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Rebecca: la primera película de Hitchcock en EE. UU.

07-10-2020, 7:48:18 AM Por:
Rebecca: la primera película de Hitchcock en EE. UU.

Estrenada hace 80 años, Rebecca fijó muchos de los temas que acompañarían a Hitchcock durante el resto de su carrera. Sin embargo, su primera película norteamericana es quizá la menos “hitchcockiana” de todas.

Tiene que ser una de las líneas iniciales más famosas de la pantalla grande: “Anoche soñé que volvía a Manderley”. Así comienza la novela original de Rebecca, pero son también las palabras con las que Alfred Hitchcock se presentó a las audiencias norteamericanas en su primera película en aquellas tierras.

Estrenada en 1940, Rebecca fue el segundo de tres libros de la autora Daphne du Maurier que Hitchcock convertiría en película. Aunque Jamaica Inn y Los pájaros difieren bastante del material original, la fidelidad que guarda Rebecca con la historia impresa se debe a la insistencia de un productor cuyo nombre era sinónimo de Hollywood: David O. Selznick. Sin embargo, ésta no era la película que el magnate tenía pensada para “Hitch” cuando lo invitó a Estados Unidos. No, la primera colaboración entre el director británico y la recién formada Selznick International Pictures iba a ser una superproducción sobre el trasatlántico más famoso de todos: el Titanic.

Nadie sabe realmente por qué no realizaron dicha cinta, pero el consenso entre los analistas apunta a las complejidades de Lo que el viento se llevó –la cual también estaba bajo la supervisión de Selznick–. Así fue que el productor le encargó a Hitchcock un proyecto mucho más pequeño y manejable: Rebecca, una película sobre los fantasmas del pasado, las expectativas destrozadas y la falta de identidad.

Joan Fontaine (la protagonista) y Judith Anderson (la señora Danvers) en Rebecca.

Cuando David O. Selznick recibió el guion de la película Rebecca escrito por Hitchcock se sintió enfurecido y decepcionado. La novela trata sobre una joven cuya identidad está tan atada a la gente que la rodea que sólo es conocida como “Yo” (ella es la narradora), y quien se casa con un heredero de una gran fortuna: Max de Winter. Al llegar a su mansión (la famosa Manderley), la chica es sometida a toda clase de humillaciones por parte del ama de llaves, la Señora Danvers, quien nunca deja de recordarle lo grandiosa que fue la primera esposa de Max, la Rebecca titular. Sin embargo, el gran maestro británico había desechado casi toda la trama de la novela original y retenido sólo los elementos más básicos de la historia. Aún no se inventaba el término, pero Hitchcock era ya un autor consagrado y una traducción literal a la pantalla no era precisamente su idea de hacer cine.

No obstante, el guion se terminó como el productor mandó y el único cambio a la trama original se debe al Código de Producción de Hollywood activo en la época. En la novela, Max le revela a su nueva esposa que su matrimonio con Rebecca era una farsa y que él la asesinó, harto de sus manipulaciones. Pero el código dictaba que si un cónyuge mataba al otro, el primero tenía que pagar por su crimen. Así, en la película Rebecca muere por accidente y aunque es acusado de hacerlo, Max es inocente.

Curiosamente es en esta separación del material original donde mejor podemos ver al Hitchcock que llegaríamos a conocer a través de los múltiples clásicos que dirigió antes y después de la anomalía que fue la película Rebecca. El personaje acusado de un crimen que no cometió se volvería una fijación para el cineasta, quien ligaba esta obsesión al peculiar castigo que su padre le impuso alguna vez cuando se portó mal: lo mandó a la jefatura de policía con una nota pidiéndole al sargento a cargo que lo encerrara para enseñarle una lección.

Hitchcock perdió la batalla en el guion, pero ganó prácticamente todas las demás: nunca filmó la cantidad de material que el productor le requirió, lo que le aseguró el poder editarla a su gusto; ignoró la petición de terminar la cinta con una R de humo gigante, que emanara de las llamas de Manderley, y contrató a Joan Fontaine en el rol principal a pesar de que Selznick tenía la idea de repetir el fenómeno mediático que fue la búsqueda de Scarlett O’Hara para Lo que el viento se llevó. Al parecer, las complicaciones de terminar aquella le dejaron muy poco tiempo a Selznick –quien notablemente sólo dormía cuando su cuerpo se desplomaba por extenuación– como para ponerse a discutir.

El tiempo –y los premios, al parecer– curan todas las heridas y después de otorgarle a Selznick International Pictures su segundo Óscar a Mejor película al hilo, Hitchcock colaboraría con el creativo dos veces más después de Rebecca: Cuéntame tu vida (Spellbound, 1945) y Agonía de amor (The Paradine Case, 1947), ambas clásicas, aunque ninguna recordada por la participación de Selznick. Para el cineasta, sus mejores días estaban en el porvenir, para el productor, sus éxitos del pasado ensombrecerían su futuro.

Aún así, Rebecca continúa siendo una pieza que maravilla y embruja a cualquiera que la mira. Quizá sea cierto que su existencia es una anomalía en la filmografía de Hitchcock, pero su influencia es tan clara como la de cualquier otra obra maestra del realizador. La película hace lo que el trabajo de un verdadero autor consigue: sus atmósferas, tono y temas logran permanecer mucho tiempo después de que pasan los créditos. Al final, todos soñamos, aunque sea una vez más, con regresar a Manderley.

Una versión de este artículo apareció por primera vez en Cine PREMIERE #306 de marzo 2020.

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autor Escritor, director de cine y director editorial en ésta, su amigable vecina publicación de cine, Cine PREMIERE. Nunca perderá la esperanza de una segunda temporada de Studio 60 on the Sunset Strip y Firefly.
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