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Marilyn Monroe probable suicidio

18-08-2016, 4:37:55 PM Por:
Marilyn Monroe probable suicidio

Si la actriz no encontró ganas de vivir, ¿qué nos queda al resto de nosotros?

El siguiente texto fue publicado en la edición de julio 2016 de Cine PREMIERE en su versión impresa.

Bienvenidos a la sección que los llevará al lado oscuro de Hollywood y la industria del cine. Mes con mes, diferentes escritores expertos en el suspenso nos sumergirán en los crímenes y misterios de la vida real que han sacudido el mundo cinematográfico y a sus despampanantes habitantes. Nos llevarán a un lugar lleno de sangre, odio, pasión y traición, una realidad que es más negra que el cine. Búscala en tu revista a partir del número #259 de abril 2016. 

 

PROBABLE SUICIDIO
Marilyn Monroe y una sobredosis fatal

Norma Jeane Mortenson dejó de existir el 5 de agosto de 1962. El veredicto: muerte por sobredosis. A 90 años de su nacimiento, el mundo aún se pregunta: si la mujer más hermosa del mundo no encontró ganas para vivir, ¿qué nos queda al resto de nosotros? Nos queda sólo una sospecha: todo probable suicidio, también es un posible homicidio.
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Si la cosa más hermosa que había en la Tierra no tenía nada por qué vivir, entonces yo tampoco”, decía la última nota. A este ritmo, la detective Ruby Dupin se convertiría en especialista en suicidios. No le gustaba nada. Un crimen es terrible, pero si se encuentra al culpable puede ser castigado; con los suicidas, en cambio, no hay justicia posible. Afuera del departamento, un sol radiante iluminaba la tarde. Salvo para algunos, el 12 de agosto de 1962 era un alegre domingo.

Ruby entregó la nota como evidencia a Vivian, su jefa, que la leyó con una amarga sonrisa.

–Veamos: la chica en la tina del East End Street, el obrero que se mató de un tiro en Staten Island, el ejecutivo que se arrojó del octavo piso en Washington Square West… si Marilyn Monroe hubiera sabido cuántos se suicidarían porque ella lo hizo, lo habría pensado dos veces. ¿Cuántos van? 

–No llevo la cuenta. Pero si son tantos en Nueva York, imagínate en Los Ángeles.

–California es un paraíso donde nadie quiere morir –bromeó Vivian–. Deberías pasar tus vacaciones allí.

–Ya te dije que no necesito vacaciones.

–Y yo ya te dije que es una orden que las tomes.

Esa noche Ruby Dupin no durmió. Pensó en la gente estúpida que hacía cosas estúpidas, como suicidarse. Marilyn nunca le pareció estúpida. Al contrario, siempre creyó que se hacía la rubia tonta para despistar. Y como actriz de carácter apenas iniciaba. La misma Ruby soltó una lágrima o dos con su última película, Los inadaptados.

Apenas una semana atrás, el 5 de agosto de 1962, el ama de llaves había encontrado a Marilyn Monroe muerta en su habitación. La causa: una sobredosis de pastillas para dormir. No dejó ninguna nota. Su caso, el número 81128, se clasificó como “Probable suicidio”. Las revistas de chismes decían que la habían asesinado, pero Ruby no se creía esas teorías que involucraban a los Kennedy o al FBI: parecían viejos trucos para vender más. Aunque algo no cuadraba.

Le dolía pensar en la gente que la había imitado y en quienes no tardarían en hacerlo. Si se probara que no fue suicidio, o que la sobredosis había sido accidental, quizá podrían salvarse unas cuantas vidas. La idea de pasar unos días en California ya no sonaba tan mal. Podría divertirse un poco indagando por su cuenta.

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Ruby llegó a Los Ángeles un día después en medio de un calor infernal. El primer día durmió hasta tarde, visitó el Paseo de la Fama de Hollywood y el Teatro Chino. Entre las estrellas del cine en el pavimento vio las pequeñas manos de Marilyn. Luego fue a la casa de la actriz en Brentwood, en el 12305 de 5th Helena Drive.

