Gasolina
Da la cara por el vecino país del sur, pero que en el cine contemplativo se pierde entre otras propuestas.
Hablar de una industria de cine guatemalteco resulta una labor titánica, y no precisamente por la cantidad de filmes que el país vecino produce, sino por la falta del mismo. Es por eso que Gasolina, cinta presentada hace dos años en el Festival de Cine San Sebastian y que cosecahara premios en dicho evento, resulta un agradable suceso gracias al reconocimiento que obtuvo.
La trama gira en torno a tres muchachos que toman su vida demasiado a la ligera, sin dinero pero con auto, deciden robar gasolina de otros vehículos y hacer cosas sin sentido por el simple hecho de sentirse libres y capaces de todo. Con una producción por de más que modesta, la ópera prima de Julio Hernández Cordón logra retratar la vida de los jóvenes en Guatemala, que a la vez no es ajena a la mexicana.
Como parte de esta tendencia cinematográfica –vista muchas veces en el cine latinoamericano– en la que el retrato de la cotidianeidad es el eje principal y un suceso cambia la vida de los protagonistas, Gasolina puede haber resultado una bocanada de aire fresco en su momento –aún y cuando ya existían Temporada de patos de México y Mala leche de Chile–, sin embargo, es un filme que no busca, ni pretende descubrir el hilo negro. Un logrado filme que da la cara por el vecino país del sur, pero que en el cine contemplativo se pierde entre otras propuestas.
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