Espiral
Una cinta digna de verse, que nos ofrece algo que se agradece en demasía: los rumbos de sus personajes no son predecibles.
El retrato de una comunidad rural de nuestro país a lo largo de un par de décadas, desde la perspectiva de algunos de sus habitantes, es lo que nos presenta Espiral. Pero no de un poblado cualquiera. Es uno de tantos de los que hay en México que se queda sin hombres, ya que buscan en la migración a Estados Unidos la solución a su miseria.
La reflexión que nos ofrece la cinta es más que prudente y atinada. Es absolutamente necesaria. ¿Qué es lo que pasa con las mujeres que se quedan? ¿Cómo pueden sobrevivir? ¿Cuáles son sus expectativas familiares y personales ante la ausencia del hombre? Pero en especial, cómo hacerlo ante una sociedad discriminatoria hacia ellas, donde el machismo y la misoginia son el pan de cada día.
Una de las principales virtudes de la película es la capacidad de abordar estos temas sin por ello dejarse llevar por el melodrama excesivo, sino combinándolo con ciertos momentos de humor. Además de la capacidad de involucrar al espectador en la vida de sus protagonistas, a quienes conocemos en distintas etapas de sus vidas, primero con los sueños de juventud, y posteriormente 18 años después ante la realidad que se impone, pero que de una u otra forma se logra superar. En este aspecto, sobresale un correcto casting y en particular el doble papel que realiza Lazua Larios, que primero interpreta a Diamantina y después a Magdalena, su hija.
En el otro lado del espectro, se percibe en el filme un estilo tal vez demasiado convencional en el lenguaje cinematográfico. Además de una intención muy marcada por destacar las bellezas del entorno y la naturaleza, en las que quizás se exceda al mostrar –por ejemplo– sobrados amaneceres o atardeceres. Lo mismo pasa en los diálogos de los personajes, en los que en momentos se abusa de la inclusión de refranes populares. Aún con estos detalles, no poco comunes un una ópera prima, Espiral es una cinta digna de verse, que nos ofrece algo que se agradece en demasía: los rumbos de sus personajes no son predecibles.
La espiral del título puede referirse a muchas cosas. Desde la que dibuja un niño en un camino de tierra, hasta las que se forman a través de la magia de la pirotecnia en una fiesta popular, o la de un algodón de azúcar a la hora de prepararse. Pero sobre todo, de lo cíclico que pueden ser los destinos de los miembros de una comunidad. Demasiado parecidos, aún con el paso de los años. Se formulan las mismas preguntas, se exploran las mismas posibilidades. Pero a diferencia del círculo que se cierra, queda abierta la oportunidad para el cambio.
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Clara Itzel Hernández Valladares Clara Itzel es una comunicóloga junkie de los animales, TV, cine, libros, tatuajes, pop culture, té & café. La pueden seguir en instagram (@MissClaraItzel) y leer en ElMoodRandom.com
