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Cine

Los hijos del rey – Crítica

21-12-2018, 4:04:23 PM Por:
Los hijos del rey – Crítica

Los hijos del rey retrata una época de moral decadente y de un aferramiento a estructuras insostenibles al tiempo que elabora un relato sobre la fragilidad humana.

Cine PREMIERE: 3
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Marc Dugain no puede escapar de sus orígenes literarios y ha basado su cuarta película como director (Los hijos del rey) en la novela de Chantal Thomas L’échange des princesses. Una historia de época ubicada en 1721, en un periodo turbulento entre las coronas de Francia y España, que han mantenido una guerra insostenible para ambos reinos. Por eso, Felipe de Orleans (Olivier Gourmet, actor fetiche de los Dardenne), el regente de Francia y principal ostentador del poder, pues Luis XV (Igor van Dessel), el rey, es apenas un niño, fragua un plan para calmar los ánimos: concertar dos matrimonios. El primero es el de Luis XV con Mariana Victoria de Borbón, la Infanta de España (Juliane Lepoureau, sobresaliente) de apenas cuatro años, y el otro, el de su propia hija (Anamaria Vartolomei) con el príncipe de Asturias.

Con esos movimientos pretende no sólo el apaciguamiento de la belicosidad, sino tener el control absoluto del poder en ambos reinos, pues está seguro de los ánimos cambiantes del rey español, Felipe V (Lambert Wilson, alguna vez considerado para ser el 007).

En Los hijos del rey, un título en español de difícil explicación lógica, Dugain hace una recreación de los suntuosos espacios palaciegos, con toda su excentricidad desbordada, para referir una época de moral decadente y de un aferramiento a estructuras insostenibles sin necesidad de plasmarlo en imágenes viscerales, sino a partir de situaciones de contenida sobriedad. Al mismo tiempo, elabora un relato sobre la fragilidad humana pues, luego del intercambio, que ocurre solemnemente en la Isla de los Faisanes, frontera entre ambos reinos, es evidente que las cosas no saldrán de acuerdo a las pretensiones del regente.

los hijos del rey

La película no tiene propiamente un clímax y tampoco un conflicto. Como la trama se anticipa prácticamente desde el principio, lo que mantiene el interés es la puesta en escena y el desarrollo de los personajes de las dos nuevas reinas. Si bien el título original de intercambio de princesas podría referir a una comedia adolescente «disneyana», acá tiene que ver con la fortaleza femenina de dos niñas alejadas de su familia y aisladas en una situación feroz, vil e insoportable a la que tienen que hacer frente apoyadas en otras figuras femeninas de las que terminan por ser separadas por diferentes causas, subrayando así su absoluta soledad.

La pequeña Mariana Victoria lo hace a partir de la dulzura y de la esperanza depositada en el futuro, en un amor que sabe improbable pero en el que cree ilusoriamente, y Louise Elisabeth de Orleans a partir de una rebeldía adolescente que puede hacer que nada del plan de su padre salgo como lo ha previsto este. En ambos casos, a pesar de la superioridad moral de los personajes que deja en claro Dugain, la lucha por el poder resulta superior a cualquier fortaleza femenina, pisoteada y relegada casi a la insignificancia.

La paleta de colores, en un ocre a ratos brumoso, acentúa la atmósfera opresiva que se cierne sobre las mujeres y sobre Luis XV, quien apenas está adquiriendo conciencia de su poder, y el Príncipe de Asturias, un adolescente en conflicto entre su espiritualidad, sus deseos y su responsabilidad.
El problema de la película radica en que va dando tumbos entre sus múltiples personajes, sin poder enganchar en los conflictos que asuelan a cada uno. El gran acierto es la capacidad de Dugain para hablar de la condición humana a partir de temas como la sexualidad, el miedo a la muerte, la enfermedad, la moral, la complicidad y el ansia de poder sin renunciar a su sobriedad de un clásico filme de época.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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