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Cine

Máquinas mortales – Crítica

01-01-2019, 4:47:32 PM Por:
Máquinas mortales – Crítica

Aunque él no la dirige, Peter Jackson presenta un mundo postapocalíptico que nunca logra despegar del todo por una falta de claridad narrativa.

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Visualmente, Máquinas mortales, debut en la dirección de Christian Rivers, el encargado de los story boards de los filmes de Peter Jackson desde Criaturas celestiales (1994), es lo que promete: una distopía con detalles impactantes. Sin decir agua va, de inmediato sumerge al espectador en su universo: la humanidad ha quedado al límite tras la llamada Guerra de los 60 Minutos y vive en una era de Darwinismo Municipal en la que existen ciudades depredadoras, que se mueven constantemente por el mundo a través de ruedas gigantescas buscando ciudades más pequeñas a las cuales literalmente tragarse, quedándose con su población y todo aquello que podría ser de utilidad, como, por ejemplo, la vieja tecnología.

La secuencia inicial, en la que la ciudad de Londres que guía la historia devora un pueblo bávaro, muestra todo esto de forma prometedora, más considerando que Fran Walsh, Philippa Boyens y el propio Jackson, responsables de los guiones de la trilogía de El señor de los anillos, hicieron la adaptación de las novelas de Philip Reeve en las que se basa la historia.

Máquinas mortales

Hugo Weaving interpreta a Thaddeus Valentine, el principal ejecutor de las políticas del gobierno de Londres en Máquinas mortales.

Sin embargo, la promesa muy pronto se queda en eso, pues cualquier alusión sociopolítica que uno podría suponer queda sepultada tal y como las ciudades pequeñas en los engranajes de las más grandes. Y aunque finalmente eso es lo de menos cuando lo que se busca es ver algo entretenido, la película tampoco cumple por esa parte. Parece que la construcción de los sets y de la imaginería visual se llevó toda la creatividad. Y eso si es que se puede hablar de creatividad en esta película que alude claramente a muchas otras.

De los vestuarios de Matrix a las ambientaciones a la Mad Max e incluso a Las aventuras del barón Munchausen o a Bandidos del tiempo, sin escapar a El increíble castillo vagabundo ni a El señor de los anillos, Máquinas mortales hace una alusión imposible de no señalar ya no digamos como homenaje sino como referencia directa de Star Wars. La trama que guía desangeladamente esta cinta es muy parecida a aquella historia de George Lucas que desde hace más de 30 años se volvió referencial.

Máquinas mortales

En Máquinas mortales, la humanidad ha quedado al límite tras la llamada Guerra de los 60 Minutos y vive en ciudades que se mueven a través de ruedas gigantescas

Tom (Robert Sheehan) es un aspirante a aviador que ha seguido los pasos de sus padres como historiador. Cuando Hester (la islandesa Hera Hilmar) intenta atacar a Thaddeus Valentine (Hugo Weaving), el principal ejecutor de las políticas del gobierno de Londres aunque no su líder, Tom la persigue y acaba fuera de la ciudad con ella hasta que se encuentran con la criminal más buscada, la cínica Anna Fang (la cantante surcoreana Jihae), quien resulta líder de un movimiento de resistencia que tendrá a su joven héroe en un Tom que se descubre como un habilidoso piloto. Y también el villano resulta estar construyendo un arma secreta para destruir ciudades enteras en un tris.

Las secuencias de acción son lo bastante rígidas como para no emocionar a nadie, las actuaciones tan planas que no causan empatía, los personajes tantos y tan huecos que es imposible saber cuál es su importancia en la historia, las subtramas como la del androide aniquilador tan estorbosas que se diluye su intención. Y por si fuera poco, hay momentos en los que no se sabe si es Tom, Anna o Hester el protagonista de la historia, y no es precisamente porque se trate de una cinta coral sino porque Rivers nunca supo centrar su eje dramático. Thaddeus termina por ser el personaje más carismático de la película y no porque esa parezca la intención del filme, sino porque Hugo Weaving es un profesional que simplemente hace lo suyo.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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