John Wick 4 – Crítica de la película

“John Wick es un hombre enfocado, comprometido y con voluntad pura”. En la ficción, así se refieren sus enemigos al personaje interpretado por Keanu Reeves. Pero la cita bien podría usarse para referirse al equipo de producción detrás de la película John Wick 4 y el resto de la saga que trajo de regreso al actor. Lo que el director Chad Stahelski y el escritor Derek Kolstad lograron a lo largo de 9 años no es poca cosa: construyeron una franquicia de acción que nunca ha negado sus influencias, pero que no se siente como un pastiche.

Estamos ante algo propositivo. Algo que avanza y nunca se siente estancado. Y es que, aunque parezca imposible, cada cinta de esta serie es mejor que la anterior. Con John Wick 4, esta regla no escrita se vuelve a cumplir. Lo que vemos en pantalla supera con creces a lo que se vio en Parabellum (2019). Pero no sólo eso, sino que además confirma a Reeves como la mejor estrella de acción estadounidense del siglo XXI.

De nuevo, es preciso volver a hablar del enfoque, compromiso y voluntad de Stahelski y Kolstad. Aunque esta es la primera vez que el guionista mencionado no participa en la cinta y es remplazado por Shay Hatten (El ejército de los muertos) y Michael Finch (Hitman: Agente 47), su presencia espiritual es notoria y la mitología del universo que creó sigue estando intacta, pero, además, cada decisión es tan meticulosa que nos seguimos tomando en serio lo que le sucede al antihéroe.

Es como si el realizador se hubiera encargado de que sus nuevos guionistas estudiaran punto por punto el estilo de Kolstad para después encomendarles crear un compendio de lo que mejor funcionó en las tres entregas anteriores. ¿El resultado? Un filme de escala épica en el que, por fin, se abrazan de lleno los códigos del cine noir, western, yakuza y hard-boiled que antes sólo habían sido pinceladas. Aquí todo se junta para entregar un trabajo de calidad enciclopédica. Los grandes éxitos del “Baba Yaga” aderezados con una atmósfera de rebeldía sobrecogedora.

Rebeldía en el sentido de que, aunque las reglas y la mitología ya están establecidas, el conjunto a ratos se siente como un experimento. Esta vez, aunque ya sabemos que Wick se declaró enemigo de la Mesa Suprema –que aún lo caza por estar “excomulgado”–, en realidad ya no importa tanto seguir la historia al pie del cañón. Es recomendable, claro, revisar las entregas anteriores para no perderse y para entender cómo es que Wick ha avanzado en el viaje para obtener su libertad. Sin embargo, sería osado negar que todo es un mero pretexto para presentar a la audiencia secuencias de pelea y tiroteos que nunca se habían visto en pantalla, jugando con el elemento trotamundos siempre presente.

Crítica de la película John Wick 4

Si ya vimos al personaje titular luchar por su vida entre las multitudes del metro de Nueva York y batirse a duelo con un par de mafiosos motociclistas montado en un caballo antes de llegar a Casablanca para acabar con más mafiosos, ahora lo veremos acabar con un ejército de samuráis en Osaka y sacudir las calles aledañas al Arco del Triunfo en París con una persecución de autos tan grandilocuente y desfachatada como precisa, que no es equiparable a nada que se haya hecho antes.

O lo veremos despachar a un equipo de avanzada en un edificio abandonado, todo como parte de un alucinante plano secuencia cenital que, sin avisar, aparece en la pantalla, pero que nos atrapa de inmediato y nos cuenta su propia historia, de la cual es mejor no revelar demasiado. Así, se puede decir, sin temor a equivocarse, que este es un proyecto que revoluciona el cine de acción. Una ópera que juega con las reglas y las cambia a su antojo. Además, los bellos encuadres y la paleta de colores neón de Dan Laustsen (La cumbre escarlata) son un deleite para las pupilas.

En cuestión de interpretaciones todo es igual: inconexo, pero bien planeado y eficaz. Lo mismo podemos soltar una pequeña carcajada con la ironía de Winston (Ian McShane) o el temple desmedido de Shimazu (Hiroyuki Sanada), que estremecernos cuando John pelea con Caine, un implacable exasesino de la Mesa Suprema interpretado por Donnie Yen, quien le imprime al personaje la misma técnica de combate trepidante y cinético que ya demostró en películas como Ip Man (2008), Rogue One (2016) o la impactante Raging Fire (2021). Incluso el nuevo gran villano de la cinta, el marqués de Gramont (Bill Skarsgård)– un funcionario de rango superior al que otorgan los supremos–, resulta inquietante en medio de la explosiva lluvia de balas, sangre y golpes.

Separado de todo, y de todos, está Keanu Reeves. Bailando su propio baile. Dominando sus escenas con una gracia y elegancia teatral. Superando cada prueba, sí, con un dejo de inverosimilitud, pero entregándose en cuerpo y alma para darle al público un espectáculo que no podrá olvidar. Está en su elemento y se le percibe con más soltura que nunca. Sigue sin dar mucho registro como intérprete, pero su dedicación frente a la cámara es de no creerse.

John Wick 4 por momentos deja de lado el aspecto narrativo para enfocarse en lo que verdaderamente es del interés de quienes han seguido la saga paso por paso: la acción. Y en ese género el proyecto es el mejor que se ha hecho en años. No porque se sabe derivado de los trabajos de Sergio Leone, Akira Kurosawa, John Woo y Michael Mann y lo demuestra con orgullo, sino porque se permite subvertir lo hecho por estos directores para crear su propia locura. Una locura que, aunque batalla por justificar su excesiva duración de 2hrs 49min –contando los créditos–, no descansa, no deja cabos sueltos y tampoco se toma demasiado en serio.

Es sorprendente que una historia pequeña y contenida como Otro día para matar (2014) haya desembocado en una experiencia sensorial de este nivel. Ya no se trata sólo de un perro. Esto es guerra. Y una que hay que experimentar a lo grande.

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José Roberto Landaverde Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los "Philly Steps" y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.