El sonido del metal – Crítica de la película

Estás en la cima del mundo. En tu mejor forma. Disfrutas sobremanera lo que haces y, súbitamente, te desconectas del mundo. Cual náufrago, quedas solo, a la deriva de tus pensamientos. Con la película El sonido del metal, el realizador Darius Marder nos sitúa justo en ese momento de desconexión, utilizando el sopor como principal recurso narrativo, cuestión que funciona con creces.

Aquí, el camino que se toma no es uno que nos presente la sordera como algo que tenga remedio y que, eventualmente, se vaya a curar. Por el contrario, se juega constantemente con la posibilidad de que esto no suceda y, además, se pone sobre la mesa una dolorosa realidad: el cambio no es para todos. Hay personas que, por más que luchen, jamás estarán conformes con lo que les toca enfrentar en la vida.

Ruben (Riz Ahmed) es precisamente un gran ejemplo de esa renuencia a lo desconocido. Músico de profesión, está acostumbrado a hacer vibrar a la audiencia con su batería. A sentir el poder del ritmo en toda fibra de su ser. Por eso, cuando se descubre perdiendo la audición, hace todo lo posible por recuperar su vida previa. ¿Es malo anhelar el pasado? Por supuesto que no. Y eso es algo que la película El sonido del metal entiende bastante bien, y que logra canalizar por medio de un enfoque puro en los sentimientos.

La cinta no se recarga en su guion, que de hecho resulta su punto más débil, para enganchar al público. No tiene los mejores diálogos, pero en ningún momento se perciben dudas para demostrarnos que, en este conjunto, lo que importa no son las palabras, sino las acciones. Cada mirada, cada gesto, cada movimiento es una oportunidad sumamente bien aprovechada para crear empatía aún en medio de la creciente oscuridad.

Así, queda claro que el director –quien trabaja frente a la cámara en su primer largometraje de ficción– tiene un superpoder para hacernos olvidar cualquier tipo de falla de escritura, acentuando la humanidad de sus protagonistas a tal punto que todo lo demás desaparece. Si a esto le agregamos talento como el de Ahmed, es imposible no quedar hechizado. El británico, fiel a su estilo contenido pero potente, dota a su personaje de unos matices muy bien balanceados: es explosivo y vulnerable por igual, sin llegar a la exageración y el desborde de lágrimas para expresar su evidente confusión y profundo dolor.

Por último, otro aspecto que brilla en la película El sonido del metal es su diseño sonoro, que de manera fascinante nos hace parte de la trama con efectos que emulan las diferentes etapas de la pérdida auditiva. La sensación de inmersión que se crea es sorprendente.

Este no es un proyecto optimista de naturaleza. Más bien, es un estudio intimista –y agrio– de la adaptación, pero eso no significa que no se le pueda aprender algo: la lección más importante es que algunas personas logran vivir con lo que tienen, pero no necesariamente lo abrazan. Se vale ser humanos, se vale tener días malos. Para muchos, la receta para combatir la adversidad es vivir un día a la vez.

¿Quieres ser un emprendedor o emprendedora?
Conoce Emprendedor.com el mejor contenido de Ideas de Negocio, Startups, Franquicias, e Inspiración, síguenos y proyecta lo que eres.

José Roberto Landaverde Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los "Philly Steps" y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.