On the Rocks – Crítica de la película

Si hay una habilidad para la que Sofia Coppola se ha demostrado extremadamente hábil, ésa ha sido la creación de atmósferas. De una forma no disímil a la de su padre –aunque, por su puesto del lado absolutamente contrario del espectro de Apocalipsis ahora y El padrino–, ella siempre ha parecido estar mucho más interesada en el cómo, que en el qué. Sus tramas son simples, casi anecdóticas, pero los mundos que construye son ricos en texturas, matices y emoción contenida. On the Rocks, su nueva película, no es la excepción.

Ha de ser difícil sostener una carrera fílmica con una sombra como la de Francis Ford Coppola encima, pero la cineasta (al contrario de muchos hijos de leyendas) nunca ha hecho esfuerzos por esconder el hecho de que algunos sus filmes están directamente inspirados en aspectos (principalmente sentimientos y emociones, si no hechos concretos) de su vida. Incluso ella misma ha dicho que On the Rocks, su nueva película (cuyo sonido terminó de mezclar ya en cuarentena y que se estrena gracias a Apple TV+), es la más personal y la que más ha tomado prestado de su relación con su padre.

La trama de la película On the Rocks gira alrededor de Laura (Rashida Jones), una escritora que sospecha que su esposo (Marlon Wayans) la está engañando. Bill Murray (con el encanto y carisma que le han caracterizado, aquí al 100%) es su padre, un vendedor de arte semiretirado con un pasado de Don Juan que Laura ha logrado aceptar (pero no olvidar). Él la convence de que sus instintos (que le hacen sospechar de la infidelidad de su marido) seguramente son correctos y la envuelve en una «investigación» que les llevará a seguir al esposo por toda la ciudad y hasta una playa paradisiaca en Manzanillo. La historia es simple, al grano y, hasta cierto punto, bastante predecible.

No obstante, resulta claro que el interés de Sofia Coppola no está en contarnos una intrigante aventura; ni desmenuzar (con «gritos y sombrerazos») el derrumbamiento de un matrimonio; ni confrontar a un hombre de una generación enteramente diferente a la de ella con todas las cosas que ha hecho, hace y seguramente seguirá haciendo, mal. Las fallas o actitudes anacrónicas de un hombre que creció en una época en la que era aceptable coquetear con la mesera son señaladas, pero no resaltadas.

La atención de Coppola está en los pequeños detalles de las relaciones íntimas y en las conversaciones cotidianas que dicen más de lo que están diciendo. La ciudad de Nueva York –la realizadora revive el Nueva York cinematográfico de Woody Allen, aquel de lujos y privilegios y de calles impecables– sirve como telón de fondo para que Coppola haga lo que mejor sabe hacer, desmenuzar las relaciones interpersonales reduciéndolas a sus elementos básicos: los matices de una mirada, un regalo desatinado y oraciones a medio decir, cuya conclusión no es necesario escuchar.

En la misma línea de Perdidos en Tokio (Lost in Translation) y Somewhere, On the Rocks es una película acogedora, que te atrapa por sus atmósferas y que lo único que te pide como espectador es sensibilidad.

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J. Ivan Morales Escritor, director de cine y director editorial en ésta, su amigable vecina publicación de cine, Cine PREMIERE. Nunca perderá la esperanza de una segunda temporada de Studio 60 on the Sunset Strip y Firefly.