Lo mejor está por venir – Crítica

César y Arthur fueron amigos durante gran parte de sus vidas pero, por alguna razón, ahora están distanciados. A pesar de esto, cuando el primero tiene un accidente que lo manda al hospital, recurre con naturalidad al segundo para pedirle ayuda. Sin necesidad de ahondar demasiado en las razones de su distanciamiento –¿qué amistad está exenta de rupturas y distensiones?– , somos testigos de este reencuentro atropellado y, hasta cierto punto, forzoso, que no sólo les recordará los buenos viejos tiempos, sino también los hará encarar sus respectivos demonios.

El momento en que Arthur (Fabrice Luchini) le brinda su apoyo a César (Patrick Bruel) detona una serie de enredos que pretende combinar la comedia con lecciones de vida muy evidentes –hay que vivir cada día como si fuera el último–. Arthur recibe por error un diagnóstico fatal que en realidad le corresponde a César y, al no saber cómo decírselo, se sumerge gradualmente en un montón de mentiras cada vez más absurdas. Esto se convierte en un pretexto para hablar de la amistad, el perdón y la inminencia de la muerte, todo con un ritmo cómico muy efectivo. Lo mejor está por venir –por si acaso el título no fuera suficientemente obvio– es una cinta de ésas que uno va a ver para conmoverse mientras ríe un rato: no pretende ser más que eso y cumple con sus pretensiones.

La dinámica entre los dos protagonistas es tal vez el aspecto más memorable de esta cinta. No es nada nuevo decir que las amistades entre hombres han sido estereotipadas tradicionalmente en el cine: los hombres pueden ser amigos pero no deben mostrarse demasiado cariño, rara vez sacrifican hablan de sus sentimientos entre ellos, se enfocan en perseguir a la mujer deseada pero al final se mantendrán juntos porque sus vínculos son irrompibles… En este caso, la relación entre estos dos amigos, a raíz de su historia compartida, es cómoda, estrecha, familiar. Se trata de dos hombres que, tras haber vivido un sinfín de experiencias y aprendido un sinfín de lecciones, con la desfachatez y comodidad que vienen con la edad, pueden tomarse de las manos, besarse, o incluso ensayar técnicas de ligue juntos.

Lo mejor está por venir, a pesar de eventualmente regresar a los lugares comunes –los protagonistas no pueden evitar hablar de las mujeres en su vida de manera que las despojan de cualquier capacidad de decisión, por ejemplo– por instantes se permite explorar la dimensión puramente afectiva de este vínculo. En ese sentido, esta cinta entra en territorios clave para estos tiempos: contrario a tanto de lo que hemos visto una y otra vez en las pantallas, los cuidados, el amor y la ternura sincera entre hombres adultos son posibles.

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Ana Laura Pérez Flores Gryffindor con ascendente Ravenclaw. Soy crítica, editora, traductora y feminista de tiempo completo. Edité la revista Icónica durante varios años. Ahora estudio diseño editorial, edito libros en Cal y Arena y coordino Ya Es Hora.