Enredos en Broadway

Después de 14 años de no hacer cine, el veterano Peter Bogdanovich (The Cat’s Meow, 2001) regresa a la silla de director con una comedia de ensamble que te deja con dos tipos de reflexiones, una buena y una mala. La buena es que se trata de una cinta que nos recuerda la maestría que caracterizó al cineasta allá por los años 70, cuando sus comedias alocadas (véase What’s up, Doc?, con Barbra Streisand) tenían el timing ideal para mantener la carcajada y la ligereza para captar el interés. La mala es que nos hace añorar a estas joyas bogdanovicheanas de antaño precisamente porque Enredos en Broadway (She’s Funny that Way) no es una de ellas.

Producida por Wes Anderson y Noah Baumbach y protagonizada por un elenco atractivo –Owen Wilson, Jennifer Aniston, Imogene Poots, Will Forte, Kathryn Hahn y Rhys Ifans–, la película narra una farsa de enredos y conexiones muy al estilo de las comedias clásicas hollywoodenses. Arnold Albertson (Wilson) es un director de teatro que tiene un extraño hobby: dar grandes cantidades de dinero a las prostitutas que contrata para que cambien de vida. Una de estas afortunadas resulta ser Izzy (Poots), cuyo sueño siempre ha sido ser actriz y quien decide utilizar su desproporcionada propina para reinventarse y hacer audición para una obra en Broadway. Dicha obra, claro, se trata de la misma que Albertson está montando…

A partir de ahí, la trama da paso a una serie de líos intrincados, apoyados por un paquete de personajes conectados de forma caricaturesca: Delta, esposa de Albertson (Hahn), trabaja como actriz en la obra, en la cual también está su eterno enamorado, el actor Seth Gilbert (Ifans) y el dramaturgo Josh (Forte), quien anda con una psicóloga misántropa (Aniston), quien resulta ser la terapeuta de Izzy. Suena a una gran premisa para la carcajada segura y, sin embargo, ahí es en donde Enredos en Broadway falla. Se trata de una comedia que te queda a deber muchos momentos cómicos, llena de bromas que no logran aterrizar en el momento correcto. Al final, la experiencia es como estar ante un espectáculo de acróbatas que no logran caer parados casi nunca.

Lo más disfrutable de la cinta es su aspecto referencial, esa capacidad que tiene de trasladar sin querer tu pensamiento hacia otras películas, momentos, épocas y personajes. Al final, más que cómica, es involuntariamente nostálgica, porque te hace extrañar al viejo Bogdanovich, a Ernst Lubitsch (por un guiño directo que se hace en la trama), a Audrey Hepburn (por otro guiño) e incluso a Medianoche en París y Quiero matar a mi jefe, ya que tanto Owen Wilson como Jennifer Aniston nos presentan personajes que parecen repeticiones de aquellos que hicieron en una y otra. La película tiene también un primitivo aire à-la Woody Allen, que resulta ser un espejismo, pues, a diferencia de las cintas del neoyorquino, She’s not that funny no hace de su escenario (Nueva York) un personaje más.

 En conclusión, esta película servirá de entretenimiento ligero al espectador curioso, pero le quedará a deber mucho a los fans de este cineasta prestigiado. Aunque, técnicamente, se trate del regreso Bogdanovich al cine, en realidad, no lo es.

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Jessica Oliva Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.