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Mejores películas en blanco y negro contemporáneas

25-02-2019, 10:22:45 AM Por:
Mejores películas en blanco y negro contemporáneas

Desde Sin City hasta Cold War, un recorrido cronológico por algunos de los mejores exponentes del blanco y negro en los últimos años.

Se piensa que el blanco y negro es exclusivo de las películas antiguas, cuando la tecnología no permitía la reproducción a color. Esto es sólo parcialmente cierto, pues aunque su uso no es tan recurrente como en el pasado, sus propiedades estéticas y simbólicas le han dado un valor agregado en el cine contemporáneo.

Por años, el último gran referente de esta paleta fue La lista de Schindler (Spielberg, 1993), que además fuera la última película en blanco y negro en ser reconocida con el Oscar a Mejor fotografía. Hoy en día, se trata de una técnica cada vez más recurrente entre muchos cineastas, pero no por ello menos efectiva.

Como prueba esta lista con las mejores películas en blanco y negro del cine contemporáneo, presentadas en orden cronológico.

Buenas noches, buena suerte (Dir. George Clooney, 2005)

George Clooney suele ser reconocido por sus dotes histriónicas, pero algunos de sus mayores logros artísticos han sido detrás de cámaras. Tal es el caso de Buenas noches, buena suerte, apenas su segunda película como director y que implicara una de las decisiones más arriesgadas en toda su carrera: el blanco y negro. Más allá de emular el cine de los 50 –época en que se desarrolla la historia–, la elección tiene una fuerte carga simbólica, al demostrar que el mundo va más allá de los blancos y los negros, ya que realmente está compuesto por distintos matices de gris. Esta lección es especialmente importante en el campo del periodismo y la política, tal y como demostrara un íntegro Edward R. Murrow durante la infame caza de brujas anticomunista del senador Joseph McCarthy. El mensaje resultó especialmente poderoso durante la turbulenta presidencia de George W. Bush y ha vuelto a cobrar fuerza en los últimos meses con un Donald Trump obsesionado con separar a su país –y el mundo entero– entre aliados y enemigos.

Sin City (Dir. Robert Rodriguez & Frank Miller, 2005)

La obra impresa de Frank Miller siempre se ha caracterizado por una estética sumamente poderosa, lo que explica que sus adaptaciones pongan tanto énfasis en su fotografía. El primer gran ejemplo fue Sin City, cuyo uso del blanco y negro fue más desafiante de lo que muchos podrían imaginar. El rodaje se realizó de manera completamente digital para su posterior conversión a escala de grises, ¿pero por qué no se rodó con esta paleta desde el inicio? Robert Rodriguez fue tajante al explicar a Wired que “esta película ni siquiera habría sido posible de haberse filmado en cinta […]. Las historias eran geniales, pero lo que atrapaba era la estética”. Esto porque la producción añadió color en algunos elementos concretos como los ojos o los labios de los héroes, villanos y femme fatales que deambulaban por la brutal Ciudad del pecado. A esto sumemos la mítica sangre blanca, lograda con líquido fluorescente iluminado con luz negra. Finalmente, la técnica digital permitió afilar los bordes para lograr imágenes que parecían directamente extraídas de un cómic. Estas arriesgadas decisiones emularon al impreso original y renovaron el cine negro para una nueva generación de aficionados.

Persépolis (Dir. Vincent Paronnaud, Marjane Satrapi, 2007)

Es fácil pensar que la paleta de colores empleada en Persépolis sólo buscaba preservar el diseño de la novela gráfica original. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Marjane Satrapi explicó a Vogue que el color del impreso surgió porque “siempre pensé que lo que tenía que decir era demasiado; era complicado con muchas palabras […]. Por eso me incliné por el blanco y negro, con un énfasis minimalista que consideré lo mejor para el ritmo de la lectura”. Esta elección se convirtió en uno de los elementos simbólicos más poderosos de la novela y su posterior adaptación, con el que la producción captura las dualidades enfrentadas por el personaje central: las limitantes sociales y políticas; las emociones que enfrenta durante su ausencia; los choques culturales de sus costumbres iraníes y su vida europea; el sentimiento de culpa y el alivio que vive fuera de su tierra natal. O como dijera la propia Satrapi, “trabajar en blanco y negro es extremadamente complicado porque no puedes hacer trampa”.

