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Cine

Los muertos no mueren – Crítica

15-11-2019, 11:10:06 AM Por:
Los muertos no mueren – Crítica

Una elaborada broma fílmica sobre la nueva epidemia del mundo: la nostalgia

Cine PREMIERE: 3
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El zombie es la figura que concentra mejor tanto los hábitos de consumo audiovisual afectos al voraz streaming así como la incesante necesidad de revivir lo que el tiempo ya sepultó, propiedad intelectual del pasado resucitada con deformaciones y sin alma. Más allá de estar muertos o no, su preocupación central –y la de la nueva película del cineasta Jim Jarmusch– parece ser si los zombies en tiempos modernos son ingenuos o irónicos. Los muertos no mueren (2019) es, por un lado, una crítica en clave “meta” del estado de la ficción contemporánea, con su feroz afición por la repetición y la familiaridad, así como una disparatada comedia de serie B narrada con estilo taciturno y un humor que llega a ser tan gentil como seco.

Con una larga lista de celebridades en su reparto –incluyendo antiguos colaboradores de Jim Jarmusch: Bill Murray, Tilda Swinton o Adam Driver– mezclada con leyendas como Tom Waits o Danny Glover, la película concentra su energía en elaborar un mundo deprimente por la ausencia del misterio, poco imaginativo por la facilidad para obtener respuestas del mismo y frustrante por la abundancia de estereotipos, aunque eso no significa que la película funcione de la misma forma.

La mayor virtud de la cinta yace en criticarse a sí misma, en cuestionar sus intenciones y, con ese planteamiento, ofrecer una nueva forma de acercarse a cosas “que ya se han visto”, algo que simultáneamente une y separa a este trabajo de otros de la filmografía de Jarmusch como Ghost Dog: The Way of the Samurai (2001) o Sólo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013), pero el cineasta toma la serenidad de Paterson (2015) y la convierte en una fuente de lo absurdo, que a ojos del cineasta estadunidense es la regla con un personaje como Trump en la presidencia.

Más que de muertos vivientes, la película de Jarmusch trata sobre la asimilación de lo grotesco y lo absurdo incluso en los lugares aparentemente más pacíficos. En este universo ficticio, tal como es reportado por Posie Juarez (Rosie Perez), el mundo ha empezado a girar en contra de su propio eje por el intenso fracking al que se han sometido las capas de hielo polares, pero dicha verdad es tachada de “falsa”. Incluso el personaje de Chloë Sevigny insiste en ser reconfortado –que alguien diga que todo va a estar bien– y en estos tiempos, cuando menos en la visión de Jarmusch, pocas cosas pueden ser tan peligrosas como la certeza que una mentira puede dar.

A ojos de Jarmusch, la solución que ofrece el mundo ante sus evidentes problemas son poderosas dosis de nostalgia, algo que ha nutrido de forma fundamental a Hollywood durante los últimos diez o quince años. Incluso, en tono jugueton, Jarmusch coloca una alusión al trabajo de Adam Driver en la nueva trilogía de Star Wars. La nostalgia parece crear un estado hipnótico, un trance que nos hace cuestionar la realidad misma, algo que los personajes de la película hacen constantemente al recordarnos que estamos en una película.

Como en las mejores películas de serie B, la película fluye, aún a pesar de sus incontables incongruencias y a veces innecesarias extravagancias, muchas de las cuales parecen estar presentes para satisfacer a quienes esperan ver una película de Jarmusch. No obstante, esas mismas expectativas se usan hacia quienes esperan ver una película típica de zombies, algo que Los muertos no mueren es y no es.

Como la misma idea de un muerto viviente, Los muertos no mueren es una aberración ante la que se puede ceder a ser devorado o huir desesperado y refugiarse en un lugar seguro.

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autor Cofundador y crítico en la página web Butaca Ancha. Escribe de cine en medios como Tierra Adentro, Animal Político, Forbes y Algarabía. Considera que cada película, independientemente de donde venga y quien la haga, tiene algo importante que decir.
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