Karma
Una premisa interesante por el duelo actoral que promete, pero que se diluye en su propio exceso.
Un verdadero duelo de interpretaciones se presenta al inicio de Karma, cuando el hombre encargado de evaluar la conducta de los presos para determinar su libertad condicional se enfrenta a su último caso antes de retirarse. En la prisión, esas charlas determinarán una salida prematura o la continuidad de la sentencia.
Stone, un fulano convicto por su pirómana participación en un crimen violento, tratará de manipular la decisión del Oficial Jack Mabry. Y lo hará recurriendo incluso a la complicidad de su propia esposa Lucetta (Milla Jovovich), para hacer lo que sea necesario. Es Edward Norton contra Robert De Niro. Y eso no suena nada mal.
Después de una interesante y lograda secuencia, donde observamos en una edición sosegada las acciones de los cuatro personajes principales –incluyendo a la contenida y frágil esposa de Jack (Frances Conroy de Six Feet Under) – la cinta pierde su ritmo. Hay tanta promesa al inicio del filme, que uno no puede más que quedar con una clara sensación de decepción y un gesto de incredulidad ante el anticlimático acto final.
El director John Curran no es ajeno a los conflictos morales y la infidelidad en sus historias. Tan sólo en sus dos filmes previos –Al otro lado del mundo y La tentación– exploró la fractura de las relaciones interpersonales. En Karma esta mirada se vuelve aún más inquisitiva y pausada. Y desafortunadamente se diluye en su propio exceso.
–Carlos Del Río
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