El listón blanco (Dir. Michael Haneke, 2009)

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Catalogada entre las mejores películas de Michael Haneke, no sólo por su impactante crítica a la moral de la sociedad, sino por el entorno opresor que logra mediante elementos técnicos tan sencillos como el uso de un narrador, la ausencia de una banda sonora y una fotografía en blanco y negro. Este último elemento generó varios debates con los productores, quienes no concebían la cinta en este formato, ignorantes que esto tendría varios beneficios. El director explicó a Austrian Films que la paleta “crea distancias. El color habría dado un falso naturalismo […]. El resultado es que la historia se aleja y puede apreciarse con mayor objetividad”. En la parte técnica, “representó una ventaja adicional para la escenografía, pues mucha fue construida. El blanco y negro fue de gran ayuda para suprimir los matices engañosos de la decoración artificial”. Este detalle fue especialmente importante por la iluminación del proyecto a base de velas y lámparas de keroseno, lo que requirió un rodaje original a color que aprovechara la fotosensibilidad de la cinta, lo que habría magnificado la artificialidad de los escenarios. La conversión se realizó durante el proceso de impresión.

El artista (Dir. Michel Hazanavicious, 2011)

el artista

El artista tiene una trama relativamente sencilla, pero su realización enfrentó varias adversidades por su silencio y su fotografía en blanco y negro. El director Michel Hazanavicious explicó en entrevista con SBS que “en Francia, el modo más recurrente para financiar películas es a través de los canales de televisión, pero no quieren películas en blanco y negro”, por lo que el proyecto sólo fue posible gracias a la inversión privada del productor Thomas Lanmann. La paleta de colores fue elegida primordialmente por su aportación histórica con la que se emuló la era del cine silente, el paso a las ‘talkies’ y los retos que enfrentaron numerosos artistas de la época, ya sea porque no supieron adaptar sus actuaciones, no tenían una buena dicción, su voz no era suficientemente agradable o –como le pasó a muchos extranjeros en Hollywood– no dominaban el inglés. La fotografía fue nominada al Premio de la Academia, pero fue superada por La invención de Hugo Cabret (Scorsese, 2011)

Blancanieves (Dir. Pablo Berger, 2012)

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El español Pablo Berger incursionó en el cine silente y en blanco y negro con Blancanieves, curiosa reinvención del cuento de hadas que convirtió a la princesa en una toreadora sevillana. La decisión rendía homenaje al viejo arte cinematográfico, pero más importante aún, mantenía la estética de una vieja serie fotográfica que inspiró al realizador para su obra. La película no tuvo el impacto global que merecía, ya que muchos la acusaron injustamente de imitar la fórmula empleada por El artista sólo un año antes. Esto es completamente falso, ya que el creativo comenzó a trabajar en el proyecto desde 2005 y el retraso se debió a las dificultades para encontrar inversores. Lejos de molestarse, Berger agradeció al proyecto francés por “romper con la creencia de esas palabras que antes asustaban a productores, exhibidores y público, muda y en blanco y negro, y que de alguna manera se asociaba con cine aburrido y antiguo”.

