La habitación – Crítica
La habitación se convierte en una muestra del talento mexicano en la actualidad y de lo que puede lograr cuando se une.
Hablar de México es referirse a un país lleno de historias; algunas pueden desarrollarse en un mismo lugar y ser completamente diferentes unas de otras. En donde te encuentras parado en este momento leyéndonos, ha ocurrido una gran cantidad de sucesos, algunos emocionantes; otros, no tanto. Pero es muy interesante saber que, de alguna u otra forma, todas forman parte de la idiosincrasia de nuestra gente.
Ese es el punto medular de La habitación –no confundir con la cinta homónima de Lenny Abrahamson de 2015, Room–, una película mexicana dirigida por ocho de los directores más talentosos de nuestra industria en la actualidad: Carlos Carrera, Daniel Giménez Cacho, Carlos Bolado, Ernesto Contreras, Alfonso Pineda-Ulloa, Alejandro Valle, Iván Ávila Dueñas y Natalia Beristáin. (El orden mencionado obedece a los cortometrajes que cada uno realizó).
Todos ellos tomaron un gran pedazo de México –específicamente de los últimos 100 años– y lograron diseccionarlo en ocho episodios distintos. Aquí, sin embargo, no estamos frente a una lección de historia ni a una ficción que nos narre la evolución de nuestro país. Lo que estos ocho talentosos directores fue construir relatos a partir de los sucesos más trascendentes del último siglo que muestran la actualidad de cada momento.
El viaje –escrito en su totalidad por la guionista María Diego Hernández– inicia con los albores de la Revolución Mexicana y termina con nuestro país como un refugio de los desplazados a causa de la violencia. Pero en el camino pasamos por momentos como aquel octubre de 1968 o el terremoto de 1985. Momentos que, de alguna u otra forma, han dejado una huella imborrable en la esencia de nuestro país.
Hacía mucho tiempo que no se veía en México un proyecto antológico como La habitación. Si bien ha habido producciones recientes como México Bárbaro, aquí vemos la conjunción de prácticamente lo mejor del cine mexicano en la actualidad en una cinta con altos valores de producción.
Para muestra, no sólo los nombres de sus cineastas involucrados, sino de actores como Kristyan Ferrer, Sofía Espinosa, Noé Hernández, Mauricio García Lozano, Dagoberto Gama, Úrsula Pruneda, Verónica Langer y Luis Alberti, entre otros. La lista sigue con Carlos Y. Jacques (Spectre) a cargo del Diseño de producción; Jan A.P. Kaczmarek –ganador del Oscar por Descubriendo el país de nunca jamás en 2005– o hasta Bogumil Godfrejow o Guillermo Granillo a cargo de la fotografía.
Pero es en la construcción de su guion, y en parte también en su edición, en el que el filme encuentra sus principales fallas. Aunque cada historia logra desarrollarse de principio a fin, el tiempo de cada una las obliga a mostrarse de forma muy apresurada. Estamos hablando de un filme de dos horas construido por ocho cortometrajes, lo cual impide profundizar más en sus personajes y en el contexto en el que se desarrollan.
A pesar de ello, La habitación se convierte en una gran apuesta del cine mexicano por volver a este tipo de proyectos que hace muchos años sirvió como escaparate para impulsar a grandes talentos. El mejor ejemplo podría ser Fe, Esperanza y Caridad, de 1974, cinta construida con cortos dirigidos por Alberto Bojórquez, Luis Alcoriza y Jorge Fons, en una época en la que una pelea entre los sindicatos impedía que todos filmaran largometrajes y que gracias a este tipo de series, el publico mexicano vio crecer a sus nuevos grandes cineastas.
Sabemos que ya viene la segunda entrega de México Bárbaro y que se está preparando una antología de historias de ciencia ficción titulada Aztec. Mientras, La habitación se convierte en una muestra del talento mexicano en la actualidad y de lo que puede lograr cuando se une.
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Arturo Magaña Arce Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.
