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Cine

Rebelión de los Godínez – Crítica

28-02-2020, 4:07:40 PM Por:
Rebelión de los Godínez – Crítica

La rebelión de los Godínez triunfa a la hora de recrear el microcosmos que es una oficina y las criaturas que lo habitan. Pero nada más.

Cine PREMIERE: 2
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El Godinato tiene toda una “mitología”: el tupper, el gafete, el poli que no te deja entrar si no traes el gafete, la torta de tamal de desayuno, la dicha desmesurada que produce la quincena, y no se diga el aguinaldo… En las tierras Godínez también hay jerarquías, y a través de un montaje al estilo Chicas pesadas, conocemos todos los grupos sociales dentro de las oficinas de Relotech, la compañía donde se desarrolla la trama de la película. Y además está el lado oscuro y desconcertante: las horas extra que no son pagadas, los jefes que te hacen la vida de cuadritos por el simple hecho de alimentar su egocentrismo, el sexismo y lo normalizado que está el acoso laboral para subir escalones dentro de las empresas, en particular en el caso de las mujeres. Todos estos elementos también forman parte del microcosmos Godínez, y aunque la cinta no brinda una crítica directa al respecto, sí ofrece a su manera una redención con sabor a victoria para los personajes que pasan por estas situaciones. La rebelión de los Godínez triunfa a la hora de representar todos estos elementos con credibilidad y comicidad… pero nada más.

Omar (Gustavo Egelhaaf) es un programador talentoso, pero que trabaja como botarga en la Frikiplaza. Cuando su abuelo (Alejandro Suárez) se enferma, decide buscar un trabajo más serio para poder solventar las cuentas del hospital. Un trabajo serio significa un trabajo de 9 a 6, y sus aptitudes pronto lo llevan a conseguir un puesto en la compañía de tecnología Relotech. Para navegar las aguas del Godinato y el mandato de hierro de los jefes Tania (Bárbara de Regil) y Roberto (Mauricio Argüelles) Davich, Omar hace mancuerna con Maribel (Anna Carreiro), las asistente de Tania, y Hugo (Cesar Rodríguez) y Quique (Carlos Macías Márquez), otros dos programadores.

La cinta dirigida por Carlos Morett comienza a resquebrajarse desde su primer acto, resultado de un guion que se siente parchado. Mientras se empieza a establecer el conflicto principal y las motivaciones que mueven al protagonista, se siente como si la cinta hubiera sido construida a partir de momentos preestablecidos para después intentar crear una historia congruente que los uniera a través de la comedia de pastelazo, y no la sátira. La película sin duda tiene puntadas que producen carcajadas aisladas, pero, para ser una comedia, las risas en la sala fueron escasas. Otro elemento que causa disrupción son los problemas técnicos que presenta la cinta:  escenas borrosas, cámaras temblorosas, problemas de continuidad, diálogos que no se entienden… a momentos, la película se siente como un producto sin terminar. Cuando suceden estos momentos, recuperar la atención de la audiencia es cada vez más difícil.

Estos aspectos negativos son aliviados hasta cierto punto por las actuaciones del elenco. Gustavo Egelhaaf brinda autenticidad con una interpretación sólida, mientras que sus intercambios con el legendario Alejandro Suárez (quien regresa al cine después de varios años de ausencia) son una delicia. En la piel de Tania, Bárbara de Regil entrega una actuación exagerada y enérgica que funciona bien para resaltar el carácter absurdo y hasta maquiavélico del ambiente Godín.

Tomar conceptos de la idiosincrasia del mexicano (como también lo hizo la cinta Guadalupe Reyes) y plasmarlos en el séptimo arte es un camino interesante para el cine nacional  y definitivamente mucho más rico que el camino del refrito que se ha vuelto una constante en nuestra industria. Sin embargo, una buena idea también necesita de un buen hilo conductor, y La rebelión de los Godínez simplemente no lo encontró

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autor Comunicóloga para quien el cine y la fotografía son las mejores maneras de ver la vida. Es fan de Sofia Coppola y la estética de Wes Anderson, añora décadas pasadas y piensa que todo el mundo debería irse en un road trip por lo menos una vez en la vida.
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