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Cine

Judy – Crítica

17-01-2020, 9:11:28 PM Por:
Judy – Crítica

Judy es una película para el lucimiento de una actriz estupendamente elegida como Renée Zellweger, que hace un trabajo estupendamente bien... pero nada más.

Cine PREMIERE: 2.5
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Vehículo de lucimiento de Renée Zellweger, Judy, opus número tres del más que nada director teatral Rupert Goold, adapta la obra End of the Rainbow del dramaturgo Peter Quilter para centrarse en el último año de vida de la icónica actriz Judy Garland, sobre todo en sus últimas presentaciones en Londres.

Sostenida básicamente en la soberbia actuación de Zellweger –nominada al Oscar a Mejor actriz y ganadora del Globo de Oro en la misma terna– y aprovechando el quincuagésimo aniversario de la muerte de quien fuera protagonista de El mago de Oz (1939), la película tiene una narrativa entorpecida por insulsos flashbacks de la joven Judy (interpretada por Darci Shaw) sometida al implacable régimen autoritario de Louis B. Mayer (Richard Cordery), lo que la convierte en adicta a las pastillas. Ambos personajes terminan por sentirse insulsos, porque casi todo el resto del elenco carece de profundidad y porque a Zellweger le bastan unas cuantas líneas para delinear esa vida de pesadilla sin necesidad de las miradas narrativas al pasado.

Renée Zellweger es ovacionada por su trabajo en Judy durante el TIFF

En Judy, Zellweger interpreta a una Garland decadente, de cuarenta y tantos, alcohólica, quien hace presentaciones al lado de sus hijos Lorna (Bella Ramsey) y Joey (Lewin Lloyd) rodeada de fama, pero sin un hogar a donde llegar. Así que cuando le cancelan su habitación en un hotel tiene que irse en plena noche con el papá de sus hijos Sid Luft (Rufus Sewell), quien entonces le reclama la custodia para darles estabilidad a los chicos. Ella, sin dinero, acepta al fin la propuesta de ir a Londres, sola, para hacer una temporada larga en un teatro. Sus últimos conciertos en Londres.

Zellweger canta todas las canciones en números que refieren a su interpretación en el teatro. Sin necesidad de imitar a Garland, pues la voz de ella no estaba en su mejor etapa, la actriz lo hace de manera espectacular, con una emotividad que realmente se logra transmitir y que va cambiando conforme los sucesos la van afectando. Y consigue darle forma a los gestos de Judy, a esa fragilidad, a esa inestabilidad emocional, a esa ira y a esa depresión inmensa que la acoge con un parecido físico conseguido por el maquillaje y el vestuario además de la gestualidad. Garland pasa de la felicidad más absoluta –como haber conocido a Mickey Deans (Finn Wittrock), quien se volvió su quinto marido–, hasta el completo desamparo emocional, como cuando sale al escenario alcoholizada.

Los números musicales muestran la capacidad interpretativa de Zellweger, quien cantó clásicos de Garland como “I’ll Go My Way by Myself” o “Come Rain or Come Shine”, en escenas realmente efectivas. Sin embargo, “Somewhere Over the Rainbow”, aunque igualmente emotiva, es el ejemplo de las partes en las que cojea esta cinta. Por un lado, el excesivo sentimentalismo; por otro, una ejecución que peca de repetitiva, cansada y asfixiante en un afán por tener una plasticidad cinematográfica aun en sus escenas más teatrales.

Judy es un vehículo de lucimiento para Zellweger, sin duda, que desaprovecha a actores como Michael Gambon y que apenas si tiene soportes interesantes como Jessie Buckley, quien hace el papel de Rosalyn, la encargada de la actriz durante su estancia en Londres. En resumen, ésta es una película para el lucimiento de una actriz estupendamente elegida que hace un trabajo estupendamente bien… pero nada más.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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