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Cine

Los hambrientos (Les affamés) – Crítica

01-10-2018, 10:00:49 AM Por:
Los hambrientos (Les affamés) – Crítica

Robin Aubert crea un thriller de horror sobre zombies sustentado en silencios y un predominante lenguaje visual.

Cine PREMIERE: 4.5
Usuarios: 1.5
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Uno de los aspectos más valiosos sobre Un lugar en silencio fue la manera en que John Krasinski hizo escalar una historia de suspenso desbordante con base en un contundente lenguaje visual. Esta predominancia de la imagen se debía a dos causas: la sordera de la hija mayor de su personaje (un hombre de familia tratando de mantener a salvo a sus seres queridos) y al hecho de que los invasores alienígenas cazaban a sus presas a través del más mínimo ruido. Otro filme artesanalmente hilvanado con ausencia de diálogos, insumos de thriller y ciencia ficción es Los hambrientos (Les affamés), producción canadiense francófona, una incubadora de horror dentro del subgénero de zombies pero bajo la perspectiva del cine autoral.

Robin Aubert escribe y dirige la historia de un grupo de sobrevivientes de una pequeña villa en Québec, donde algo –nunca se explica el origen distópico– ocasiona la conversión de los seres humanos en veloces y hambrientas bestias caníbales y autómatas que responden únicamente al instinto de caza. Para sobrevivir, estos niños (Charlotte St-Martin), hombres “cómicos” (Marc-André Grondin), mujeres temerarias (Monia Chokri), ancianos dolientes (Micheline Lanctôt), entre otros, conforman una incipiente comunidad, pues en solitario la supervivencia se antoja imposible.

Entre ellos se forman esos lazos afectivos que sólo pueden formarse a partir de una experiencia traumática, de un escenario de vida o muerte. Sin embargo, el cineasta también desmenuza la desconfianza en el otro que pudo ser mordido, el asesinato de los seres queridos –ya sea por miedo o por piedad–, el abandono del indefenso cuando lo único que queda es huir, y la paranoia, acompañantes ineludibles de una realidad apocalíptica.

No obstante, ensalza el sacrificio –esa cualidad de lo humano que prevalece hasta el último momento antes de dejar de existir o sucumbir ante la mordida ajena– o el duelo, pues como indica uno de los personajes: “Cuando despiertas y lo primero que haces es matar a alguien, sabes que el mundo es otro”.

Pero a diferencia de ciertos filmes del subgénero, irónicamente carcomidos por el cliché de los sobrevivientes envueltos en un halo de esperanza, la de Los hambrientos es una visión pesimista, pues la transformación o la muerte parecen ser cuestión de tiempo. La indiscutible paradoja de su filme es que pese a la atmósfera de desolación existencial utiliza la figura del niño como símbolo de futuro, pues es ahí, en la inocencia, donde se concentra lo mejor de la humanidad. Lo mismo hizo Alfonso Cuarón en Los niños del hombre, otra historia ambientada en un mundo derruido.

Si bien deja algunas incógnitas abiertas y el diseño de los zombies es convencional –son tan veloces como los de Danny Boyle en Exterminio, por ejemplo–, Los hambrientos no cae en la farsa de los sustos gratuitos emanados de efectos de sonido abruptos, pues el silencio es su mayor aliado, al igual que el de los personajes. No pueden hacer ruido, no deben llamar la atención y requieren limitar sus parlamentos a lo mínimo indispensable.

Incluso, el constante uso del plano fijo y del primer plano le adjudican un elemento intimista envolvente. Hay un par de escenas de innegable genialidad en la cual una cámara voladora se eleva por los aires en ángulo cenital y toma los árboles que conforman el bosque donde se resguarda la hecatombe. A la distancia parece una vista apacible, pero de pronto se escuchan los clamores aterrados de nuevas víctimas que nos devuelven a la realidad: la pandemia y la muerte permanecen.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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