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Columnas

¿Para que sirve un premio?

06-02-2009, 5:47:20 AM Por:
¿Para que sirve un premio?

  Este año ha habido bastante polémica acerca de la exclusión de El caballero oscuro de las nominaciones al Oscar en las categorías de mejor película, dirección y guión, sobre todo después de que la Asociación de Productores la incluyera en el quinteto de candidatas al mejor filme del año y que el gremio de […]

 

Este año ha habido bastante polémica acerca de la exclusión de El caballero oscuro de las nominaciones al Oscar en las categorías de mejor película, dirección y guión, sobre todo después de que la Asociación de Productores la incluyera en el quinteto de candidatas al mejor filme del año y que el gremio de cineastas postulase a Christopher Nolan como uno de los cinco finalistas a sus galardones.
 
Vaya por delante que es una película que me parece espléndida pero ¿Qué sentido tiene nominarla al Oscar? Los premios de la Academia tienen un fin muy concreto, al menos nacieron con ese espíritu, y es el de promocionar películas de calidad. El caballero oscuro, sin duda, lo es pero ¿no ha estado ya lo suficientemente promocionada? Millones de espectadores la han visto en todo el mundo y nominarla a un Oscar no supondría un apoyo adicional para este largometraje en su fase actual de comercialización en DVD. Únicamente serviría (y es el argumento que se barajaba hasta hace poco) para reconciliar al gran público con la Academia, después de unos años en los que la ceremonia de entrega de los Oscars ha conocido una progresiva pérdida de audiencia ante la indiferencia generalizada que provocaban en el espectador promedio los títulos finalmente seleccionados para competir por las estatuillas.
 
Sin embargo, se trata de un argumento perverso. La Academia es una institución a la que se presupone un valor ejemplar a la hora de bendecir la calidad, pretender que sus decisiones estén guiadas por el fervor popular es un error. Aunque sobre este particular habría mucho que discutir, convengamos en que la particular sabiduría de los académicos en su ámbito de especialización (en este caso el cine) les lleva forzosamente a tener que fijar su atención sobre obras cuya trascendencia para el común de los mortales resulta nula y a valorarlas como se merecen con independencia de que tengan, o no, un reconocimiento público notorio. Nadie en su sano juicio defendería la candidatura al Nobel de Literatura de P.D. James, Stephen King o Arturo Pérez Reverte, por el solo hecho de que sus novelas son muy entretenidas, suelen estar eficazmente resueltas en el plano narrativo y enganchan al lector a través de una prosa vibrante. Tampoco un premio supondría para ellos reconocimiento adicional alguno en la medida en que sus obras van a seguir gozando de éxito y de interés masivo con o sin galardón.
 
El año pasado cuando la Academia española de cine otorgó el Goya al mejor film a La soledad de Jaime Rosales, apenas había logrado, en su paso por las salas de exhibición, convocar a algo más de 47.000 espectadores. Al erigirse en triunfadora pilló a más de uno con el pie cambiado y si bien no faltaron los “listos” que reprocharon a la Academia preferir este humilde ejercicio de “cine de autor” al mainstream de El orfanato, se obró el milagro de reestrenar en salas La soledad y conseguir que triplicara su audiencia aunque 150.000 espectadores puede parecer nada al lado de los mas de dos millones que devoraron El orfanato.
 
Este año se ha vuelto a producir el milagro y Camino, bendecida el domingo pasado con 6 Goyas vuelve a HOY las salas de cine con 150 copias en espera de mejorar su pobre rendimiento en taquilla. Es una noticia esperanzadora en tanto se descubre la utilidad real de un premio, aunque muchos cuestionen su validez apelando a que es más importante reconocer la cantidad que la calidad y a que resulta preferible contentar a los millones de espectadores que en su momento vieron El caballero oscuro o El orfanato antes que intentar conseguir que esa misma cantidad de público acuda a ver otro tipo de cine alentado por la expectación que generan los premios cinematográficos. Seria como pretender que el pragmatismo liquidara las utopías y ¿qué quieren que les diga?, en este mundo sin utopías no sé si merece la pena vivir.  
 
 

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