Permiso para matar
Una cinta con un gran elenco, maravillosamente explotado por el director, pero que se cae por el tono melodramático del guión.
Después de estrenarse con críticas encontradas en Sundance 2009, cuando la cinta finalmente llegó a cines en EUA en 2010, ya había pasado por dos distribuidoras y varias re-ediciones. Es fácil ver por qué valía la pena todo el esfuerzo: un sólido elenco (Richard Gere, Don Cheadle, Ethan Hawke, Wesley Snipes, Ellen Barkin), un director formidable (Antoine Fuqua) y una historia ruda sobre policías bajo presión. Policías de Brooklyn, además… eso tiene que ser difícil de vencer.
Gere interpreta a un cansado patrullero a quien simplemente ya no le importa, está enamorado de una prostituta y cuenta los días para su retiro, hasta que –contra su voluntad– se revive en él su promesa de “servir y proteger”. Sal, interpretado por Hawke, es un detective honesto ansioso por dinero para mudar a su familia fuera de la mohosa casa que rentan, que literalmente está matando a su asmática y embarazada esposa. Y Cheadle es un policía encubierto de narcóticos, asignado a emboscar su amigo (Snipes), quien resulta ser un traficante de drogas –a pesar de se un hombre honorable. Los tres hombres están cerca de un punto crucial y todas las historias son absorbentes. Pero en vez de explorar el campo fértil que existe en la delgada línea entre mente criminal y lo que se requiere para ser un buen policía, la cinta se convierte sólo en una colección de escenas, algunas memorables, otras innecesariamente manipuladoras. Aun con todas sus partes buenas –y Fuqua obteniendo, como siempre, lo mejor de sus actores–, es el guión lo que termina por sabotear a la historia, tomando el camino melodramático de los clichés sobre el de la perspicacia. The Wire lo hizo mejor (Nota: busquen el cameo inspirado de Vincent D’Onfofrio).
–Vera Anderson
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