La Nostalgia del Color
La pantera negra (Iyari Wertta, 2010) es, quizás, la cinta más peculiar que se vaya a ver en MÓRBIDO este año: una aseveración que, tratándose de este festival en particular —y sabiendo que The Human Centipede (Tom Six, 2009) se proyecta esta noche de sábado—, es ya decir bastante. Un homenaje simultáneo al cine de […]
La pantera negra (Iyari Wertta, 2010) es, quizás, la cinta más peculiar que se vaya a ver en MÓRBIDO este año: una aseveración que, tratándose de este festival en particular —y sabiendo que The Human Centipede (Tom Six, 2009) se proyecta esta noche de sábado—, es ya decir bastante.
Un homenaje simultáneo al cine de la Época de Oro, el film noir a la manera de Lynch y la obra del infame Juan Orol, la película da cuenta de las peripecias de Nico Beamonte, un detective privado alcohólico y desencantado que, en la mejor tradición del cine negro, encuentra en la búsqueda del felino en el título no sólo platillos voladores, lesbianas del espacio exterior, un Pedro Infante que vuelve a la vida de la criogenia y al mismo Dios —encarnado nada menos que por Mario Almada—, sino también su eventual redención.
Filmada en blanco y negro, lacónica y críptica en su narrativa y felizmente ajena a las incongruencias que la pueblan —un drama de época, la historia parecería tener lugar en la década de los cuarenta, a pesar de que el auto que maneja Nico es más bien sesentero y, de hecho, el Distrito Federal del s. XXI puede apreciarse claramente en segundo plano—, quizás la película no se ganaría la aprobación de la crítica más rigurosa, aquella más interesada en juzgar los méritos artísticos y formales de una película. Sin embargo, y como nuestro buen amigo Agustín “Oso” Tapia decía ayer, La pantera negra resulta la perfecta adición al cánon de MÓRBIDO: una cinta hecha por y para los amantes del cine de género, repleta de referencias aptas sólo para clavados y definitivamente memorable.
También filmada en blanco y negro —pero un blanco y negro reminiscente de cintas como Sin City o The Spirit, salpicado aquí y allá de detalles de color que acentúan aún más el mood de la película—, otra cinta que parecería rescatada de otra época es El purgatorio (Roberto Rochín, 2009), una colección de historias adaptadas de cuentos de Juan Rulfo que, compuesta a manera de collage, se vale lo mismo de materiales de stock y efectos digitales para dejarnos una sensación de añoranza, de pérdida y tragedia.
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