Nadie vigilaba el portón abierto. Cruzó el patio de la casa, de una sola planta pero lujosa como una antigua hacienda española, blanca, con techos de teja y bonitos azulejos.  Al mismo tiempo llegó una camioneta de la que era inútil esconderse. El conductor descargó un paquete grande y, pensando que Ruby era de allí, le extendió una hoja para que firmara de recibido. Ella sólo garabateó una equis, como en las caricaturas. El tipo dio las gracias y se fue.

Miró el remitente: Frederick Vanderbilt Field, México. Ruby rasgó un poco la envoltura de papel para descubrir qué era. Reconoció la forma de un antiguo baúl con las iniciales de una marca de lujo: L. V. Escuchó voces en la parte trasera de la casa y corrió a ocultarse tras el portón. Reconoció a Inez Melson, manager, y a Berniece Miracle, media hermana de Marilyn, quienes revisaron el bulto, buscando alguna tarjeta, la misma que Ruby tenía apretada en su mano sudorosa. Abrieron el paquete con cautela, sacaron objetos pequeños, envueltos en periódico. Uno parecía un candelabro. ¿Por qué un Vanderbilt le enviaría algo así a Marilyn? 

Ruby decidió llamar a Beth, una de esas amigas antipáticas pero que resultan útiles porque tienen todos los chismes y contactos de la gente rica. Se avergonzó de sí misma por lo que estaba a punto de hacer.

–Oye, Beth, seguro sabes quién era el peinador de Marilyn, ¿verdad? Estoy en L.A. y me gustaría consentirme un poco.

–¡Pero claro! Es Kenneth Batelle, y también peina a Jackie Kennedy. Yo puedo hacerte la cita si prometes traerme algo…

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Gracias a su imperio de trenes y barcos, los Vanderbilt eran una de las familias más viejas y aristocráticas de Nueva York. Cuando Freddie, el heredero, se convirtió en un activista de izquierda, su tío abuelo lo desheredó. El gobierno lo consideró sospechoso, así que finalmente se exilió en México, donde vivía con su esposa Nieves Orozco, modelo del pintor Diego Rivera, famoso por sus ideas comunistas. Marilyn había visitado México en febrero de ese mismo año y Ruby indagó los detalles: dio una conferencia de prensa en la Ciudad de México (“sin ropa interior”, insistía el periodista), cenó en El Taquito, conoció a Emilio “el Indio” Fernández y a Luis Buñuel, fue de compras a Taxco y Cuernavaca para decorar su nueva casa. Vanderbilt fue su anfitrión y le había enviado el baúl lleno de artesanías que Monroe no pudo subir al avión. 

No era la primera vez que la actriz daba señales de “rojilla”: en 1955 solicitó una visa para la Unión Soviética, y Arthur Miller, su exesposo, tuvo que declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas en mayo del 57. Se dice que gracias a su relación con Marilyn se salvó. Pero si ella era amiga de “comunistas“ como Vanderbilt y al mismo tiempo de los Kennedy, la cosa ya era más grave. Quizás el FBI sí la tenía en la mira, después de todo.

Mientras Batelle peinaba la roja cabellera de Ruby, los chismes surgieron poco a poco. Según el peluquero, el director del FBI, J. Edgar Hoover, pidió a los Kennedy alejarse de Frank Sinatra (amigo de la mafia) y de Marilyn (rubia comunista) si no querían arriesgar su posición en el poder. Le reveló más cosas: que John Huston se había acabado el dinero de la producción de Los inadaptados con su adicción a las apuestas, pero que había culpado a la “inestabilidad mental” de Marilyn. Y no sólo eso, también le reveló que Liz Taylor había quebrado a Fox con los excesos de Cleopatra, y que por eso los ejecutivos habían despedido y demandado a Monroe, a ver si recuperaban unos dólares.

–La pobre era el chivo expiatorio de todos. George Cukor la hacía quedar mal cambiando a diario los diálogos de Something’s Got to Give que a ella le costaba tanto aprender. “Soy una tonta, un fraude”, decía. Salía tarde de su camerino del puro miedo. Mentira: era lista, leía y trabajaba mucho.

