda mitad tropieza con sus propios pies y sabotea sus propias intenciones es, imagino, debido a que sus autores han invertido más horas estudiando a Wes Craven que a Roman Polanski. Para evitar resbalar en el ridículo, un argumento ambivalente como el de Jirón de niebla –mitad amarillista, mitad sofisticado– requería un temperamento más cercano a El bebé de Rosemary que a, digamos, Sé lo que hicieron el verano pasado. Los mejores momentos del cine de Taboada entrañan una lección que bien debería ser aprovechada por sus adaptadores modernos: aunque es evidente que cintas como Rapiña o El libro de piedra son cine de género, popular o de consumo generalizado, son también caballos de Troya que encierran ideas, intuiciones y lecturas entre líneas, algunas más inquietantes que la propia trama de horror que vemos en la superficie. Mientras los hacedores de remakes desdeñen esta perspectiva y se limiten a calcar aquello que nos hace brincar desprevenidos, las aproximaciones a Taboada se quedarán siempre a medio camino.

Aunque su postulación al Ariel en la categoría de Mejor guion adaptado es problemática al enfrentar competencias tan desiguales como Las Aparicio (¿de verdad?) o (la encantadora) Almacenados, es la nominación de Arcelia Ramírez como actriz de reparto la que justifica la presencia de la cinta en la noche de los premios, pues son Ramírez y una enloquecida María Rojo quienes dan la nota más alta en una película generalmente mediana, irregular e insuficiente.

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autor Periodista, cinéfilo y lector compulsivo, conductor en Mi cine tu cine (Once TV), locutor, jazzero y tragón. Miembro de la Semaine de la Critique de Cannes en 2014 y del Berlinale Talents Press. Estando antes en París, pasaba más tiempo dentro del cine que afuera, así que volví a la Ciudad de México en donde el cine es más barato y, digan lo que digan, se come mejor.
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