Zapatos con plataforma; camisas de cuellos enormes; bolas colgantes de espejos; John Travolta … es difícil pensar en una estética más extravagante que la de los setenta , y si a ella le añadimos los convulsos acontecimientos históricos que hubo en esos años, damos forma a una década única e irrepetible. El cine, fuente de eternidad, la revive cada vez que puede, como lo constatan los siguientes títulos:
Atrapado por su pasado (1993)
Formado él mismo en los setenta -época en la que se rodó el cine más inteligente hecho en E.U.- Brian De Palma recrea con soltura un tiempo en el que los hombres se hacían permanentes capilares y la cocaína se consumía como dulces. El protagonista es Carlito Brigante (Al Pacino), un gángster puertorriqueño que sueña con redimirse y escapar a la playa con su novia. Hay que verla, al menos para deleitarse con uno de los tres mejores papeles que Sean Penn ha ofrecido en su vida.
La tormenta de hielo (1997)
También fue en los setenta cuando temas como el intercambio de parejas o el despertar sexual en los adolescentes -hablamos de tiempos previos a la aparición del SIDA- ocuparon un sitio en las discusiones entabladas por las clases medias. Ang Lee esculpe un mundo familiar que, al igual que el gobierno de Richard Nixon, se resquebraja por culpa de las mentiras.
Boogie Nights: juegos de placer (1997)
Más allá del imbatible ensamble de talentos actorales que la compone, o de su honesta inmersión en la industria del porno, resalta como el mejor documento anacrónico de los setenta que ha producido el cine. Cada aspecto visual, conductual e incluso oral están cuidados al detalle, de tal forma que no se halle ninguna fisura en la Polaroid que el gran P. T. Anderson arma de la época.
Velvet Goldmine (1998)
A diferencia de lo sucedido en E.U., en el Reino Unido los excesos estrambóticos en el arreglo personal no fueron producto de la música disco sino del Glam Rock, género inventado por David Bowie y bandas como T. Rex. Todd Haynes retrata esa fascinante era y para ello echa mano, de manera disfrazada, de la relación artística -y, ejem, personal- mantenida entre Iggy Pop, Lou Reed y el mencionado Bowie. Más allá de su naturaleza provocadora, visual y musicalmente la película es un verdadero agasajo.
Zodiac (2007)
Quizá por permanecer abierto, el caso del asesino conocido como Zodiac ejerce aún un malsano pero potente atractivo. Al menos lo provocó en David Fincher y en todos los que a la fecha aún nos deleitamos con la manera en la que arma este juego de policías y ladrones en un mundo plagado de humo de tabaco e individuos de largas patillas. Sin duda funciona de antesala de la serie Mindhunter .
Frost/Nixon: la entrevista del escándalo (2008)
Hay muy pocos filmes que consigan sostenerse con la mera recreación de un desafío intelectual. Frente a frente, en tres rounds sin reta, el entrevistador David Frost y el expresidente Richard Nixon se enfrentaron en 1977 en una guerra sin cuartel mientras el planeta se movía al ritmo de Donna Summer.
El secreto de sus ojos (2009)
Pese a su absoluta omnipresencia en el cine argentino, el talento de Ricardo Darín nunca debería de menospreciarse. Ejemplo de ello es esta peculiar cinta que, a pesar de irse por la libre en la mezcla de géneros, teje una narración sólida e inquietante. Ubicada en su mayor parte en los setenta, consigue transmitir esa suerte de presencia invisible y maligna que cubrió a toda la Argentina durante la dictadura militar.
El complejo Baader-Meinhof (2008)
Der deutsche Herbst u "otoño alemán” es la manera en la que los teutones se refieren a lo acontecido en 1977, cuando la Fracción del Ejército Rojo asoló a Alemania Federal con diversos actos violentos. El director Uli Edel muestra el génesis y la decadencia de este grupo terrorista, a la vez que denuncia los ilimitados alcances de la ideología extrema.
Balada Triste de Trompeta (2010)
Para España los inicios de los setenta no se entienden sin el franquismo, la voz de Raphael, los sacos de terciopelo y el atentado de ETA que se cobró la vida de Luis Carrero Blanco. El director Álex de la Iglesia pone en escena a un par de payasos de circo psicópatas para adentrarnos en una de las épocas más oscuras de la nación ibérica.
La cuarta compañía (2016)
México también gozó de la aparente sensación de libertad setentera, aunque no podrían decir lo mismo aquellos que padecieron la peligrosa megalomanía de Arturo Durazo, jefe de policía del D.F. de 1976 a 1982. Entre ellos se hallan “los Perros”, jugadores de fútbol de la cárcel de Santa Martha que cuando no sufrían la encomienda de tiranizar a sus compañeros eran obligados a delinquir en beneficio de “El Negro” y sus amigos corruptos.