Pero supongo que si el mundo entero repite que eres boba y loca, te lo acabas creyendo, aunque no sea verdad.

Batelle le confesó a Ruby que no sabía si se había suicidado o no: era impredecible, tan llena de alegría como de tristeza de un minuto a otro.

–Sí, le era difícil dormir y por eso se enganchó a las píldoras, pero no estaba deprimida. Fox la había recontratado, le pagaría más y hasta podría escoger al director. Tenía muchos planes.

El resto del día, inspirando confianza con su peinado de estrella de cine, Ruby entrevistó a varios vecinos de Brentwood. Algunos afirmaron haber oído gritos en la casa el día de la muerte: la mayoría también aseguró haber visto a Bobby Kennedy.

Horas después, Vivian le reveló otra cosa por teléfono. 

–¿Sabías que sustituyeron al primer sargento que llegó a la escena? Jack Clemmons. Búscalo. Un policía resentido siempre escupe la verdad.

El 18 de agosto Ruby vio a Clemmons dentro de una cafetería roñosa. Nunca le pareció suicidio, dijo él. El cadáver yacía en una posición rara, boca abajo, y las pastillas no dejaron ninguna huella. Le dejó ver a Ruby el reporte de la autopsia:

No se encontraron residuos de pastillas… El colon muestra una marcada congestión y una ligera decoloración purpúrea…. Su corazón pesa 300 gramos… Probable suicidio. 

Un segundo después, Clemmons le extendió un sobre.

–¿Puedes devolver esto? Yo no tengo permiso de acercarme a nadie. Pensé que sería útil, pero me equivoqué.

Tras este encuentro furtivo, Ruby contó a Vivian su teoría.

–Sintieron que Marilyn se pasó de la raya con el Happy Birthday a John F. Kennedy. La Casa Blanca le puso un límite. No fueron muy amables, así que ella reaccionó mal, quizás, al calor de la discusión, los amenazó con hacer un escándalo, de ahí los gritos que oyeron los vecinos. En la noche tomó unas cuantas píldoras para poder dormir y luego alguien le hizo un edema para callarla con una sobredosis. Eso explicaría los resultados de la autopsia. 

–¿Y ese alguien sería…?

–Bobby Kennedy, ya te lo había dicho: dieciocho vecinos dicen haberlo visto ese día en el barrio. ¡Dieciocho!

–Sí, lo recuerdo –dijo Vivian después de una pausa.

–¿Qué sabes, Viv? Me estás ocultando algo.

Vivian suspiró de mala gana.

–En el Daily Express publicaron una foto de ese día con Bobby Kennedy y toda su familia en el rancho de John Bates, en Santa Cruz Mountains. Tiene una coartada. Sería inútil acusarlo. Es el maldito hermano del presidente.

Ruby quiso contradecirla, pero no pudo.

–¿Por lo menos ya fuiste a la playa? –le preguntó Vivian.

Esa noche, Dupin no durmió. Pensó en la gente cruel que hacía cosas crueles. “Es el crimen perfecto: hacerle creer a una persona frágil que está dañada y convencer al mundo de que lo está. Así tendrá la culpa de lo que le pase”.

Aunque algo le decía que la voz de Marilyn persistiría, tímida pero constante, sembrando la duda. Estaba en todos lados: Probable suicidio. 

Sacó la hoja del sobre que le dió Clemmons y volvió a leerla. Las letras a lápiz formaban un laberinto sobre el papel, entre números de teléfono y nombres desconocidos, un día cualquiera arrancado de una agenda de 1955. Escuchó dentro de su cabeza la voz de su autora. De Marilyn:

Ahora que quiero vivir de repente no me siento mayor. No me preocupa el pasado, salvo protegerme a mí misma, y quiero decirle al universo, desesperadamente, que confío en él. La vida comienza ahora. 

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* Relato basado en las investigaciones (y sospechas) reales del caso de la muerte de Marilyn Monroe. Sólo los personajes de Ruby Dupin y Vivian son ficticios. 

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autor Este texto fue ideado, creado y desarrollado al mismo tiempo por un equipo de expertos trabajando en armonía. Todos juntos. Una letra cada uno.
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