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El amor de Guillermo del Toro en La forma del agua

04-03-2018, 8:46:13 PM Por:
El amor de Guillermo del Toro en La forma del agua

La forma del agua es la consagración del director mexicano Guillermo del Toro. Con ella lleva su cine fantástico a la cúspide, desde donde nos habla del amor y la aceptación del otro y nos recuerda lo que ya intuíamos en el cine de criaturas: que los verdaderos monstruos están en el mundo real.

Caía la noche en Venecia. El calendario marcaba 9 de septiembre de 2017. En la ceremonia de clausura, una muy sonriente Annette Bening anunciaba el ganador del codiciado León de Oro. Seis palabras después, el corazón de todo un país y de millones de fans alrededor del mundo se llenó de alegría. La forma del agua, de Guillermo del Toro, le daba por primera vez dicho galardón a un cineasta mexicano y colocaba al cine fantástico en el lugar más alto de la cinematografía.

“Tengo 52 años, peso 136 kilos y he hecho diez películas”, dijo el mexicano al recibir su premio. “Hay un momento en la vida de un narrador, de un contador de historias, en el que lo arriesgas todo para hacer algo distinto. Este premio se lo dedico a cualquier director joven mexicano o latinoamericano que sueña con rodar algo en el género fantástico, como cuento de hadas o parábola, y se enfrente a muchas personas que les digan que no se puede. Yo les digo que sí se puede”.

Guillermo se encontraba profundamente conmovido y sus seguidores también. Sus últimas palabras –con la voz entrecortada– fueron: “Creo en la vida, creo en el amor y creo en el cine. Y me voy de este escenario lleno de vida, amor y cine. Gracias”. Aquella noche, el camino de La forma del agua había encontrado su cauce. Lo que vendría, estaría lleno de éxito, admiración, aplausos, muchos reconocimientos y la consagración de un autor cinematográfico.

“Fue un momento bien conmovedor y muy potente para mí”, nos confesó el cineasta durante nuestro encuentro en la edición más reciente del Festival Internacional de Cine de Morelia. “[La forma del agua] me da la esperanza de que, llegue a donde llegue, lo hace siendo una película mía. No tuve que hacer algo sobre la vida de Napoleón, o de alguna problemática social, por ejemplo, para llegar a un premio. No tuve que cambiarme. La hice de lo que yo quería, como yo quería; y esa aceptación me renovó. Fue un pacto muy grande conmigo mismo y con el quehacer del cine”.

En las montañas de la locura

Tras La cumbre escarlata y la ola de críticas encontradas que provocó a su estreno en 2015, distintas situaciones en la vida de Guillermo lo llevaron a tomarse un respiro y ver qué rumbo quería tomar. “Para mí fue un chingadazo que, como la hice por $50 y tantos [MDD], la película se tuviera que vender como una cinta de terror. Eso la dañó mucho en su contacto con el público y de una manera profunda para mí”.

La cinta protagonizada por Mia Wasikowska, Jessica Chastain y Tom Hiddleston recaudó poco más de $74 MDD en taquilla. “Ahí fue cuando dije ‘¿sabes qué? Voy a hacer la película que yo quiera, pero con el presupuesto que se necesite para que se venda como lo que es’. Y al hablar con Fox Searchlight, les pregunté que cuánto me daban por esta cinta. Me dijeron que $19.5 MDD… o $16.5 MDD si era en blanco y negro”, nos dijo sonriendo.

Con el reto de crear una fantasía acuática insertada en el mundo gris de los años 60, y con un presupuesto no tan generoso, Guillermo logró levantar la que es considerada ya su mejor cinta desde El laberinto del Fauno. Así lo ha afirmado la crítica internacional, que ha aplaudido la forma en la que Del Toro presenta la relación de amor de una mujer (Sally Hawkins) con una criatura peculiar, misma que se ha descrito como un cuento de hadas para adultos.

Para él, antes de La forma del agua, su trayectoria siempre fue “Guillermo chiquito jugando con monstruos y robots. Guillermo chiquito sintiéndose fantasma en un orfanato. Guillermo chiquito pensando en los cuentos de hadas. Y dije: bueno, ¿y el pinche Guillermo grandote qué, cabrón? ¿De qué quieres hablar a los 53 años, güey?’ El resultado es esta película. Para mí es muy personal. El acto creativo es un acto vital, es algo que te lleva todo el ser. Es lo que hago y es lo que me define”.

“Lo que antecede a la acción, es la reflexión”, continuó. “Y lo que antecede a la reflexión, es la depresión, cabrón (ríe). O sea, si tú no te deprimes, no estás pensando. No te digo que debas estar deprimido perpetuamente, pero es un ciclo. Necesitas bajar para subir. Es simplemente orgánico. Y lo que vino después de La cumbre fue muy difícil. Y es un momento en el que te planteas ya no lo que vas a hacer como cineasta, sino como persona”.

Guillermo, con esa sonrisa que contagia, afirmó también que está “acostumbrado a que a veces las cosas suceden, y a veces no. Soy un gordo raro que hace películas raras y que hago las historias que quiero. No le pido a nadie permiso para hacerlas. Las hago cuando se puede”.

El amor en la mirada

Durante nuestro encuentro en Morelia, Guillermo accedió a una pequeña sesión de fotos para Cine PREMIERE. Ahí, con nuestra cámara frente a su rostro, el cineasta prefirió cerrar los ojos hasta el disparo del obturador, pues hace mucho tiempo se dio cuenta de que hay algo muy interesante en la mirada, que se pierde si le pides a alguien que mire hacia cierto lugar. “Así se ve natural; se ve real”, dijo, segundos después de abrir los párpados y mirar fijamente a nuestra lente. Viéndonos con esos ojos verdes –que con sus anteojos se veían más grandes y entrañables– recordó en voz alta que fue la mirada de Sally Hawkins lo que inició este viaje de amor.

