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Cine

Nadie sabrá nunca – Crítica

10-05-2019, 8:50:24 AM Por:
Nadie sabrá nunca – Crítica

Con una combinación de color y blanco y negro, Nadie sabrá nunca desgrana conductas machistas y hace comentario político-social.

Cine PREMIERE: 3
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Nadie sabrá nunca es bienintencionada y con evidentes aspiraciones temáticas y audiovisuales. Si bien no siempre consigue su cometido, en términos generales resulta una propuesta interesante que incluso se nutre del western y del Cine de Oro. La ópera prima de Jesús Torres Torres se ambienta en los años 70 –como Roma, con la cual comparte similitudes– y ensaya una y otra vez diferentes maneras en que el machismo se ha enquistado en la sociedad mexicana.

Las tres veces ganadora del Ariel, Adriana Paz, es una madre de familia desdibujada de sí misma. Para su esposo (Jorge A. Jiménez, Luis Donaldo en Historia de un crimen: Colosio) es un objeto más en su casa, una máquina de quehacer y un cuerpo que debe permanecer inerte para saciar sus impulsos carnales. No más. Ella sólo cobra vida en su ausencia, cuando, alimentada por las fantasías romantizadas de las radionovelas setenteras-ochenteras, imagina a un vaquero luminoso como escapatoria emocional. Éstas son escenas expuestas en blanco y negro para enmarcarlas en la ficción.

Nadie sabrá nunca
Jorge A. Jiménez encarna las inseguridades y arrebatos del macho que, si bien no llega a la violencia física, sí lacera emocionalmente.

Lucía también encuentra libertad en compañía de su hijo Braulio, apenas un niño que aún no ha sido corrompido por la telaraña machista que lo rodea. Nadie sabrá nunca expone continuamente comportamientos aberrantes de dominio masculino, pero también la manera en que la figura materna propaga estas conductas al impartir una educación desigual entre varones y mujeres. A mitad de la cinta y por medio de un plano abierto, observamos cómo ordena a su hija levantar su plato y el de su hermano al terminar de comer, mientras el niño puede levantarse para ir a jugar sin mayor responsabilidad.

Incluso, la hija es básicamente un ente espectral en el que es un pueblo fantasma, abandonado paulatinamente por un éxodo en busca de mayores oportunidades. La niña tiene poca relevancia en la trama y para Lucía. Sus esperanzas están puestas en Braulio. ¿Qué puede ofrecerle un pueblo donde la escuela comparte edificio con la oficina policial y donde, para llegar a su salón de clases, los pequeños deben desfilar delante de hombres enrejados? La principal preocupación de su madre es trasladarse a la ciudad porque ahí sí hay oportunidades de trabajo. La gente prospera gracias a las “audacias”-mentiras del gobierno de José López Portillo, pues se promete una bonanza sostenida con palillos, cuyos efectos se analizaron con mayor detenimiento en Niñas bien, de Alejandra Márquez.

Nadie sabrá nunca
Jesús Torres Torres separa las escenas imaginarias de las reales, al idealizarlas en blanco y negro y, de paso, rememorar el Cine de Oro nacional.

Sin embargo, Nadie sabrá nunca no es una obra optimista, por el contrario. Pone la mirada sobre aquellas familias olvidadas y alejadas del panorama urbano, y en Lucía, quien encuentra refugio en la ficción y la fantasía ante la desolación desbordada alrededor. Pero sobre todo, enfatiza una y otra vez –en varias ocasiones de forma desarticulada y con rumbo tambaleante– en el machismo como la raíz de muchos de nuestros males. “¿Por qué las mujeres aceptamos todo sin chistar?”, cuestiona a Lucía su mejor amiga interpretada por Joanna Larequi. “Ahí vamos solitas como reces al matadero”. Ése es el centro coral de la historia: el machismo como perpetrador de una muerte espiritual.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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