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Cine

La posesión de Altair

05-04-2017, 2:52:23 PM Por:
La posesión de Altair

Una cinta de terror mexicana que utiliza el recurso de found footage adecuadamente, aunque por momentos traiciona su propia propuesta.

Cine PREMIERE: 3
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En 2007, cuando Actividad paranormal se convirtió en la película más rentable de la historia, con una simple cámara de video, en realidad no había logrado nada que no hubiera hecho ya Orson Welles cuando su célebre dramatización de La guerra de los mundos en 1938 hizo cundir el pánico con un programa de radio. Y es que los mejores ejemplares de lo que hemos venido a denominar found footage son esos que consiguen eso que ya Welles –y todos los maestros del terror con él– había dejado en claro: el horror es algo personal, incluso íntimo… y que la única evidencia que se requiere se encuentra en un simple electrodoméstico. 

En esta, su ópera prima, el cineasta regiomontano Víctor Dryere apuesta no sólo por el recurso del found footage, sino que lo hace recuperando esa dimensión más personal del género. Ambientada en los 70, La posesión de Altair –antes llamada 1974, título con el que se presentó en el pasado Festival Mórbido– da cuenta de la desaparición de Manuel y Altair (Diana Bovio y Rolando Breme), pareja de recién casados que, aislados en medio del bosque, comienza a sufrir una serie de extraños acontecimientos y la chica asegura haber encontrado la manera de comunicarse con Dios.

Un found footage, a fin de cuentas, la cinta pretende ser lo último que habría de saberse de la joven pareja, registrado rigurosamente por la cámara Súper 8 de Manuel, formato preferido de los aficionados hasta la aparición del video. Dryere asegura haber concebido la idea luego de encontrar los rollos de película filmados en la boda de sus padres, y de imaginar lo que podría esconderse en las esquinas del encuadre. Y es que, en efecto, algo hay de siniestro en esas imágenes producidas por la película de 8 mm: el grano de la emulsión, tal vez –mucho más orgánico que el ruido de la cámara de video–, o quizás esa intimidad y familiaridad asociadas con el formato y que, unidas a la baja resolución de la imagen, resultan en cierta sensación de desasosiego.

Por supuesto, y a pesar de la inquietante atmósfera de la película –filmada en locación, en una casita en medio del bosque–, el recurso eventualmente da de sí y el director y guionista se ve obligado a romper con las reglas del género, echando mano de efectos de sonido y música extradiegética que se antojan incongruentes con la verosimilitud necesaria en un found footage… y que, sin embargo, resulta –junto con el diseño de audio– de lo mejor de la película.

Otro tanto se puede decir de los efectos visuales en el tramo final de la cinta, sorprendentes para una película del género y, sobre todo, considerando el presupuesto tan, tan limitado y las complicaciones propias de producir en el que no deja de ser un formato casero. Y es que el mayor logro de La maldición de Altair se encuentra justo ahí: no en el reto técnico -y ni siquiera en la historia, que en realidad no da para un largometraje–, sino en el hallazgo de ese horror más cercano, más personal… y sí, mucho más sincero.

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autor Periodista y cineasta, es colaborador de Cine PREMIERE desde el año 2002, conductor de Horroris Causa en UAM Radio 94.1 FM y miembro del equipo de Mórbido: Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror. Actualmente imparte las materias de Narrativa, Guionismo y Géneros Cinematográficos en SAE Institute Mexico, así como talleres de guion para cortometraje.
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