Frankenweenie (Dir. Tim Burton, 2012)

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Tim Burton se inspiró en Frankenstein de James Whale (1931) para la realización de Frankenweenie (1984), un emotivo cortometraje en el que un niño experimenta con la ciencia para resucitar a su perro fallecido. Además de la historia, el cineasta replicó la estética visual en blanco y negro para emular directamente a los clásicos del terror y muy especialmente a la mítica franquicia de Universal Monsters. A pesar de los antecedentes, muchos se sorprendieron cuando Burton anunció un remake stop-motion que preservaría esta misma paleta de colores. Para lograrlo, el equipo creativo no rodó en blanco y negro, sino que pintó todas sus marionetas y escenarios en escala de grises. “No sería tan buena a color”, explicó a The Telegraph. “Para mí, es parte de la emoción del filme. Es parte de la historia. Es un personaje más”. No conforme con ello, también aseguró a AFP que “Si el estudio hubiera dicho: ‘haremos la película pero debe ser a color’, simplemente no la habría hecho”. El creativo no falló, pues el uso del blanco y negro fue clave para aludir a los grandes clásicos del género y para convertir a Frankenweenie en uno de los mejores exponentes del terror infantil.

A Girl Walks Home Alone at Night (Dir. Ana Lily Amirpour, 2014)

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La ópera prima de Ana Lily Amirpour se posicionó entre las mejores películas de terror de los últimos años gracias a su fusión de la cultura iraní con viejos mitos vampíricos. Aunque era una decisión especialmente arriesgada para una debutante, la realizadora confesó a Filmmaker Magazine que siempre supo que el filme “debía ser en blanco y negro […]. Eso nos dio una apariencia muy gráfica y surreal, y además desplazó la realidad, lo que me ayudó a romper las reglas del mundo real y permitió la existencia de los vampiros”. El resultado es un filme altamente simbólico, que captura la brutalidad de la vida cotidiana y explora la visión de un género femenino que ha sido largamente oprimido, maltratado y que está ansioso de ser liberado. O como dijera la propia creativa, “[el mundo] no es real, pero de cierto modo lo es. La película es realmente un cuento de hadas oscuro”.

Roma (Dir. Alfonso Cuarón, 2018)

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Alfonso Cuarón siempre supo que Roma debía ser en blanco y negro, aun cuando muchos lo consideraran una adversidad innecesaria para una cinta que ya había generado suficiente polémica por su canal de distribución y su idioma español. La diferenciación radicó en que el cineasta nunca lo utilizó para generar nostalgia, pues como él mismo declaró a Variety, “es una película que mira el pasado a través del prisma del presente, desde mi comprensión actual y necesitaba ser contemporáneo: prístino, no granuloso”. El proceso de fotografía pasó por numerosas pruebas para encontrar la escala de grises adecuadas que emularan las emociones adecuadas, pues como explicara el diseñador de producción Eugenio Caballero, “hay colores que producen melancolía y otros que te animan”. De este modo, Roma se convirtió en la primera película en blanco y negro que se lleva el Oscar a Mejor fotografía desde La lista de Schindler (Spielberg, 1993).

Guerra Fría (Dir. Pawel Pawlikowski, 2018)

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Pawel Pawlikowski ya exploró las posibilidades del blanco y negro con Ida (2013), ganadora del Oscar a Mejor película extranjera y que además compitiera en la categoría de Mejor fotografía. El polaco repite la fórmula visual con Guerra Fría, que se inspira tibiamente en los padres del cineasta para relatar la historia de un director musical polaco que intenta persuadir a una joven cantante para escapar a Francia, donde podrán vivir su amor lejos de la opresión comunista. El cinefotógrafo Lukasz Zal explicó a Indiewire que “temíamos repetirnos luego de Ida, pero el gris de Polonia lo hizo necesario”, ya que este era el color dominante del país durante el comunismo, no sólo en la arquitectura, sino en el estado anímico de la población. Contrario a lo que algunos amantes del color podrían imaginar, esto abrió muchas posibilidades creativas a partir de la luz, ya que “saltamos a occidente con muchas luces, contrastes más altos y un París más brillante y glamoroso […]. Experimentamos para hacer las escenas oscuras aún más oscuras y las brillantes aún más brillantes, casi blancas. Estos altos contrastes se verían ridículos a color”. Guerra Fría ya ganó el premio de la Sociedad Americana de Cinefotógrafos y estuvo cerca de ser el primer Oscar a Mejor fotografía para una película en blanco y negro desde La lista de Schindler (Spielberg, 1993), pero su misión fue entorpecida por Roma de Alfonso Cuarón.

