Los campeones de la lucha libre – Crítica
Una guapachosa banda sonora encabezada, un logrado trabajo de doblaje y en conjunto una popuesta muy simpática.
Lucharán –para estar a tono– a dos de tres caídas con límite de tiempo: 92 minutos. Por los rudos, un mercado infantil acostumbrado a productos del tonelaje de Pixar y Dreamworks. Por los técnicos, una producción que apuesta a su relación sanguínea con la ultrapopular caricatura de muñecos cabezones Mucha Lucha, y tenemos así la película mexicana de Los Campeones de la Lucha libre.
La primera caída es perdida por Los campeones de la lucha libre. Imposible observarla sin pensar en su animación elemental (será muy «a propósito», pero luce amateur), sus reducidos planos y su trama relativamente compleja: cinco enmascarados se unen para apoyar a un luchador desconocido cuyo pueblo ha caído en desgracia… y deben salvarlo, claro está.
La segunda caída la ganan por una razón: es muy simpática. Sí; a ratos se exceden con sus chistes locales (abusan, incluso), pero al final uno como espectador termina por elegir a un villano, a un cartoon de soporte (la chica gótica que lee poemas es de antología) o a su enmascarado justiciero favorito. Más aún: estos últimos enarbolan valores como el trabajo en equipo sin sermonear.
La tercera caída –y con ella, el combate- también es ganada por aspectos que rebasan los burdos dibujos: una guapachosa banda sonora encabezada por Moderatto, un logrado trabajo de doblaje encabezado por los teveaztecos Andrés Palacios e Iliana Fox y un acertado rescate del ambiente de barrio mexicano. ¿Mejor que Una película de huevos, Magos y gigantes o La leyenda de la Nahuala? Bueno, eso no era complicado. Pero lo consiguen: es la mejor animación mexicana de la historia.
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