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Cine

Plan sexenal

15-12-2016, 11:02:11 AM Por:
Plan sexenal

Aunque pretende ser una sombría alegoría sobre el estado del país, Plan sexenal funciona mejor como una película tensa y oscura sobre nuestra pasividad.

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El cine político en México se ha caracterizado por ser escandaloso en su discurso y crudo en su presentación, desde las películas de Jorge Fons (Rojo amanecer, 1989) hasta la sátira política de Luis Estrada (La ley de Herodes, 1999) al hacer alusiones directas y frontales al gobierno y sus agentes de poder. Ahora, el joven cineasta Santiago Cendejas presenta Plan sexenal, una taciturna e intrigante alegoría social sobre el nuevo régimen de gobierno y los efectos del mismo en la sociedad.

Estrenada hace un par de años en la competencia del Festival de Cine de Morelia, la película muestra a Mercedes (Edwarda Gurrola) y Juan (Harold Torres), una pareja que vive en la Ciudad de México y que después de una fiesta interrumpida por apagones y la presencia de la policía, se quedan en su departamento ante la amenaza de una silente presencia fuera de su casa, que resulta ser más familiar que extraña.

La fuerza de la película se concentra básicamente en su estilo visual, que se decanta por un formato de radio de imagen que contiene a sus personajes en una especie de opaca prisión cuya única fuente esporádica de luz son las disruptivas lámparas de una patrulla. Una opaca oscuridad y un fino grano le dan textura a la imagen al tiempo que crean una ominosa sensación de incomodidad que busca irrumpir en la complaciente calma, no sólo de sus personajes, sino del espectador.

Tan sólo el primer plano de la película, un vehículo en llamas alrededor del cual pasean granaderos en suave ralentí, podría funcionar como una imagen catártica del estado del país, arrollado por la violencia de la guerra del narcotráfico y con la desazón del retorno de un régimen de gobierno caduco y rancio con una flamante mascara jovial. 

Es justamente sobre la ilusión de “alternancia” de poderes sobre la que Cendejas construye el relato al centro de la película, llevada a un plano alegórico en el que la personalidad se desintegra y el plan sexenal del título se convierte en un macabro engaño de identidad. Cada seis años, alguien llega y dice ser la persona que debe ocupar cierto lugar, en México por una silla presidencial y en la película por el protagónico. 

Tomando elementos de El doble de Dostoievski y sofocando a sus personajes en colores igual de saturados que opacos, Cendejas crea una asociación entre las ideas de la alternancia de poder y la mutación de la identidad que, aunque provocativa y sugerente, carece de coherencia para tener el suficiente impacto como crítica del gobierno, pero las actuaciones de Harold Torres y Edwarda Gurrola la mantienen más como un tenso y enigmático thriller

La “paz y tranquilidad”, que demanda uno de los personajes secundarios al policía, es para Cendejas un agente de caos y represión, incluso la pasividad del personaje de Torres es la que permite que se desencadenen los eventos que mueven a la película. Ver y callar se convierte, entonces, no en una fuente de tranquilidad, sino en una peligrosa arma del poder.

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autor Cofundador y crítico en la página web Butaca Ancha. Escribe de cine en medios como Tierra Adentro, Animal Político, Forbes y Algarabía. Considera que cada película, independientemente de donde venga y quien la haga, tiene algo importante que decir.
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