El faro (Dir. Robert Eggers, 2019)

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Robert Eggers ascendió entre los grandes maestros del terror contemporáneo con La bruja (2015), que abordó los horrores más profundos del folklore estadounidense con una fotografía completamente a color. No fue hasta el 2019 que se apoyó en el blanco y negro con El faro, una historia sentada sobre bases mitológicas que combina miedos ancestrales con la demencia propia de la especie humana, todo acentuado ante el aislacionismo de una isla donde se localiza la construcción titular. Estas sensaciones incrementaron con una relación de aspecto sumamente angosto que resulta claustrofóbica, así como por el uso del blanco y negro. El director confesó a Cinema Blend que este último elemento fue determinante para provocar las sensaciones que buscaba en la audiencia, ya que “el interior de la cabaña del guardián tenía un aspecto agradable. Si lo limpiabas un poco incluso querrías vivir allí. Podría ser una ubicación de sesión de fotos. Y su chaqueta de piel, probablemente podrías comprar una así en la tienda. Así que tenerlo en blanco y negro comunica la miseria del mundo”. La idea funcionó con creces, al grado que la Academia reconoció el trabajo con una nominación al Oscar a Mejor fotografía.

Mank (Dir. David Fincher, 2020)

Historias de Filadelfia (1940), Casablanca (1942), Gilda (1946)… Salvo contadas excepciones, separar al Hollywood clásico del blanco y negro en el imaginario colectivo es una labor prácticamente imposible. Quizá por ello fueron pocos los que realmente se sorprendieron cuando David Fincher anunció que su exploración a los orígenes de Ciudadano Kane (1941) sería filmada en este formato. Más curioso fue que el cineasta no se conformó con cualquier tonalidad, sino que se obsesionó con replicar la paleta vista en el clásico original de Orson Welles. “Recuerdo la primera vez que David me habló de ello”, aseguró el diseñador de producción Donald Graham Burt a Architectural Digest. “Dijo ‘quiero que se sienta como si estuvieras en una bóveda de películas, ves a Ciudadano Kane y luego ves una película al lado que dice Mank y piensas, ‘Oh, nunca vi eso’. Quería que pareciera una película hecha en ese período». El objetivo se cumplió con creces, convirtiendo a Mank en un complemento perfecto para el clásico cinematográfico y en una de las fotografías en blanco y negro más ovacionadas del cine contemporáneo.

Malcolm & Marie (Dir. Sam Levinson)

La elección del blanco y negro no siempre es fácil de entender, al grado que en ocasiones no parece ser más que una decisión estética que una aportación narrativa y simbólica. Tal es el caso de Malcolm & Marie, cuya fotografía ha generado dudas en amplios sectores de la audiencia. Al respecto, explicó [vía] que «es bonita, es hermosa, le da atemporalidad, pero también se pensó en recuperar la narrativa de Hollywood en blanco y negro y los actores negros que realmente tienen su momento en ese tiempo. No estábamos tan presentes en la era del blanco y negro […]. Muchos cineastas ya han hecho esto antes, muchos cineastas negros, así que no es necesariamente una idea nueva, pero queríamos rendir homenaje a esa época y recuperar esa belleza y esa elegancia con estos dos actores negros». Esto resulta en una de las fotografías más atractivas de los últimos tiempos, pero también más trascendentes en la lucha por una industria más inclusiva».

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autor Algún día me uniré a los X-Men, la Alianza Rebelde o la Guardia de la Noche. Orgulloso integrante de Cine PREMIERE desde el 2008.
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