Penélope Cruz

Por Vera Anderson

Siempre es sorprendente escuchar a Penélope Cruz decir que no se siente atractiva. No es humildad falsa, de verdad lo cree. Hoy entra luciendo hermosa vistiendo unos simples pantalones y una playera, y todas las personas de la habitación se detienen para verla. Pero no es su apabullante belleza la que le da el sabor a Vicky Cristina Barcelona, es su actuación merecedora de un Oscar.

Además de ser una actriz tan talentosa, ¿qué tan cómoda te sientes como ícono de belleza y de la moda?
Pues no me veo al espejo y pienso “wow”. Si pudiera, siempre andaría descalza. Me parece importante dejar el ego en casa, no importa lo que hagas. Siento que tengo una cara que se puede transformar mucho e intento poner eso al servicio de los personajes que interpreto.

¿Qué tan difícil fue meterte en la cabeza de María Elena?
No quería tratarla como una loca. No quería reírme de su dolor y sufrimiento. Realmente me interesaba entender su realidad, y es que ella cree que para continuar siendo creativa tiene que ser la artista torturada y entre más sufra, más especial será. Como si su talento fuera su peor enemigo. Cuando hacíamos esas escenas, Woody lograba hacernos olvidar que se trataba de una comedia. Cuando vi la cinta terminada en Cannes, recuerdo haber pensado: “¿Por qué se ríen tanto? Esto no es gracioso”. Después de una hora ya me pude relajar y apreciar lo inteligente que es Woody, al encontrar las áreas comunes en el sufrimiento humano y sacarle el humor a eso.

¿Alguna vez tú te sientes como la artista torturada?
Siempre es una tentación. Especialmente en un drama, el intentar ver qué tan lejos lo puedes llevar. El ver qué tanto puedes utilizar las cosas que te duelen a ti personalmente. Pero siempre es muy engañoso el intentar medirlo. No creo que seas mejor si sufres más. Hay proyectos que te afectan más por alguna razón y eres más sensible hacia ellos o te puedes relacionar más. A veces de formas que te asustan, pero no es algo que puedas planear. No es fácil y a veces me cacho perdiendo el camino por eso mismo. Con María Elena lo sentí como una prueba, porque ese tema de la locura es algo que me ha interesado desde chica, sobre lo que pasa cuando alguien se pierde así. Esa fue una de mis razones para hacer la cinta.

Tu actuación me recuerda a Anna Magnani…
Ella y Meryl Streep son mis dos actrices favoritas de todos los tiempos. De hecho, he visto todas sus películas y cuando hice Volver (2006), Pedro me pidió verlas de nuevo porque hay un homenaje a ella en Bellissima (1951), la cual me parece su mejor actuación. A veces, cuando yo sentía que me estaba excediendo, Woody la usaba como referencia del tipo de energía que lanzaba cuando estaba enojada con otro personaje. Él era muy específico sobre que María Elena debía causar una explosión cada vez que entrara, todo el tiempo debía traer caos consigo. Cuando se lo cuestionaba, él me sonreía y me decía: “Créeme, yo conozco gente así”. Ésa siempre fue su respuesta.

Ni María Elena ni el personaje de Javier (Juan), pueden vivir con o sin el otro y por eso jamás serán libres para encontrar la verdadera felicidad. ¿Qué te hace feliz a ti?
Creo que al final todos estamos buscando lo mismo, ¿no? Todos queremos ser felices y cada quien lo busca de formas diferentes y comete los mismos errores. Supongo que para eso estamos aquí, para investigar sobre la vida. Siento que por eso nos gustan tanto las películas, porque son un homenaje a la confusión que vivimos. Así entiendo yo el cine.

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César Albarrán Torres Es investigador del Programa de Culturas Digitales de la Universidad de Sydney. Es el editor fundador de cinepremiere.com.mx y escribe sobre cine, televisión y tecnología en diversos medios nacionales e internacionales.