“Yo escribí el personaje [de Sally] como cuando un autor compone una canción para un cantante”, nos contó Del Toro. “Si tú quieres hacer un tema para una voz concreta, oyes todo lo que ha hecho. Y yo vi toda su filmografía. Pero lo que me convenció de ella fue su mirada. Un día veía una película que se llama Submarino, y ella hace un personaje secundario que miraba todo de una forma hermosa. ‘Qué bonito es que alguien actúe así, con los ojos’, pensé. Cuando hago un casting, me fijo mucho en los ojos. Si te fijas en la película, los ojos de Octavia Spencer o los de Michael Shannon te dicen algo distinto a los de Sally. Los de ella son como notas musicales”.

Previo a nuestro encuentro en Morelia, el cineasta visitó el prestigiado festival de Sitges, en Cataluña, España. Ahí reveló una curiosa anécdota que marcó el rumbo de La forma del agua. “En una fiesta de los Globos de Oro [en 2014], Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu me dijeron: ‘¡Hoy nos vamos a poner bien pedos!’. Y yo dije ‘ok, pues voy a empezar’ y me tomé 14 tequilas. Luego les dije ‘¿ya empezamos?’ y ellos me respondieron: ‘No, no. Decidimos que mejor ya no’. (ríe). Pero, de repente veo a Sally Hawkins y le dije: ‘¡Estoy escribiendo una película en la que te enamoras de un pescado!’. Y ella sólo dijo ‘¡Maravilloso!’”.

De la mente que nos ha llevado por historias de vampiros, fantasmas, cuentos de hadas, robots y seres mitológicos, surgió así una fábula ubicada en 1962, en medio de la Guerra Fría. Ahí, en los oscuros y recónditos laboratorios en donde EE.UU. buscaba la siguiente gran arma para derrotar a la URSS, Del Toro imaginó una de las historias de amor más peculiares que el cine ha visto.

El monstruo de la laguna negra (Dir. Jack Arnold, 1954) marcó a un muy joven Guillermo del Toro, quien, al momento de ver dicha cinta, pensó que “aquella criatura era la más hermosa que jamás había visto”, le dijo el cineasta a The Hollywood Reporter. “Y lo vi nadando debajo de Julie Adams y amé cómo esa criatura estaba enamorado de ella. Sentí enormes deseos de ver que terminaran juntos. Por supuesto, eso no sucedió”. Al menos no ocurrió en la pantalla grande, porque en la mente de Guillermo –y en sus cuadernos de dibujo–, el monstruo y Julie vivieron felices por siempre. “Los dibujé comiendo helado; pedaleando una bicicleta doble; cenando…”, afirmó.

Con una carrera cada vez más exitosa, Del Toro intentó en varias ocasiones realizar su propia versión amorosa de dicho monstruo, sin poder conseguirlo. “Cuando tenía 30”, recordó el cineasta a THR, “fui a Universal y les dije: ‘¿Podemos hacer la película desde el punto de vista de la criatura?’. No les pareció. Y yo insistí: ‘Creo que ellos deberían estar juntos’. Tampoco les pareció”, reveló.

De acuerdo con el medio citado, fue hace algunos años –en 2011 para ser exactos– cuando el mexicano se reunió con Daniel Kraus –coguionista de Trollhunters– y le preguntó sobre lo que estaba trabajando. Él respondió que estaba escribiendo una historia en la que un empleado de servicio de una instalación secreta del gobierno descubre una criatura y se la roba. “Pensé: ‘¡Eso es!’ y le pregunté a Daniel si podía tomar su idea. Literalmente le pregunté si podía comprar esa parte de la historia e hicimos un trato. Así empecé a trabajar en el guion”.

La cinta comenzó a tomar forma, y al argumento de la Guerra Fría se le unió lo que Guillermo ya tenía en papel. Fue así como germinó la historia de Elisa (Hawkins), una empleada de servicio de una instalación gubernamental, que descubre una peculiar criatura de la que se enamora perdidamente.

Una fábula política y de amor

“Siempre he creído que la fantasía es un género muy político”, afirmó el cineasta en la presentación de La forma del agua en Venecia, como reportó El País. “Muchos de nosotros tenemos ideas fijadas y el cuento de hadas es un antídoto, una forma de llegar a las emociones. Quería que la película fuera precisamente emociones e imágenes, más que palabras”, agregó.

Y así, con una historia en la que Sally Hawkins nos dice todo sin una sola palabra; en la que Michael Shannon muestra la incapacidad humana de aceptar el fracaso; y en donde Octavia Spencer, Richard Jenkins y Michael Stuhlbarg nos ilustran el gran poder de la solidaridad y el amor –aun en los tiempos más oscuros–, es como Guillermo entrega la que es quizá la película más aplaudida y satisfactoria de su carrera. “Para mí, El espinazo del diablo me derrumba; El laberinto del Fauno es dolorosísima. Y ésta es una declaración de amor al amor y de amor al cine”, dijo en Morelia.

El mensaje más poderoso de esta historia es que el agua, como el amor, no tiene forma. Y ese amor que vemos en pantalla es equiparable al que el mundo le tiene desde hace mucho a Guillermo del Toro. “Guillermo ya es un punto de referencia en el cine universal”, nos dijo Alfonso Cuarón, también en el FICM. “No en el cine mexicano ni en el cine de fantasía. Y La forma del agua será un marco de referencia, no en el género, sino en la historia del cine”.

(Una versión de este artículo fue publicado en Cine PREMIERE #280)

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autor Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.
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