Matrix 4, Resurrecciones – Crítica de la película y dónde ver
Si bien la cuarta entrega retorna con firmeza a aquellos escenarios de la virtualidad, han quedado atrás esas despampanantes coreografías y esos efectos especiales que —por muy anticuados que sean algunos— eran parte sustancial del encanto.
Bienvenidos al país de las maravillas. A casi veinte años de la última lluvia de códigos en pantalla grande, la directora Lana Wachowski —ahora sin el acompañamiento de su hermana Lilly— nos invita a descender otra vez hacia la madriguera del conejo. No es un reboot ni un remake, sino una secuela cuya existencia a nadie sorprende. Aunado a la tendencia en Hollywood de exprimir cada gota de sus propiedades intelectuales, narrativamente hay justificación: la trilogía original habla de batallas que se ganaron, aunque jamás de una guerra consumada. El conflicto entre la máquina y el ser humano recrudece en la película Matrix 4 Resurrecciones, ¿pero estará a la altura de las circunstancias?
En la cuarta entrega de Matrix, nos encontramos con un Thomas Anderson (Keanu Reeves) ignorante de su verdadera identidad como Neo. Él vive inmerso en una realidad virtual, sabiéndose un diseñador de videojuegos de San Francisco que sospecha estar cayendo en la locura. Desde hace tiempo, él padece de visiones que distorsionan su entorno, a la par de que una mujer de nombre Tiffany (Carrie-Anne Moss) lo cautiva sobremanera. Un terapeuta (Neil Patrick Harris) intenta mantener aquellos sueños y alucinaciones a raya, pero todo se precipita con la llegada de unas entidades de lentes oscuros que ponen al alcance de Thomas una píldora roja. Ha llegado el momento de tomar una decisión.
Matrix 4, Resurrecciones
La cuestión seminal de esta icónica saga de ciencia ficción fue qué aceptamos como nuestra realidad. Y además, la premisa de Matrix (1999) versa sobre desprenderse de un ambiente preprogramado —ingerir la píldora roja— en pos de la verdad. Esos fundamentos dejaron de subrayarse en las películas subsecuentes, ya enfocadas en el camino de Neo para vencer a la inteligencia artificial que mantiene a la humanidad alienada. Así que en la trama de Matrix 4 Resurrecciones, es de agradecer el regreso a aquellos principios existencialistas. Aunque claro, todavía se echa de menos un personaje afín a Cypher, quien en la cinta original renunciaría a la verdad con tal de «saborear» un buen filete.
Asimismo, el mundo simulado recupera el protagonismo que fue perdiendo paulatinamente entre Matrix Recargado y Matrix Revoluciones (2003). Es ahí donde, de inicio, la franquicia estableció su distintivo cinematográfico con la sorprendente técnica del bullet time y los estilizados combates cuerpo a cuerpo. Por otro lado, si bien la cuarta entrega retorna con firmeza a aquellos escenarios de la virtualidad, han quedado atrás esas despampanantes coreografías y esos efectos especiales que —por muy anticuados que sean algunos— eran parte sustancial del encanto. No es que Matrix 4 Resurrecciones carezca de asombrosas secuencias de acción y de atractivos juegos con la cámara lenta. Sólo deviene evidente que el reset trajo consigo una propuesta visual más convencional y menos revolucionaria.
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De cualquier modo, hay excedentes de emoción con Keanu Reeves deteniendo balas y Carrie-Anne Moss recordándonos cuán ruda es sobre una motocicleta. Los estelares de la franquicia son, por supuesto, partícipes del recurso nostálgico. Pero además, no dejan de legitimarse como el sostén de este universo, junto al apellido Wachowski. Ahora bien, ¿Matrix Resurrecciones permite ver a Neo y Trinity en su mejor forma? No completamente, pero el mismo argumento brinda una justificación para ello.
En materia de debutantes, quienes roban el aliento son los que ahora guían el camino hacia el mundo real, fuera de la Matrix. Por un lado, la británica Jessica Henwick comanda de manera estupenda los primeros minutos de la película, que son en general un derroche de espectacularidad. Ella encarna a Bugs, una humana liberada y líder intrépida con gran potencial para tomar las riendas de su propio spin-off. Y qué mejor si le acompaña el Morfeo de Yahya Abdul-Mateen II, que honra el inolvidable trabajo de Laurence Fishburne sin eludir algunas curiosas y eficaces variaciones de personalidad.
También habría que hablar sobre Jonathan Groff, encargado de llenar el vacío que provoca la ausencia de Hugo Weaving como el Agente Smith. Tristemente, el actor de Mindhunter queda corto en su propósito de resucitar una figura antagonista de la talla del villano en la trilogía original. Groff consigue una presencia inquietante, pero lejos está de sentirse tan dominante, maliciosa y calculadora. Y a eso sumemos lo mucho que puede extrañarse un «Mister Anderson», con voz de Weaving, asomándose cada cinco palabras.
Un rasgo fascinante de esta cuarta película de Matrix es que pudiera tener tanta sobreexposición como el resto de las secuelas. Sin embargo, gracias a su insólita virtud de no tomarse demasiado en serio, gana puntos por encima de Recargado y Revoluciones. Lana Wachowski y sus coguionistas dijeron sí a una ligera embarrada de comedia y a un hilarante desplante autorreferencial. Éste es el motor de una de las secuencias más memorables de la cinta, donde la canción «White Rabbit» destaca de fondo musical. No obstante, ¿logrará complacer este nuevo rumbo a los más fanáticos de la saga fílmica?
Con Matrix Resurrecciones, su veterana directora sólo nos muestra una puerta. Será decisión enteramente nuestra si la atravesamos o no.
Matrix Resurrecciones llega a HBO Max el 28 de enero de 2022.
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Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
