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Macario: La fragilidad de la vida

03-03-2020, 12:59:00 PM Por:
Macario: La fragilidad de la vida

A seis décadas de su lanzamiento, Macario sigue siendo la mejor representación de México entre la vida y la muerte.

El 9 de junio de 1960, el mítico Cine Alameda de la Ciudad de México estrenó una cinta de Roberto Gavaldón que permanecería 14 semanas en su cartelera y toda la vida en nuestra memoria. A seis décadas de su lanzamiento, la película Macario sigue siendo la mejor representación de México entre la vida y la muerte.

Macario película poster
Póster original de Macario, de Roberto Gavaldón

Cuando uno comete el error de sentirse indestructible, la vida se encarga de recordarte la fragilidad de nuestra existencia. ¿Cómo cuidar algo tan vulnerable como la propia vida? ¿De qué forma se le puede proteger de todos los peligros que la rodean? “Mira, ésta es la humanidad”, le dice la Muerte (Enrique Lucero) a un temeroso campesino llamado Macario (Ignacio López Tarso), quien mira con asombro a las miles de veladoras que los rodean. “Aquí ves arder las vidas tranquilamente. A veces soplan los vientos de la guerra, los de la peste y las vidas se apagan por millares al azar. Las altas, las pequeñas, las derechas, las torcidas…”.

En ese lugar en el que ambos se encuentran –de una belleza lúgubre indescriptible– el mundo y nuestro paso por el mismo se reduce al titilar de una veladora. Habrá quienes sean lo suficientemente afortunados como para que su luz tarde en extinguirse; mientras que otros, como Macario, descubrirán que su luminiscencia está a punto de esfumarse. Y no hay nada que pueda hacer para entorpecer los planes del destino.

Macario
Ignacio López Tarso y Enrique Lucero en la película Macario

Cine de calidad

A inicios del sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964), Roberto Gavaldón gozaba de una fama envidiable. A la par de su labor política –como secretario general del STPC y luego como diputado federal, donde impulsó una Ley de Cinematografía–, el cineasta había consolidado títulos celebrados como La barraca (1944), La otra (1946), La diosa arrodillada (1947), En la palma de tu mano (1950), La noche avanza (1951) y El rebozo de soledad (1952). Dichas obras lo habían colocado en aquella categoría que el gobierno en turno calificaba como “cine de calidad”.

Sin embargo, “pese a la fabulosa cifra de 136 películas realizadas [en 1960] el cine no levantaba cabeza”, escribieron Gustavo García y Rafael Aviña en Época de oro del cine mexicano (1997). “Por ello, la productora CLASA –empresa fílmica paraestatal–, anunció una nueva política de calidad, cuyo primer intento sería la película Macario”.

Roberto Gavaldón
Roberto Gavaldón

Tras casi cinco semanas de rodaje en los Estudios Churubusco –y con locaciones en las Grutas de Cacahuamilpa en Taxco, Guerrero, y en las lagunas de Zempoala, en Puebla–, la cinta llegó al Cine Alameda de la Ciudad de México, uno de los palacios cinematográficos más emblemáticos de la capital del país, para abarrotar durante varias semanas las 3,300 butacas que albergaba en su interior.

A partir de una historia escrita por B. Traven en 1950, Gavaldón logró trasladar la magia del novelista alemán a la pantalla grande y a las mentes mexicanas. Lo hizo, además, apoyado por el escritor Emilio Carballido en la coescritura del guion; por Gabriel Figueroa en la fotografía; con Manuel Fontanals en la escenografía y con Ignacio López Tarso y Pina Pellicer al frente de una historia que también sorprendería al resto del mundo.

Entre 1960 y 1963, Macario obtuvo el récord de mayor número de reconocimientos para un largometraje mexicano. De entre los 12 galardones obtenidos, el filme se llevó el premio a Mejor fotografía en el Festival de Cannes –venciendo, por ejemplo, a La dulce vida, de Federico Fellini–, obtuvo una presea en San Francisco a Mejor actuación para Ignacio López Tarso y recibió una nominación al Óscar a Mejor película extranjera, convirtiéndola en la primera cinta mexicana en competir por la estatuilla dorada.

Pina Pellicer en la película Macario

Una luz que nunca se apagará

Macario es una de las mejores películas que hemos hecho. De las mejores películas del cine mexicano”, dijo Gabriel Figueroa en una de sus últimas entrevistas antes de morir. Para el escritor Carlos Monsiváis, una de las razones del éxito de la cinta fueron las imágenes del cinefotógrafo más laureado de nuestro cine. “En Macario, [Figueroa] evitó las trampas del mexicanismo, ya entonces industria de la representación cursi, e incursionó sin afanes alegóricos en la imaginería de los muertos”, escribió el cronista en la revista Artes de México (2006).

Por un breve instante, las Grutas de Cacahuamilpa albergaron las almas de toda la humanidad. “Fue un momentito en la pantalla, pero fue un trabajo de más de ocho días” nos contó Ignacio López Tarso en 2014. “Había que sacar el humo con ventiladores y volver a meter las velas y prenderlas. Fue un lío tremendo. Pero salió muy bien. La escena de las velas es maravillosa. Toda la filmación fue muy bonita”.

A más de medio siglo de su estreno, la luz de Macario sigue brillando. No sólo cuenta con una de las escenas más bellas del cine mexicano: también capturó la esencia de un país que no le teme a la muerte, a pesar de la fragilidad de su existencia.

· Lee también: Las mejores películas mexicanas del Día de Muertos

Macario

Este texto sobre la película Macario fue publicado originalmente en la edición impresa de Cine PREMIERE de junio, 2020. Puedes adquirir una copia o suscribirte aquí.

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autor Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.
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